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El álbum que desató el ingenio de los Talking Heads

El álbum que desató el ingenio de los Talking Heads

El cuarto disco de los neoyorkinos, 'Remain in light', nació en mitad del desconcierto de la banda pero dio en la diana de una escena que buscaba reinventarse. Experimentaron con ritmos africanos, divagaron por la subconsciencia y se unieron más que nunca ante los ojos de una industria que se arrodilló ante ellos.

Sábado, 27 de junio 2020, 08:11

Corría el invierno de 1980 y los cuatro de Talkings Heads, recién aterrizados de la gira mundial con su tercer disco 'Fear of music', decidieron darse un respiro. Tomar distancia, desenredar los nudos provocados por el protagonismo de David Byrne en un liderazgo interno que comenzaba a pesar demasiado y centrarse durante un tiempo en otros quehaceres que, sin premeditarlo, terminarían definiendo su siguiente trabajo juntos. El más definitivo de todos ellos.

Mientras el líder Byrne se dedicó aquellos días a concebir junto a Brian Eno un álbum experimental bautizado 'My life in the bush of ghosts', Jerry Harrison se volcaba en la producción de un disco de la cantante soul Nona Hendryx, y la pareja formada por Chris Frantz y Tina Weymouth se compraban un apartamento en las Bahamas para relajarse y replantearse el futuro de su matrimonio y el de su papel en la banda.

Pero cuando todo parecía encaminarse hacia la escisión o el acomodamiento en sus nuevas vidas con ramalazos de no querer volver atrás, brotó en cada uno de ellos la necesidad de compartir su experiencia con el resto de compañeros y crear a partir de todas ellas una nueva criatura con forma de disco y de nuevo sonido.

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De la colaboración de Byrne y Eno surgió la oportunidad de que este último se decidiera a repetir con la producción de lo que ya se vislumbraba como el nuevo álbum de Talking Heads, tal y como hiciera en su día con el segundo y tercer trabajo del grupo. De la aventura soulera de Harrison salió el estudio de grabación, pues tras la experiencia junto a Nona Hendryx en los Sigma Sound de Nueva York, concluyó que aquel era el mejor lugar para dar vida a este renacimiento. Y de las peripecias de Frantz y Weymouth por el Caribe, entre rituales de vudú y el acercamiento a técnicas de percusión autóctonas y singulares, nacería el poso tribal y exótico que iba a modelar la identidad del trabajo en ciernes, además de servir de base de operaciones para su gestación. Así, en la primavera de aquel 1980, Byrne y Harrison se plantaron en las islas con la idea de construir entre todos, lejos de casa y de los conflictos, el mejor de sus legados, 'Remain in light'.

Instinto y atrevimiento

Aunque el trenzado letrista y conceptual volvió a recaer sobre Byrne una de vez de vuelta a Nueva York tras dejar grabado todas las pistas en las Bahamas, esta vez el peso de la composición general del disco fue distribuido más equitativamente entre todos los miembros, liberando al líder de la presión intelectual que había terminado pasando factura a todos unos meses atrás. Ahora, los Talking Heads remarían a una desde los cimientos de cualquiera de sus trabajos, en un proceso transversal y democrático que huyera de los egos y convirtiera al grupo en un solo ente, en lugar de una banda de acompañamiento a las letras de Byrne como -injustamente- había parecido hasta el momento.

Sin presiones, sin ataduras, sin prejuicios, sin tiempos, y envueltos en unos aires de creación basados en la inspiración libre, la experimentación, el instinto y la espontaneidad, comenzaron a dar forma a su cuarto álbum en los estudios Compass Point de Bahamas aquel mismo verano. El latido sonoro se centró en la idea de unir, de un modo cósmico y original, la fuerza del rock con el influjo africano. Aquellos días, la banda había conseguido limar asperezas escuchando "Afrodisiac", el mítico disco afrobeat del nigerano Fela Kuti; y partiendo de aquellos mismos patrones pero encauzados en la crudeza sintética del post punk y la brillantina de la new wave, dieron con un resultado tan solvente como inigualable. Utilizaron fragmentos grabados de sus propios conciertos, de sus jam sessions, se atrevieron a probar con efectos digitales de resonancia para simular ambientes, engrandecieron su sonido con varios músicos de sesión y contaron, además de con Brian Eno a los mandos de la mesa, con Stephen Stanley, conocido ingeniero de sonido cercano a Bob Marley. Un planteamiento arriesgado por encontrarse lejos de su zona de confort como banda, pero con tantos ases en la manga que nada podía fallar. Y no lo hizo.

Unos cuantos versos libres

El resultado fue un álbum dispuesto a engrandecer el punk de raíz y la new wave del momento, pero con grandes dosis de funk y aires tribalistas. La influencia de África en 'Remain in light' queda patente en cada surco del vinilo, desde las bases de sonido hasta la forma de composición del propio Byrne, que tiró de recursos como la onomatopeya o las aliteraciones guturales, para bordar una conceptualidad que parece haber nacido del subconsciente.

Inspirado en la mitología y la filosofía africana, como ahonda en 'The great curve', el disco repasa con latidos espirituales, pero también alegres y dinámicos, el tránsito de unos Talking Heads urbanitas de alma, nacidos en las noches de asfalto por el bajo Manhattan y padres creadores del underground neyorkino, que consiguen reencontrarse con ellos mismos gracias a la magia sobrenatural de una cultura tan primitiva y auténtica como la africana. Desde el tema que abre el trabajo, 'Born under punches (The heat goes on)', hasta 'The overload' que lo cierra, discurren algo más de cuarenta minutos de coalición entre los interludios instrumentales y las arengas proféticas, la modernidad y lo primario, la vanguardia y la tradición, el exceso y la carencia, de un modo tan sutil y tan sobresaliente, que cala.

Discursos acompasados en 'Crosseyed and painless' con ese aire a lo old school rap que repiten en 'Once in a lifetime', aunque esta vez con ciertas dosis de influencia velvetiana. Impactos metálicos en 'Houses in motion', reminiscencias árabes en 'Listening wind' y un generoso homenaje a la bella oscuridad de Joy Division en la ya mencionada 'The overload'. Sobran argumentos para concluir por qué este álbum se ha convertido en uno de los tótems de la new wave y certificado disco de oro en Estados Unidos y Canadá en los ochenta, gracias a una colección de canciones valientes y arriesgadas capaces de danzar entre el sueño y la realidad. Basta con sentarse a escuchar y dejarse llevar. Exactamente así es como fue creado.

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