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Organizar un concierto en Cantabria empieza a convertirse en una actividad de riesgo. Asistir a los shows programados, una aventura intrigante cuyo final no está asegurado. ¿Qué pasa en esta región?, se preguntan el público -ese genérico en el que cabe cualquier perfil- en las redes -ese otro genérico aglutinador de opiniones diversas-
El último en sumarse, o más bien, en caerse, ha sido Fonsi Nieto. El expiloto y ahora DJ estaba anunciado como parte de las fiestas de Hazas de Cesto. Debía actuar en el municipio trasmerano el pasado 15 de agosto a las 22.30 horas. Pero Nieto debió aplicarse lo de la jornada festiva en Cantabria y no apareció. La Comisión de Festejos pidió disculpas a los asistentes y señaló como responsables a Deep Delay, que trabaja con el artista. Una version que la propia empresa de booking confirmó tres días después vía comunicado, asumiendo «integramente la responsabilidad» y excluyendo de la misma al propio artista. El problema fue, según señalaron, una confusión «administrativa». Confirmaron la fecha y firmaron el contrato en el mes de mayo sin haberlo consultado con el artista y su agencia (Música Moderna), «lo que ocasionó el problema pertinente», indican. «Somos conscientes de que debían haberse evitado los daños habiendo puesto en conocimiento de la Comisión la situación real mucho antes, pero en un intento de salvar la situación se llegó a este punto», concluyen.
La espantada de Nieto, aclarada en apenas dos días por las partes implicadas, dista de la polémica generada por el concierto que David Guetta debía haber dado en Santander a finales de julio. Anunciado como el plato fuerte de Los Conciertos de La Campa, su repercusión ha sido mucho mayor de lo que la organización hubiera deseado y no por su éxito, precisamente.
El sábado 28, a las 22.30 horas, el francés debería haberse subido al escenario de La Magdalena. Más de 10.000 personas esperaban su concierto. El tiempo de cortesía fue pasando y los rumores empezaron a circular. Pasadas las once de la noche, los medios confirmaron la suspensión del concierto. La organización tardaría una hora y media aún en exponer la situación a los asistentes. Explicaron en ese complicado momento que se estaba intentando encontrar una solución buscando una nueva fecha para el concierto «lo antes posible» y emitieron un vídeo en el que Guetta, presuntamente en el aeropuerto de Moscú pedía disculpas y esperaba poder celebrar «la fiesta» en otro momento. Ese momento planteado fue el 29 de julio. La organización no estuvo de acuerdo por la imposibilidad de organizar todo lo necesario.
Y desde entonces hasta hoy, se suceden las réplicas y contrarreplicas. Guetta dice que ha devuelto el caché para devolver el importe de las entradas, la organización dice que no. El Ayuntamiento pide un expediente informativo que aclare lo sucedido, la organización dice que lo entregó a principios de esta semana, el Ayuntamiento dice haberlo recibido el jueves pasado el mediodía. Guetta expone en redes sus argumentos y vía comunicado; La Campa indica que no tienen ninguna documentación oficial. Y mientras, los 10.000 afectados siguen esperando que les devuelvan lo que pagaron por las entradas de un concierto que no llegaron a disfrutar. Una historia que, a priori, parece ir para largo.
La semana pasada, la protagonista era Marta Sánchez. Ella sí que se presentó en Torrelavega. Y sí actuó. De hecho, se entregó de tal manera al directo que durante la interpretación de uno de sus temas perdió parte del vestido que llevaba y se quedó más o menos como el título de la canción, en una situación 'Critical'. Pero ser una diva del pop durante tres décadas supone, además de la mitificación, tener tablas. Y eso demostró la madrileña, que se recompuso como pudo y continuó cantando. «Esto será 'trending topic' mañana», adelantó. Y no se equivocaba.
