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S. Brackbill
The War on Drugs, una constante áspera y a conciencia

The War on Drugs, una constante áspera y a conciencia

Hace un par de meses publicaban su nuevo álbum, el quinto de una carrera discreta pero imponente por las interminables carreteras de la América profunda. Una banda con alma en movimiento y un líder, Adam Granduciel, que es mucho más que eso

Domingo, 16 de enero 2022, 11:47

¿Quién no se rindió en 2014 a la americana rasgada y áspera de «Red eyes»? Aquella canción con la que Adam Granduciel, alma mater de la banda, ponía sobre la mesa los márgenes de la depresión y la soledad, mientras los suyos, sus músicos, aderezaban de sonido con aires de carretera melódica a un género que nunca estará demodé.

Con aquel disco, «Lost in the dream», el tercero de una carrera que comenzó tímida en el año 2005, The War on Drugs se situaron por fin en el lugar que debieron ocupar desde el principio. Un hueco deluxe en el pódium del rock pantanoso, en las primeras filas del indie americano que, con reminiscencias a Dylan y a Springsteen, fue acogido como la versión moderna de lo que el folk, el guitarreo del heartland rock y demás muescas del lejano oeste, pueden dar de sí si se travisten y se ejercitan con delicadeza y devoción.

Granduciel lo sabe, y así lo sigue demostrando a cada paso, a cada disco. Y aunque arrancara los días de esta aventura desde su Filadelfia de adopción, de la mano de otro incombustible como Kurt Vile, que tras el primer trabajo («Wagonwheel blues», 2008) abandonó el barco para emprender su camino en solitario, Granduciel continuó apostando por lo que de verdad le mueve. No se equivocó. Sigue sin hacerlo. Se rodeó de músicos que captaron su persistencia y sensibilidad, que engrandecían en riffs y breaks de batería las formas cantadas de un alma norteña y melancólica; añadió un saxo, se dejó guiar por los teclados y, sin demasiados egos y una modestia firme, nos hemos plantado en el día de hoy hablando de su quinto álbum de estudio. Otra proeza. Quizá menos obvia, pero proeza al fin y al cabo.

Llegando al presente

«I don't live here anymore». Así se llama el nuevo trabajo que The war on Drugs publicaban el pasado 29 de octubre. Un disco que cuenta con la que posiblemente sea la mayor producción de la banda hasta la fecha, grabado en un total de siete estudios diferentes (muy propio del espíritu errante del alma máter y sus secuaces) y que alberga un repertorio heterogéneo y convincente con guiños a sus referentes más melódicos, a Tom Petty, a la psicodelia, a los típicos aires añejos de road álbum, pero con fuerte aroma también a sus propias raíces geográficas y emocionales.

La potencia guitarrera de temas como «Livin proof», los tintes electrónicos de «Victim» y la delicadeza de pasajes como «Harmonia's dream», nos presentan a un Granduciel que continúa imponente, respaldado por una banda en estado de gracia. Y quizá no vuelva a repetirse aquel Grammy del año 2017 por «A deeper understanding», su cuarto disco; ni la gira sea tan extensa y multitudinaria como aquella con la que recorrieron medio globo para presentar «Slave ambient», el segundo. Pero de momento ya sabemos que España piensa hacerles un hueco desde el cartel de la próxima edición del festival madrileño Mad Cool, que van a recorrer media Europa, los Estados Unidos casi al completo, y no defraudarán.

Relata el propio Adam que este nuevo disco va de crecer, envejecer y asimilar el paso del tiempo, pero con la elegancia de saber interpretar lo que pueden ofrecernos nuestros «yo» del presente, e incluso del futuro.

Nunca ha dejado atrás su desesperanza, su recelo hacia una sociedad que nos encamina hacia el automatismo y la frustración. Insiste y abandera la guerra contra las drogas, de ahí el bautismo de su familia artística, y apuesta por los momentos de evasión que propician las cosas que más amamos; en su caso, la música, su guitarra. Ideas que persisten, en palabras que resuenan, por muchos años y discos que pasen. Porque sí, quizá estemos ante una de las mejores bandas norteamericanas del momento, pero ni ellos se lo creen, ni nosotros lo recordamos siempre.

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