Carta al señor Joan Manuel Serrat

También sonaba usted en los viajes en coche al pueblo o a la playa, primero en cintas de casete y luego en cedés. Reinaba en el Renault 12 y en el Peugeot 405 de mis padres como lo hacía en buena parte de los coches de aquella generación. Yo a usted le fui sustituyendo gradualmente por Oasis, Platero y Tú, Amaral, Vetusta Morla y demás… pero, cuando voy al pueblo aún hojeo, acaricio y pongo el vinilo de 'Mediterráneo'.

Cuando anunció su gira de despedida, que cierra triunfal en su Barcelona este día 22 y 23 de diciembre, al momento escribí a mi madre por whatsapp: «¡Habrá que ir a verle una última vez!».

Eso le puse de manera impulsiva... sin reparar en que mi madre oye especialmente mal en los últimos años. Superó un cáncer, pero la radiación pasa factura y ahí está el audífono como prueba de ello.

Y mi madre me dijo: «No voy a ir a ver a Serrat, hijo. Porque, además de tener dudas de si apreciaría las canciones, lo que con seguridad me perdería es escucharle hablando entre ellas». Y es que, todos los que le seguimos, sabemos el placer de esos interludios entre canción y canción. Con más sorna o con más seriedad, el gusto de escucharle hablar siempre es nuestro.

O era.

Porque me causó una profunda melancolía esa respuesta de mi madre. Tomé conciencia de que jamás le volveremos a ver juntos en directo. Porque yo, sin ella, no quiero verle una última vez. Tuve oportunidad en el Wizink, pero no quise cometer la «traición» de ir sin ella.

El tiempo pasa. Usted lo sabe. O no, porque aún se le ve estupendo en el escenario. Pero sí, sí que pasa. Y son estos momentos en los que sientes que el tiempo, y quienes quieres, se te van escapando. Más rápido o más lento, pero de modo inexorable.

No me quiero poner triste de más y sí agradecerle todo lo que nos ha dado. Su hilo no sólo cose las vidas de mi madre y la mía, sino que lo hace con millones de personas, familias y tierras. Porque usted, y su forma dialogante, solidaria y humana de entender nuestro país y el mundo, nos representan más que cualquier sigla y cualquier político.

He tenido la descortesía de mirar sus reproducciones en el ahora todopoderoso Spotify. Perdóneme la ordinariez. 50 millones tiene 'Mediterráneo' y sus otros grandes éxitos oscilan entre 10 y 20 millones. Son cifras grandes, pero cualquier ídolo pop actual presenta iguales o mejores números.

Ahora bien, ¿cómo medir la importancia de una canción en números? No hablo ya de lo que es y representa 'Mediterráneo', que juega en otra liga no sólo en su repertorio, sino en la música en español. Hablo de cómo comparar vulgares cifras de streaming con lo que significa esta «playlist»:

'Aquellas pequeñas cosas'

'Hoy puede ser un gran día'

'Cantares'

'Lucía'

'Paraules d'amor'

'De vez en cuando la vida'

'Tu nombre me sabe a yerba'

'Pare'

'Esos locos bajitos'

'Penélope'

'La saeta'

'Nanas de la cebolla'

'Para la libertad',

'Disculpe el señor'

'Fiesta'

… y así podría seguir y seguir.

Usted, su música y su pasar por la vida, son uno de los mayores vínculos que me une con mi madre. Y al escribirle pienso que, cuando ella y usted me falten (no se me ofendan, pero pretendo sobrevivirles), mi madre seguirá conmigo cada vez que suene una canción de Serrat.

Justo hace unos días, al entrar con mi hija y mi hijo en el cole, sonaba por megafonía 'Hoy puede ser un gran día'. Con este artículo ya comenzado, me emocionó escucharla. Ojalá estos dos locos bajitos hereden también esa forma de cantar, contar y ver la vida.

La suya, Joan Manuel.

Gracias por tanto, Serrat.

Facebook , Twitter e Instagram