![Sí, se podía salvar el mundo desde Aranjuez](https://s3.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/201904/14/media/cortadas/rufus%20(3)-kXeC-U7011716813020yG-624x385@Diario%20Montanes.jpg)
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Como en esas películas del cine que tanto aman y tanto les inspiran, su alegato final funcionó y cambió el curso de los acontecimientos. Después de una década como banda, en 2016 los Rufus T. Firefly eran aún semidesconocidos y rozaban la disolución. Estaban a mil jodidas millas de estar bien. En enero de 2017, publicaron 'Magnolia' como un alegato «en defensa del arte, el amor y la naturaleza»… y el alegato lo cambió todo. Tres años y decenas de memorables actuaciones después, son una de las bandas de más prestigio en el mundo de la música alternativa y triunfan tanto en festivales como en su escenario predilecto: las salas. Glorioso ha sido el cierre de su Gira MagnoliaLoto, llenando multitud de recintos por toda España hasta la apoteosis final de este sábado 13 de abril en La Riviera.
Durante mucho tiempo, a los Rufus se les había achacado que les faltaba «algo más para petarlo» (este concepto de «petarlo» merecería artículo aparte…). Que si una excesiva timidez mediática, falta de conexión con el público en las actuaciones o el hecho de que no tener «buenos estribillos coreables». Víctor Cabezuelo, a quien recomiendo seguir en redes por sus lúcidas reflexiones, ha escrito publicaciones geniales ironizando sobre estas cuestiones.
Antes de la explosión, rozaron el gran salto en 2015 con un excelente disco llamado 'Nueve'. Vetusta Morla les invitó a telonearles en la Gira 'La Deriva' y Sonorama apostó por ellos en el horario cumbre de la Plaza del Trigo (sábado, mediodía). Pero ese salto no terminaba de llegar… hasta 'Magnolia' en 2017.
Y así, dos años y decenas de bolos épicos después, en el concierto cumbre de su carrera, Víctor eligió no decir absolutamente ni una sola palabra. Todo un gesto cargado de estilo. No hizo falta. La conexión de Rufus con sus seguidores es brutal. A este hecho se unieron un mensaje de agradecimiento precioso proyectado al inicio del bolo y sus emocionados gestos al final. Triunfo absoluto tras un viaje muy, muy largo y con dos momentos asomados al abismo.
Rufus T. Firefly han estado (que sepamos) dos veces a punto de dejar de existir como banda. Una, en 2009, cuando Julia se marchó a Grecia. La segunda, en 2016, cuando Sara Oliveira (letras y bajo) y Alberto Rey (teclados), decidieron abandonar el grupo. 'Magnolia' iba a ser casi un disco de despedida… y fue el disco que cambió su vida.
En 2006, unos amigos de Aranjuez (a 60 kilómetros de Madrid, lejos de la escena capitalina) se juntaron para hacer música. Como punto de partida, no olvidemos que ya el nombre del grupo, tomado del personaje de Groucho Marx en 'Sopa de Ganso', es bastante pésimo y complicado. «Es usted un hombre valiente, cruce la líneas, y recuerde que mientras esté ahí fuera jugándose la vida, nosotros estaremos aquí dentro pensando en lo idiota que es», lo decía Rufus T. Firefly en la película de 1933. No pueden decir que no les avisó sobre el precio de la valentía.
Pero Víctor Cabezuelo (voz, guitarra y teclados) y Julia Martín-Maestro (batería), junto con Carlos Campos en la guitarra, han demostrado que se puede triunfar sin pagar apenas peajes. Tras la gran crisis de 2016, optaron por recomponerse junto a Rodrigo Cominero (Sonograma) en los teclados y Miguel de Lucas (The Sunday Drivers, Mucho) en el bajo.
Víctor y Julia son los líderes indiscutibles de un quinteto que tiene varios «sextos integrantes». El más importante, Manuel Cabezalí. Productor de todos sus discos, Víctor no se cansa de decir en entrevistas la importancia que el líder de Havalina tiene en el proceso creativo de Rufus T. Firefly. También claves Danny Richter, su ingeniero de sonido desde siempre, y Martí Perarnau, cerebro de Mucho y genio de los teclados.
Antes del final de gira, Víctor Cabezuelo realizo una serie de publicaciones en redes explicando cada detalle de ese proceso artesanal y colectivo que acaba cristalizando en canciones tan originales, ricas y, por qué no decirlo, freaks, como 'Última Noche en La Tierra', 'Nebulosa Jade' o 'Río Wolf'.
«No tengo palabras. No se puede explicar. Hay que verla tocar. Y eso creo que es lo mejor que se puede decir de Julia». Así responde Víctor cuando se le pregunta por Julia Martín-Maestro. En los conciertos de Rufus, la batería no está al fondo del escenario. Está en primer plano. Y la gobierna la que es, para mucha gente, la mejor batería de España. Sin género. La mejor. Es mágico y toda una demostración de empoderamiento ver a los cuatro chicos de Rufus orientados hacia los patrones y ritmos que marca Julia. Su magnetismo tocando es tal que la buscan de manera consciente e inconsciente. Es una líder en una época que precisa de líderes femeninas y hombres que, antes que sentirse atacados en su rol, disfruten con ello.
Pero si un mago de la palabra como Víctor no las tiene para describir a Julia en acción, no seré yo quien logre trasladarte esa emoción. Cuando Rufus lancen nuevo disco, y vuelvan a girar, acércate a un concierto suyo y siente cómo Julia te lleva hacia adelante.
Los Rufus han triunfado a su manera. Y su manera… es la música. «Sólo queremos hacer buenas canciones». La frase es de Víctor Cabezuelo, en un chat de mayo de 2015. Podría ser de ayer mismo. O de hace 13 años. ¿Cómo pretendes salvar el mundo desde Aranjuez? Eso escribe en 'Final Fantasy', la canción que cierra su último disco, 'Loto'. Pues sí, Víctor. Con canciones, se podía salvar el mundo, al menos el de muchos amantes de la música, desde Aranjuez.
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