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Demasiadas cosas ocurrieron antes de que 'Machine gun etiquette', el totémico álbum de The Damned, punto cardinal del punk británico y visionario de lo que más tarde conoceríamos como hardcore, viera la luz en 1979.
El guitarrista y epicentro creativo Brian James había abandonado el barco disconforme con la dirección que comenzaba a tomar el grupo. Enrolado en diferencias irreconciliables con el líder Dave Vanian y el resto, partió y fue sustituido por Captain Sensible a las cuerdas, en un tiempo en que la banda debió cambiar momentáneamente de nombre por asuntos de derechos de propiedad intelectual, pasando a bautizarse The Doomed. Pero aquello duró poco tiempo, no tardaron en recuperar su identidad, su sello, y para cuando aquello ocurrió ya habían sumado a sus filas, además de al nuevo fichaje, al mismísimo Lemmy Kilmister, de Motörhead, para encargarse del bajo en las demos de estudio.
Fueron días convulsos, de movimiento trepidante, de idas y venidas conceptuales y sonoras que desembocaron en la evolución del rock and roll directo y desafiante que venían manufacturando desde sus inicios en 1976, hacia un poso más anglosajón todavía, quizá más maduro y algo excéntrico. Lemmy, que dejaría su huella en este disco a través de la palpitante versión del 'Ballroom blitz', original del grupo Sweet, y que escucharíamos en la reedición del álbum, finalmente fue reemplazado por el bajista definitivo, Algy Ward, que venía de The Saints y al que deberíamos buena parte del carácter que iba a marcar la nueva era de The Damned con una fascinante, y mejorada, sección rítmica.
En marzo de aquel 1979 ingresaron en los Essex Studios de Londres junto al productor Roger Armstrong, quien, con los años, seguiría insistiendo en que 'Machine gun etiquette' es un disco fuera de lo común».
Y desde luego que lo es; los clásicos se atropellan durante los treinta y cinco minutos y veintiocho segundos de sonido sin tregua, abriendo boca con la estridente 'Love song' que deja paso a pasajes más melódicos y melancólicos como 'I just can´t be happy today' o a piezas fundamentales como 'Noise, noise, noise', en la que contaron con la colaboración vocal de Joe Strummer, de The Clash, al encontrarse ellos también en el mismo estudio aquellos días dando vida a &'London calling'.
El tono del cantante y frontman, Dave Vanian, parece haber madurado para este álbum, y abandona por momentos los barítonos a los que nos había acostumbrado en los primeros discos de The Damned para recrearse en una lírica más serena y más comedida que, poco a poco, iría derivando hacia cotas góticas. Tanto que la excepcional 'Plan 9 Channel ', su gran aportación compositiva a este trabajo, se levanta como un particular homenaje del líder a la actriz Vampira, y su papel en el clásico del cine de serie B 'Plan 9 from Outer Pace', de Ed Wood. Y es en este punto donde 'Machine gun' se ganó a pulso su paso a la posteridad, porque además de las fundamentales 'Melody Lee' y 'Antipope', o la controvertida 'Smash it up', que fue censurada por la BBC cuando fue publicada como single y acoge una parte instrumental gloriosa muy lejana a los patrones punk, los eternos adolescentes de The Damned demostraron que ya se habían hecho mayores con esta apuesta por la melodía.
Captain Sensible, ya convertido en el compositor principal de la banda, el impulso del batería Rat Scabies, las dotes del propio Vanian y ese Algy Ward engrandeciendo el ritmo con detallismo, hicieron de aquel presente de The Damned, y de su inminente futuro, una aventura que todavía podía dar mucho de sí. Y nunca dejaron de ser quienes fueron, ni de venerar a quienes lo hacían (prueba de ello es la versión homenaje del 'Looking at you', de sus idolotrados MC5, padres del protopunk, también presente en el disco); pero así, con estas once canciones, dejaron claro que habían alcanzado la armonía perfecta.
La grabación de 'Machine gun etiquette' se alargó durante seis meses; y finalmente vio la luz en noviembre de aquel 1979, justo ahora hace cuarenta y un años, con el sello Chiswick Records. Y la banda renació de sus cenizas con un halo más oscuro, pero también más accesible. Y convenció al mundo de que el punk podía leerse, y escucharse, desde diferentes prismas. El suyo era el de dejar atrás la rebeldía teenager para encaminarse hacia cierta sensatez con la que seguir reivindicando misivas; un sueño cumplido que terminaron de culminar poco después con la publicación de 'The black album'. Pero esa ya es otra historia.
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Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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