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El viernes es el día clave. Pero no solo a nivel psicológico, que también, si pensamos sobre todo en los que curran entre semana. Durante esa jornada, la del viernes, el ánimo despierta ante el aroma a tiempo de ocio y de descanso que se ... avecina, y hacia el que nos va acercando el reloj horas tras hora. Qué curioso, estas se hacen más largas e interminables que cualquier otro día. Quizá no lo parecerían tanto si pensáramos en cómo fue el martes. Ese sí que es el peor. Ahí, en mitad de la semana, con la resaca y los recuerdos del asueto ya superados el lunes, pero con el resto de obligaciones amenazando en un margen que se dilata incomprensiblemente. El miércoles, sin embargo, estando en la cima del ecuador, comienza el descenso. Ese aroma del que hablábamos parece que ya asoma la nariz.
Pero el viernes, siempre y desde siempre, es el día feliz. El de los planes, las escapadas, la operación salida, el de las ofertas, el happy hour, los estrenos en la cartelera del cine y, ay amigos, también el de los lanzamientos discográficos. Bien pensado por parte de los gigantes multinacionales y sellos de mayor o menor calado, que se empeñan en concentrar en esta jornada el torrente de nuevos discos que verán la luz esa semana, porque el viernes, como decíamos, es el día clave. El público tiene por delante dos días de «tiempo libre» para disfrutar de las novedades más recientes, para recrearse en la escucha, para saborearla... qué gozada. Aunque bueno, en realidad, el público dispone de todo el tiempo del mundo para hacerlo cuando pueda y quiera, a partir de ese preciso instante en que los discos se han puesto a circular en el mercado. Pero a los de este lado, a los del Mórdor de la industria que es donde habitamos los que nos dedicamos a contar, describir y relatar lo que acontece en la música, con esta estrategia, los viernes se nos han transformado en martes. De pronto, el día feliz, ese en el que las horas deberían volar con desparpajo, se convierten en la andanza más loca y estresante de la semana. Esa a la que ya se llega con la lengua fuera tras los días previos, como ocurre en todos los trabajos, oficios y ocupaciones, pero que en lugar de recibirte algo más liviana y amable, te espera desafiante y con más tajo que nunca. Y ahora ponte a elegir. Decide cuáles de los innumerables lanzamientos de ese viernes deben tratarse con premura. Cuáles merecen prioridad, cuáles quedarán pendientes para algún hueco de la semana siguiente (también con su propio martes y su propio viernes, claro) y cuáles, por desgracia, quedarán relegados al olvido.
Y cierto es que esta profesión es vocacional, y que de pasiones vivimos los que afortunadamente, y enfatizo lo de afortunadamente, podemos dedicarnos a ello. Vaya esto siempre por delante. Pero si los estrenos se repartieran mejor y más equilibrados, si los lanzamientos se produjeran de manera progresiva y distribuidos en los cinco días «operativos», desde que el calendario laboral decidiera desequilibrar la balanza de siete, cada disco obtendría el lugar y el mimo que me merece y, ya de paso, unos cuantos recuperaríamos el aliento.
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