Pájaros volando alto en el teatro
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Crónica ·
Quique González ofreció en el bilbaino Arriaga un concierto que despeja las dudas sobre el efecto de 'Las Palabras Vividas' llevadas al directoEntre los múltiples propósitos que une puede hacerse para terminar el año, hacerlo con música resulta incluso poético. Ello, unido a la curiosidad nos llevó hasta el cercano Bilbao, para poder comprobar in situ el efecto de 'Las palabras vividas', el último y nada sencillo ... disco de Quique González.
Casi cuatro años ha tardado el madrileño en musicar las letras que Luis García Montero ha creado para él. En medio, otro disco y otra gira ('Me mata si me necesitas') y el indispensable empujón de César Pop para terminar de redondear esta nueva colección.
Poco adorno necesita el Teatro Arriaga para hacer de cualquier espectáculo algo mágico y en este caso, funcionaba como un abrazo cálido del que los pájaros que sobrevuelan el concierto de González, no querían escapar.
Escenografía íntima e intimidad compartida con su nueva banda. Atrás quedan los detectives (en parte) y ahora es el turno de Toni Brunet (guitarra) y Diego Galaz (todos los instrumentos posibles) ambos productores con Pop de este disco, Edu Olmedo (batería), Jacob Reguilón (contrabajo) y 'Boli' Climent que deja el bajo y se pasa a los teclados y el acordeón.
No vamos a desvelar todas las entretelas; el 20 de febrero Quique González toca en Cantabria y será el momento de que los paisanos le vean desgranar las canciones de este álbum y todas las que completan el set, que viaja a épocas pasadas, a discos reconvertidos y acordes reinventados, en la mayoría de casos para bien. Así, suena 'Palomas en la quinta', salida de 'Kamikazes enamorados', para lo que hay que remontarse a 16 años atrás. También 'Fiesta de la luna llena', de un año más atrás aún, incluida en 'Pájaros mojados' o 'Los desperfectos', que forma parte de 'Avería y redención' (2007).
En total 22 canciones que muestran a un González disfrutón, sonriente y cómplice. Que mueve sus manos como un director de orquesta para marcar el pulso de las notas que siguen sus compañeros de relato. Entre ellos, es inevitable destacar el talento de Galaz, que pasa del banjo al violín trompeta haciendo escala en la zanfona, por poner tres ejemplos de su amplio guardarropa sonoro, que enriquece sobremanera las antiguas y las nuevas composiciones de Quique.
Entre el público, Fito Cabrales o Carlos Arancegui, con quien el propio cantautor compartió escenario hace algunos años y un silencio respetuoso que ampliaba la sensación de intimidad compartida, rota en apenas algunas pinceladas de 'La Luna Debajo del Brazo', o el cierre con 'Aunque tú no lo sepas', en un perfecto cierre de círculo.
Había dudas sobre el traslado de estas composiciones al directo. Miedo, incluso, por aquello de que el cambio de giro no resultara. Pero funciona. Solo nos queda recomendarles que se hagan con sus entradas, buena compañía y dos horas de calma para sumergirse en el poder de las palabras que podrán vivir.
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