Peor le salió el asunto voca la Amaia Montero, que también ocupó titulares nacionales tras su paso por las fiestas de Renedo. «Tuvimos muchos problemas de sonido», explicó la cantante vasca cuando las críticas comenzaron a arreciar. En las imágenes se perciben esos inconvenientes técnicos, pero no queda claro su origen. La donostiarra no parecía tener su mejor noche, a pesar de llegar con disco nuevo bajo el brazo 'Nacidos para creer', compuesto a medias con el poeta Benjamín Prado. Con más de una hora de retraso, Montero comenzó un show errático, confuso, con los tempos chocando entre banda y cantante y afirmando en inglés «No sé dónde estoy, chicos». En materia de ataques no hay medias tintas para un público entre ofendido e irónico y las lindezas que recibió la ex vocalista de La Oreja de Van Gogh incluyeron acusaciones de haber bebido de más antes de actuar. Con copas o sin ellas, el Ayuntamiento busca las opciones para recuperar los 25.000 euros de caché desperdiciados.
¿Richie Hawtin en los acantilados de Ajo? ¿Era posible? Sí. Al menos según el cartel del Delirium Fest, cuyos nombres no tenían mucho que envidiar a citas cumbre de la electrónica. Los aficionados al género se frotaban las manos ante la posibilidad de ver en un «prao» a figuras como Steve Angello, DJ Snake y el propio Hawtin. Pero a juzgar por la sucesión de hecho, alguien no se frotó lo suficiente el bolsillo para cerrar las actuaciones de los tres artistas, que el mismo día del evento cancelaron su presencia, según la organización. «Por problemas de diversa índole», fue toda la explicación ofrecida. Añadieron más tarde la negativa del Ayuntamiento de Bareyo a autorizar el uso de material pirotécnico, mientras DJ Snake era mucho más concreto y en sus redes explicó (tras publicar la palabra «mentiras») que sentía mucho no poder estar en el Delirium Festival, pero «las cláusulas del contrato no han sido respetadas por parte de la organización del festival».
No había terminado el festival cuando los asistentes descontentos promovieron una campaña de recogida de firmas a través de change.org para exigir que se les devuelva el dinero (los abonos con camping costaban entre 70 y 140 euros) por «publicidad engañosa» y «mala organización». A este mal rollo siguió un saqueo de las carpas de comida y bebida por parte de decenas de jóvenes que se llevaron de todo cuando ya habían terminado las actuaciones. La acción fue grabada y corrió por las redes sociales, igual que cientos de comentarios cabreados con la organización.
Y para apoteosis mediática, la lograda por Enrique Iglesias, que situó a Cantabria en las pantallas nacionales como un ejemplo de lo que no debería hacer un artista, por muy enlatado que sea su repertorio. Aún con todo, el Gobierno quedó contendo con el resultado económico: unos 17 millones de euros de impacto de los cuales hay que descontar la inversión en tweets realizada por el Ejecutivo: 115.000 euros por ocho publicaciones en las redes sociales del mayor de los Iglesias. Del resto de ingresos, el mayor montante salió de los 26.000 fans que pagaron sus entradas y alojamientos en la capital cántabra, pagando hasta 1.200 euros por habitación. Quizá fueran las mediáticas hermanas del artista, Tamara Falcó y Ana Boyer (sí, son hermanos aunque haya tres apellidos distintos) quienes reservaron las mejores suites para la noche jubilar que, por cierto, su hermano olvidó mencionar. El resto del público, terminado el fugaz concierto, sin una triste despedida de su ídolo, que había comenzado con media hora de retraso, levantó las manos gritando «¡Esto es un atraco!».
¿Hay esperanza? Sin duda. Frente a los macro shows que acaban saliendo rana, Cantabria puede presumir de tener un circuito de valientes que aún prefieren la calidad a la cantidad: salas, bares, promotoras y un buen puñado de bandas que ponen en el arte y no tanto en el espectáculo de luz, montaje técnico y decibelios desbocados, su buen hacer.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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