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En un Madrid lluvioso, tras un día de ensayos con su banda, Ramoncín (1955) intervino en un espacio televisivo y colaboró, como hace desde octubre, en un programa de la radio nacional. «Igual mañana hago ejercicios espirituales», bromea ante una agenda repleta que mañana le trae a Escenario Santander (21.00 horas). No hay muchos días «normales» en la vida de alguien con tantos frentes abiertos y en una gira perenne. Aunque no madruga demasiado, sí se acuesta muy tarde. Las 4 de la madrugada, como ejemplo. Lee entre tres y cinco horas cada día; libros y prensa. Una disciplina «gustosa», porque «tengo que saber de qué va el mundo máxime si tengo que ir a decir algo; me niego a hablar sin estar informado». Confrontar opiniones.
Mientras que, defiende, «Nunca me puede el sesgo», lamenta que hoy la gente «solo quiere leer un titular y el mayor conflicto intelectual que tenemos es que se han dejado convencer por ello». Gente enganchada a ese sesgo, porque «solo oye una radio, solo lee un periódico o solo ve una televisión». Tiene la sensación de que «hay un grupo de personas en el mundo, que no somos demasiados, que intentamos comprender contrastando».
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La atención que se presta a lo que se sube a redes, esos 'insights' que dan pistas, arroja un resultado de 8 segundos. «Alguien en ese tiempo decide si algo le interesa y es un problema más serio de lo que parece». Con sus cuatro décadas largas de carrera, Ramoncín no ha querido sumarse a esa ruleta. «No quiero hacer eso, sino grabar un disco cuando tenga canciones que considero que están muy bien». Le escandalizan las declaraciones del CEO de una empresa de inteligencia artificial «que debe aprender de la natural», diciendo que cualquier chaval puede, en una mañana, hacerse un disco como el de Taylor Swift.
La pregunta que se hace es: «¿Quién es el gilipollas que quiere eso?». Las cifras indican que mucha gente. «Claro, porque la gilipollez está globalizada», dice. «¿Cómo no va a haber detrás de una novela un autor o detrás de una canción un autor y un intérprete?».
En Inglaterra, por ejemplo, los músicos se han unido para pedir al gobierno que la inteligencia artificial no se nutra de su ingenio. «Habría que regularlo», afirma.
«Sigo creyendo que quienes el sábado vayan a la sala es porque quieren ver a seis tíos sudando, utilizando sus técnicas y conocimientos, sus emociones, para cantar canciones hechas sobre una realidad».
A pesar de llevar tantos años sobre el escenario, lo viven con el mismo nervio. «Principiantes somos todos -dice el cantante- El que cree que ya no lo es, está equivocado, porque siempre hay algo que descubrir». Viaja en el tiempo hasta 1978, cuando escribió 'El rey del pollo frito'. «Quería hablar de un señor que decía determinadas cosas», inspirado en un personaje que se cruzó en una discográfica y le prometía poner la ciudad a sus pies. Lo hizo en tercera persona «y no sonaba». La cambio a primera persona, le cayó el mote «que me ponía de muy mala leche». En la actualidad, esa canción se llama 'ERPF El amo de los ricos' «y parece que la hubiera escrito ayer; viene clavada para representar a Trump o Musk». Pone más ejemplos; «Si canto 'Noche de cinco horas', estoy hablando del asesinato de una mujer en un hotel de hace 50 años». O 'La chica de la puerta 16', que aborda el sentido de la pertenencia «que lleva a unos asesinos a matar a sesenta mujeres al año», critica. Los ciclos no evolucionan. «Hay algo en el occipital que no nos funciona y me da mucha pena ver el mundo donde vivimos, con el hombre más rico del mundo haciendo el saludo nazi», fascistas «que se han adueñado de la palabra libertad». Por eso: «Hay que decirle a la gente que hay gran diferencia entre libertad, lo que le permite a Musk hacer esas cosas y libertades las que nos protegen de él».
Acostumbrado a generar polémica con sus apariciones, el madrileño insiste en que no tiene detrás «ninguna cabecera, ni ningún partido político y le atizo a quien le tenga que atizar». Lo mismo «para decir que se vaya Ábalos que que se vaya Mazón». Eso, «me convierte en una persona libre y enfrentarme a los pensamientos retrógrados de unos y otros».
'La tienda de los deseos', de Hiyoko Kurisu y 'El callejón de los milagros', de Naguib Mahfuz son dos de sus recomendaciones literarias a las que añade un disco de Sam Fender «un Bruce Springsteen de veinti tantos años». Y es que junto a la lectura, Ramoncín también se sumerge en las propuestas musicales que van surgiendo. Habla de Alcalá Norte, entre ellos y le recuerdan a sus propios comienzos. «La gente siempre va a encontrar una manera de decir las cosas y hay música muy interesante, el problema es que no se difunde bien». «El mayor invento del represor cultural es darse cuenta de que cuando vacías el estómago se cierran las bocas». La suya, desde luego, no.
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