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Escribía Iván Ferreiro sobre aprovechar estos días, semanas, la ciencia no quiera que meses, para escuchar discos enteros. De arriba abajo, con la atención tan pocas veces correspondida de su factura.
En la misma línea, Novedades Carminha alertaban sobre la mercantilización que vive el arte ... hoy en día, con esa necesidad indetectable de tener que sacar una carta cualquiera para demostrar que sigues en la partida. Las canciones vistas como signos de vida, como bengalas de presuntos náufragos exentos si no de rescate.
Podemos entrar a valorar los términos, pero nadie puede negar la clarividencia y la valentía del mensaje. Vivimos tiempos fugaces. No estamos seguros de lo que vamos a hacer cuando lo que hacemos ya es lo que hicimos. Y la velocidad, aplicada al arte, siempre es sinónimo de desperdicio.
Los discos ahora se escuchan como una serie: por temporadas. Dicen que en las trincheras no se diferencia entre disparos aliados y enemigos y eso, belicismo al margen, es lo que pasa con la música. Algunos han querido ser tan partícipes que ya solo escuchan tiros.
Podría decirse que el juego ha cambiado de reglas, pero la realidad es que ni siquiera todos juegan ya a lo mismo. La diferencia se acentúa durante épocas en que todo parece detenerse. La parada en la que estamos inmersos, envuelta en confinamiento, arroja la evidencia de que, en la música, algo se ha perdido. Quien sabe si para siempre.
No tengo Instagram desde hace tiempo y nunca lo he agradecido más que ahora, con tanta banda (valga el término en todas sus acepciones) regalándose en directos disfrazados de solidaridad. No lo es. Al menos no en algunos casos. Hay apariciones que no son más que señales de vida, intentos de bengalas para probar existencia. A muchos, la industria superficial que les mece les ha convencido de que si durante 15 días de encierro no dan señales de vida, se quedan fuera. Se desvelan por la noche, sudorosos, imaginando que otros se les adelantan en esa ficticia carrera por no se sabe muy bien qué.
Quienes ven este momento en el que parece que el mundo se para como una oportunidad para correr más rápido, se olvidan de que el verdadero chance está en quedarse callado y dejar que sea la obra de cada uno la que hable por sí misma. Ahora que los que escuchan tienen, de verdad, tiempo para escuchar.
El buen hacer mejora con el tiempo. El arte se crea, se consume y se asimila. Por ese orden, con esos tiempos. Igual que un músico fuera de claqueta es una canción distinta, un arte que no deja espacio deja de serlo.
El arte, lejos de ser una autopista, es una carretera comarcal de asfalto desgastado. El arte es dar una vuelta, evitar un atajo peligroso. Esto no va de meterse en la trinchera, va de salir de ella. Esto no va de likes y views, va de canciones, de trasfondo y de mensaje. Para unos el entretenimiento fugaz, para otros el arte atemporal.
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