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Claro que los que iban ya estaban avisados, pero de poco sirve cualquier advertencia, hasta que no lo vives de primera mano: es ver a The Darts y caer de inmediato en sus garras. Fan instantáneo. Qué peligro tienen, con esa descarga de energía desde el primer minuto, que parece no dejarse nada para luego.
Sobre todo, en un recinto tan íntimo como el Niágara, que casi permite al público meterse en el escenario. Aunque, en realidad, serían las artistas las que llegaron a las tablas colándose entre el público, y quienes luego se mezclaron entre ellos en un par de arranques de lo más celebrado.
Servían de indicio, ya antes del primer guitarrazo, la estética entre punk y gótica del cuarteto y los pies descalzos de la vocalista. Pero fue escuchar el riff de 'Underground' –Louise Sordoillet estuvo contundente y arrebatadora a la guitarra– y que empezase a aullar el Farfisa para dar por inaugurada la fiesta. Y es que la vocalista y letrista Nicole Laureen lo iba a dar todo: se subiría a la batería, tumbaría el teclado para tocar desde el suelo y ensayaría varias posturas acrobáticas, sin dejar de botar durante todo la actuación. Y todavía tendría tiempo de jugar a la seducción, con barridos de mirada, poses sugerentes y hasta un aviso para navegantes: «¿Cómo se dice en español que te echen del trabajo? ¡Porque yo acabo de despedir a mi novio!».
Bien afilados, pues, estaban los 'dardos' que lanzaba este cuarteto de 'garagepunk spy girls' –la etiqueta es suya– que llevan casi década girando por medio mundo, desde que surgieran como supergrupo de las cenizas de The Love Me Nots. Siempre amparados por el carisma de la hiperactiva y cautivadora Laureen que, aunque parezca la reencarnación punkarra de Yvonne de Carlo, en realidad lleva una doble vida: pasa las mañanas laborales dictando sentencias en Gilbert, Arizona, donde ejerce de honorable jueza en los tribunales de justicia.
De modo que a ver quién se arriesga al desacato, ante el derroche de energía de su señoría; sobre todo porque según confesó llegaron de viaje, apenas habían afinado diez minutos y no habían comido en todo el día –el segundo de una gira europea de cien–, pero ¿cansada? ¡Cansada nunca! Será por aquello de que la energía ni se crea ni se destruye, pero parecía que público y artista se retroalimentasen, en una especie de carrera frenética en la que irían desgranando los temas de su nuevo disco, 'Boomerang' –por cierto, publicado por la discográfica de Jello Biafra, el que fuera líder de los míticos Dead Kennedys–, con mención especial para 'Welcome to my doldrums' y 'Your show', quizá en la que se permitió más despliegue vocal.
Tan solo un breve destello para constatar que, a pesar de su formación musical clásica, la filosofía que verdaderamente abraza la artista es la de los tres acordes. Lógico, porque la vida es corta… Casi tanto como los conciertos de The Darts: apenas una hora, bis incluido. Es lo que tiene vivir tan deprisa, claro.
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Ana del Castillo
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