Esa extraña fruta del sur
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El cine y la literatura recuperan la figura de Billie Holiday, ensalzando una vida de jazz y arrojando luz sobre las causas de su declive y muerte: la criminalización de la protesta social y el racismoAndra Day, protagonista de la película 'U.S.A. vs Billie Holiday' (2021) de Lee Daniels, es una de las aspirantes al Oscar a la mejor actriz por su interpretación de una Holiday compleja, poderosa en sí misma y debilitada por el sistema.
La primera actriz negra en conseguir este galardón fue Hattie McDaniel, en la categoría de mejor actriz de reparto, por un papel que desempeñaría a lo largo de toda su carrera. Encarnaba a Mammy, la sirvienta fiel de Escarlata O'Hara en 'Lo que el viento se llevó' de Victor Fleming. En 1939, se celebró su lujoso estreno en el Gran Teatro Loew de Atlanta. Más de trescientas mil personas acudieron a la cita, entre las que no se encontraba McDaniel: la segregación racial en Estados Unidos lo impedía. Mediante un permiso especial, sí pudo recoger su Óscar, aunque se le negó un lugar entre el público. Aquel era el Hollywood dorado.
Ese mismo año, Billie Holiday entonaba por primera vez su poderosa canción 'Strange Fruit' en el Café Society, una sala interracial, donde se podía escuchar jazz y divertirse en sociedad, sin importar el color.
«Los árboles del sur dan una fruta extraña. Sangre en las hojas y sangre en la raíz. Cuerpos negros balanceándose en la brisa del sur». Así comienza la primera canción protesta escrita por el poeta y compositor Abel Meeropol, y memorable en la voz de Billie Holiday. Una metáfora que alude a los linchamientos de personas negras por grupos supremacistas blancos, que de forma explícita se llevaban a cabo en el sur hasta los años 20. En la época en la que fue escrita 'Strange fruit', la violencia continuaba de una forma más velada. Las personas desaparecían misteriosamente o no recibían la atención médica que necesitaban –situación que vivió el padre de Holiday–, como parte de un racismo estructural que continúa en nuestros días.
La propuesta de Meeropol llegó en el momento oportuno. Holiday acababa de regresar de su gira sureña con la banda de Artie Shaw, en un viaje en el que solo se le había permitido utilizar el escenario: ni hoteles, ni baños públicos, ni restaurantes. Y aunque aceptó, la primera vez que interpretó 'Strange fruit', tan alejada del repertorio de amor-desamor que se esperaba de ella, sintió pánico. «Tenía miedo de que la gente la odiara. La primera vez que la canté pensé que había sido un error», hasta que comenzó la ovación del público. En pocos días llegó la fama y la expectación a una sala abarrotada, que guardaba silencio ante la voz semidesnuda de Holiday. 'Strange Fruit' supuso un punto y aparte en su carrera musical. Convertida en su armadura, consiguió tomar conciencia de sí misma y rendir un homenaje póstumo a su padre a través del jazz.
En salas de Manhattan, a los artistas negros no se les permitía acercarse al cliente blanco y al finalizar las actuaciones debían desaparecer. Holiday era la Reina de la Calle 52, pero el tratamiento era de esclava: «Puedes ir vestida de raso, con gardenias en los cabellos, no ver caña de azúcar a kilómetros a la redonda, y aún así seguir trabajando en una plantación». Esto no sucedía en las salas interraciales que para Harry Anslinger, jefe de la Oficina Federal de Estupefacientes, suponían una aberración. Veía el jazz como una música invasora, que por el efecto de la marihuana «sonaba como la jungla en plena noche». Apoyado por los medios, Anslinger estableció una asociación cargada de racismo, que se instaló en el imaginario colectivo: jazz, drogas y minorías.
En cambio, el famoso saxo tenor Lester Young, entendía el jazz desde la conciliación como expresión de la democracia: «Hemos hecho una contribución indispensable a este país y somos estadounidenses. Nuestra música debe ser melodiosa y melódica y las canciones, universales. De esto va la igualdad».
De forma que, Harry Anslinger y Lester Young compartían motivaciones desde posiciones antagónicas. La primera de ellas era el jazz y la segunda, Billie Holiday.
Para Lester Young, 'Lady Day' –como le había apodado cariñosamente– era como una hermana con quien compartía miedos e inseguridades, además de escenario y grabaciones de estudio inolvidables, como 'All of me' (1941).
Anslinger tenía una opinión muy distinta. La imagen que difundió era la de una mujer egocéntrica que merecía ser condenada por sus adicciones.
A lo largo de 20 años, desde la grabación de 'Strange fruit' hasta el día de su muerte, Billie Holiday sufrió su acoso, mientras que otras celebridades blancas con la misma debilidad, como la actriz Judy Garland, recibían consejo médico en lugar de citaciones judiciales.
El guión del largometraje 'U.S.A. vs Billie Holiday' se centra en esta persecución, adaptando un capítulo de la novela de no-ficción 'Tras el grito' (2015), del periodista Johann Hari. Para su escritura, Hari tomó prestado parte del trabajo de Julia Blackburn y su obra 'Con Billie Holiday: Una biografía coral' (2005), escrita a partir del material de la investigación de la periodista Linda Kuehl, en los años 70. Con el objetivo de construir una biografía adulta, completa y feminista de Billie Holiday, en 1971, Kuelh emprendió un viaje a lo largo de Estados Unidos. Consiguió realizar más de 150 entrevistas a personas vinculadas a la cantante, de las que obtuvo más de un centenar de cintas de casete y diversos documentos, desde transcripciones de casos judiciales a listas de la compra. A partir de este extenso material, comenzó a trabajar en un borrador que nunca pudo finalizar. En 1978, la periodista perdió la vida en extrañas circunstancias. Y aunque la biografía quedó suspendida, Kuelh dejó una conclusión presente en la película de Daniels: la adicción a las drogas de la cantante fue la excusa para justificar todos los intentos de sometimiento que sufrió.
Así, Julia Blackburn tomó el testigo, convirtiendo esas 'cajas' de cintas y memoria, en una serie de voces ordenadas que forman la obra 'Con Billie Holiday: Una biografía coral', donde las descripciones y soliloquios nos muestran una vida invadida por el racismo y la violencia, pero también por la amistad y la pasión por el jazz.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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