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El álbum de The La's, ese increíble «montón de mierda»

El álbum de The La's, ese increíble «montón de mierda»

Un único disco, de complicada concepción y atestado de fantasmas, pero más que suficiente para alzar al grupo de Liverpool al podio de los más recordados de los noventa

Sábado, 6 de febrero 2021, 08:22

Lo del «montón de mierda» no lo digo yo; ni se me ocurriría con semejante repertorio de luminosidad y contagio jangle. Lo dijo el propio Lee Mavers, compositor de todas estas canciones, su voz y su guitarra. Era tan perfeccionista, tan exigente, que nunca terminó de estar satisfecho con el resultado final del disco, el único en la carrera de su banda, The La's; el único, pero definitivo y trascendental.

Así fue como contestó a la NME cuando, a los pocos meses de publicar este álbum de debut en octubre de 1990, la revista le preguntaba por él: «Lo odio, es terrible. Un montón de mierda. No se me ocurre nada bueno que decir».

Incomprensible. Aquello rompió el corazón de una escena que había acogido con fervor la propuesta de los de Liverpool; una banda que llegó a ser comparada con los Beatles, en su versión noventera, ante una crítica que se deshizo en halagos y unas ventas que superaron las expectativas.

Aún así Mavers seguía sin verlo claro. Algo faltaba. O quizá sobraba. Él fue también quien dijo eso de «cuanto más cerca estás de la perfección, más cerca estás de la imperfección». Y entre esta sentencia, y que el camino es cierto que no fue fácil, podemos acercarnos a comprender.

Las zancadillas de un proyecto brillante

Al bajista John Power, y al resto de guitarristas y baterías itinerantes en el grupo, no le debió resultar sencillo lidiar con el malhumorado carácter de Mavers. Tan detallista, tan minucioso, tan rígido, tan estricto.... tan neurótico; aunque precisamente sea a aquellas neuras a las que les debamos el disfrute de un trabajo brillante. Decepcionante para uno de sus padres, sí; actitud contagiada al resto de la banda, a sus compañeros, también; pero fulgente y celebrado para el resto de los mortales. Un disco que cuenta con uno de los paisajes pop más mágico de aquellos años, «There she goes», con esa estrategia de guitarras encantadoras, voces en falsete y estribillo pegadizo, que desde su publicación ha puesto sonido a decenas de anuncios y un puñado de películas, nunca podrá ser basura. Y menos todavía si, a tal revelación sonora, se suman otras perlas del tracklist en clave de balada pop, como «Son of a gun» y ese bajo hechicero, la bonita «Timeless melody» o el pulso adhesivo de «Feelin'».

Pero es verdad que la concepción de The La's álbum no fue un camino de rosas y puede que quizá eso ensombreciera la imagen y opinión del grupo sobre su único hijo.

Mavers tenía escritas las canciones desde 1986, el engranaje del álbum estaba listo y preparado; pero cuando firmaron con Go! Discs un año después para hacerlo tangible, comenzó un interminable e indeseable desfile de productores que tambalearon las ganas de la formación. John Leckie (Muse, Radiohead, George Harrison...), John Porter (The Smiths, B.B. King...), Mike Hedges (U2, The Cure...), Gavin Mackillop, Bob Andrews, Jeremy Allom,... y un sinfín de cocos afines, y menos afines, que pusieron sus manos sobre las doce composiciones que levantan el disco, sin terminar de convencer del todo al rígido líder y alargando el proceso de grabación cuatro años.

Las sesiones finales del álbum, registradas entre diciembre de 1989 y febrero de 1990 en los Eden Studios de Londres, corrieron a cargo de Steve Lillywhite y Mark Wallis a petición del sello que se negó a retrasar más el lanzamiento. Pero en él encontramos una «There she goes» remezclada de la original producida por Bob Andrews en 1988, y una «Way out» regrabada y puesta a punto para la ocasión, en lo que podemos intuir como un claro desencanto de Mavers y los suyos.

La constancia de una ausencia

¿Por qué The La's desaparecieron en combate tras la publicación de su debut? Posiblemente por el agotamiento, la desgana y la desidia en la que se sumieron tras semejante e interminable concepción. Sí, también porque Mavers no era fácil. Y porque el bajista John Power dejó la banda tras la exitosa gira de presentación por Reino Unido y Estados Unidos, alegando que estaba cansado de tocar los mismos temas una y otra vez desde 1986. Su deserción detonó definitivamente el fin de la banda en 1992.

Unos años más tarde Mavers, que se mantuvo durante la ausencia más silencioso que sus compañeros, resucitó el proyecto para ofrecer un par de conciertos con una formación sencilla y diferente, y el único objetivo de saldar una deuda que tenía pendiente de aquella gira con sus ex compañeros. En aquel tiempo se le pudo ver bastante afectado por su adicción a las drogas, convertido prácticamente en la sombra de lo que había sido.

Por eso, no fue hasta 2005 cuando Mavers y Power se reunieron de nuevo, recuperados, reconvertidos y con todas las de la ley, para recomponer The La's oficialmente, embarcándose en una apoteósica gira por Irlanda e Inglaterra que incluyó su inolvidable concierto en el festival Glastonbury de aquel año. Sin embargo, el renacimiento volvió a desinflarse. Esta vez, ya para siempre. Porque aunque el líder recompuso todas las piezas de nuevo en 2011, acompañado por Gary Murphy en el bajo, y dando sonados conciertos por el viejo continente, ya nada volvió a ser igual.

Pero lo mejor de todo es que, además de habernos dejado un legado incuestionable en ese puñado de canciones que unieron el sonido de los sesenta con la contemporaneidad de finales de siglo, cuentan que, a día de hoy, Mavers continúa trabajando en el segundo álbum de The La's. Ahí sigue acechado por sus fantasmas dando forma a una secuela que, es posible, no llegue nunca, pero que sí existe en su cabeza. Menuda suerte la suya; maravillosa mente las de los no tan cuerdos.

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