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El otro día unas tres mil personas pagaron cincuenta y seis euros de entrada para asistir al concierto de Hatsune Miku, la mega star de origen japonés que lleva causando furor en el panteón post-teenager de todo el mundo desde hace años.
Alzada ... ya al estatus de referente del pop, la artista hacía parada en Barcelona para concluir por todo lo alto la ajetreada gira que la ha tenido estos últimos meses danzando por Europa, en una noche preparada y acicalada a la altura de acontecimiento histórico.
Hasta ahí todo normal. No sorprende la pasión desatada entre el fandom adolescente propia a su naturaleza, tampoco que entre el público hubiera una significativa y expectante masa treintañera, ni siquiera el precio de acceso era excesivamente desorbitado si tenemos en cuenta que por el Palau Sant Jordi han sonado los más grandes de todos los tiempos, a veces incluso sobrepasando los cien euros el ratito.
Además, la diva de pelo azul lo merece, que ha llegado a llenar estadios de cuarenta mil personas y hasta ha teloneado a la mismísima Lady Gaga.
El único pero atribuible es que Hatsune Miku en realidad no existe. Pero oye, eso es un problema menor. Perfecta e impoluta ella siempre sobre las tablas de medio globo desplegando las virtudes y talentos de su piel virtual, su voz procesada y su encanto de software, al tiempo que se deja acompañar por cuatro músicos (estos sí de carne y hueso) para engrandecer la escena tirando de atrezzo. Un concierto redondo, pues la artista no se agota, ni carraspea... Nunca desafina, ni suda y, además, no se mosquea porque el respetable hable y no escuche; ni siquiera hace falta aplaudir al final. Es lo que tienen los hologramas, que a cambio de nada te lo entregan todo. Bueno... todo, menos el alma, pero solo porque no tienen y ese es un detalle sin importancia.
Tan poco importa que cuando Céline Dion consiguió cantar a dúo con la imagen 3D de Elvis en el año 2009, durante una de las noches del programa American Idol, aseguró haber sido uno de los momentos más emocionantes de su carrera artística. Como si El Rey hubiera elegido compartir tablas con ella, o con Russian Red, que también se lanzó al experimento inanimado con él hace unos años justo antes de desaparecer.
Como si Whitney Houston se pirrara por un cameo con Christina Aguilera como ocurrió en 2016 en pleno prime time de La Voz americana o Michael Jackson quisiera resucitar de entre los muertos solo para bailárselo en los premios Billboard de 2014 a ritmo de'Slave to the rhythm'
Demasiadas tumbas han sido removidas ya a remolque de la tecnología avanzada: Frank Sinatra, Gustavo Cerati, Tupac, Maria Callas... Un delirio que hace las delicias de los number en ciencias aplicadas, que podría convertirse en la quimera de oro de la industria musical a base de giras holográficas, pero que reabre el debate humano (vamos a permitírnoslo) de ¿ilusión o aberración?
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