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Pensaba que iba a ser más difícil despedirse del lugar al que entró por primera vez en 1984. Pero al cerrar, el pasado agosto, las puertas de Ibiosón, el primer estudio de grabación que existió en Cantabria, su propietario, Ángel Santiago Haro, no ha sentido ... nostalgia. Quizá porque no ha sido «una desconexión de cien a cero». Aunque ya no está ahí día a día «en tu cabeza sigues aquí metido».
Han cambiado las máquinas, las mesas, «los chismes», pero no el espíritu. En este espacio, ubicado en un primer piso de un edificio propio de los 70, con largos pasillos y vistas al parque de La Vaca, conviven instrumentos, másters de grabaciones, micrófonos, cables, pero también cintas de cassette y material analógico. «Hasta hace poco ha habido ahí un dos pulgadas, un veinticuatro pistas», señala.
Haro tenía menos de 25 años, era guitarrista del grupo Tobogán. Para poder grabar, en aquellos comienzos de los 80, tenían que irse fuera. A Madrid, o con suerte, a Galdakao, que era más sencillo «porque volvías en el mismo día». Después comenzaron a acompañar, como músicos, a Los Carabelas. Misma situación. Manuel Gutiérrez, Manolo, productor y manager de ambos grupos, le animó a dar el paso. A Haro le iba mucho «el rollo» y aprovechaba todas las visitas a otros estudios para curiosear y aprender. Es necesario echar una mirada retrospectiva y darse cuenta de que entonces no había redes sociales ni tutoriales en YouTube. Ni siquiera tecnología digital: «Aquello era todo a puro huevo; cinta, empalmando, cortando a cuchilla y pegando. Pura maestría».
En estos casi 40 años, el productor ha vivido en primera persona la evolución del sector en todas sus etapas. «Ahora mucho hablan de sonido analógico y lo confunden con una cinta de cassette. Yo hablo de un grabador que en aquel entonces podía costar 14 millones de pesetas y cuyo resultado es un sonido que no tiene nada que ver».
Llegó el Digital Audio Tech. Aún tiene uno en su mesa de control. Después el CD. Y en la actualidad Pro Tools, la posibilidad de enviarlo todo con una sola tecla. Todo es «más sencillo y más barato, facilita mucho el trabajo». Pero ser productor «se dice muy rápido». Una persona con un portátil, un par de monitores, un micrófono decente, «si eres bueno, puedes hacer cosas que suenen muy bien». Pero no es lo mismo. Ahora hay muchos mejores músicos y posibilidades multiplicadas de aprender, frente a la obligada formación autodidacta. «Pero es fácil que un músico mediocre, con herramientas, consiga parecer bueno con lo que grabe. Luego se verá en directo». «El sonido de la grabación analógica siempre me ha encantado», reconoce. Pero rebobinar cintas, que suponía un minuto y medio, cuando todo funciona con un click, parece mucho tiempo. Pero «los mejores discos de la historia están marcados en analógico: mira Los Beatles lo que hicieron con un cuatro pistas o la música que se hizo en los 70 y 80».
Antes había dos tipos de productores: el ejecutivo, que ponía la pasta y el artístico que dirigía, que era quien mandaba en la grabación. Santiago Haro tuvo ambos. Fundó Oca Records. Su propio sello, con el que grababa a sus propios artistas. Algunos que han pasado tantas veces por su estudio que se convirtieron en amigos. «Siempre me han dejado tomar decisiones». No recuerda malas experiencias en todo este tiempo ni la necesidad de imponerse con tensiones añadidas. Eso sí, bromea, alguna trampilla ha caído. Como bajar el nivel de la voz, demasiado alta, cuando no era necesario. «Muchas veces nos encebollamos -dice- Cuando das muchas vueltas a una cosa redonda, llega un momento en que no sabes en qué parte del círculo estás. Con las grabaciones pasa lo mismo. Como con un cuadro, que tienes que dejar de pintar en algún momento o nunca se acaba».
Su primera grabación fueron unas maquetas con Paco Escudero. Las últimas, los discos de Hermanos Cosío y la Ronda La Esperanza de Requejo. Entre ambos, unos 500 o 600 discos. Grabó muchos coros, en iglesias, a la Filarmónica de Hamburgo o las voces de Pocoyó, cuyo artífice pasaba los veranos en Santander. También publicidad, cuñas para la CBS, vídeos corporativos, documentales... Hubo unos años, cuando el genero estuvo en boga, que grabó «mucho folk». «Si está bien hecho, nada me molesta», dice respecto a los estilos.
De puertas para afuera, Ángel cuelga la bata. No escucha música. En casa nada, aunque tiene cientos de discos, muchos sin abrir siquiera. En el coche pone «emisoras de hablar» y va saltando de unas a otras.
Habla con normalidad, sin adjetivaciones rimbombantes. No se siente un pionero porque cuando llegó «ya estaba todo inventado». Pero sí fue el primero en Cantabria. «Tuve que ir donde otros que habían aprendido primero». Y a quienes están empezando ahora les diría que «lo que hagan, lo hagan con todo el cariño del mundo y que tengan mucha suerte». Como la que ha tenido él, que le ha servido para dedicar toda su vida a estar al frente de una mesa de mezclas. «Lo veo difícil, pero si lo consiguen, significará que la música está viva». Porque reivindica: «la música goza de una salud acojonante; la que no goza es la industria». Dos cosas distintas. La música es la misma que hace 500 años, destaca. «No se le han puesto más rayas al pentagrama». Pero la industria ha ido a peor: «les va bien a veinte y muy mal a veinte mil».
En los próximos meses, poco a poco, irá desmantelando el estudio. Está armando un pequeño control en casa. Cuatro herramientas para sus cosas «y pasar el rato cuando me apetezca». Está satisfecho cuando mira atrás, aún un poco de reojo. «Podía haber sido mejor, pero también peor, pero lo importante es llegar».
Dónde:Ubicado en Santander
Insalaciones:Piso en un edificio comercial
Inicio:1984
Servicios:grabación, mezcla y masterización
Instalaciones:Sala de control, mezcla y mastering. Sala de grabación con una zona más brillante y otra más apagada.
Proyectos:Luétiga, Mayadama, Vallobrera, Highlanders, Chebú, The Birras, Timbre Cubano, Manuel Luna, Karina, Chema Puente, La Burla, Orfeón Cántabro, Marcos Bárcena y Miguel Cadavieco
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