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En los años sesenta había una norma no escrita, un consejo que circulaba por los estudios de grabación. No coincidas con los Beatles en las tiendas. En aquellos años, ninguna formación con dos dedos de frente quería estrenar disco el mismo día que la banda de Liverpool. The Kinks, en cambio, tenían sus propias normas, o más bien ninguna.
La banda de los hermanos Davies editó 'The Kinks Are The Village Green Preservation Society' (Pye Records) el mismo día de noviembre de 1968 que los de Liverpool publicaron su 'White Album', sin duda una de las obras más intensas, geniales y arriesgadas de una década marcada por esas tres cualidades. La coincidencia condenó al disco de los Kinks, un trabajo imaginativo aunque excesivamente británico que ha tardado años en alcanzar el reconocimiento.
Medio siglo después, y alejado de la sombra de los Beatles, el sexto álbum de los Kinks brilla en una reedición que marca todas sus virtudes. La fuerza de temas como la profética 'Johnny Thunder' o la hipnótica 'Last of the steam-powered train' bien valen recuperar este disco que pasó sin pena ni gloria por las tiendas inglesas y que no entró en las listas de éxito de ningún país del mundo.
Las quince canciones de disco estaban concebidas para ser parte del primer disco en solitario de Ray Davies, pero los sucesivos retrasos acabaron por matar la idea de Ray de volar en solitario y el calendario lo acabó abocando a ser un disco de los Kinks, aunque la banda quería editar un álbum doble.
En esta aventura, Davies volvió a retratar la campiña británica y a sus habitantes en textos y paisajes más próximos a la literatura que a la música. «Echo de menos a la gente sencilla de la aldea verde, el reloj de la capilla», canta Ray en 'Village Green'. Sus escenas bucólicas y hasta nostálgicas de una vida más sencilla encontraron poco público, pero consiguieron cruzar el Atlántico y llegar a unos Estados Unidos que volvieron a abrir sus puertas a la banda que había encabezado la Invasión Británica a comienzos de década, y que había estado vetada en América durante sus mejores años.
Aunque 'Village Green Preservation Society' carece de singles, de composiciones capaces de asentarse en las radios comerciales, sus canciones conforman un conjunto delicioso, como páginas de una novela que se debe leer del tirón y sin distracciones. La enorme competencia de aquel año mágico en la música, con discos enormes de Van Morrison, The Band, The Rolling Stones o Jimi Hendrix fue demasiado para un álbum que era de todo menos ambicioso, aunque su antibelicismo caló en aquellos Estados Unidos cansados de la Guerra de Vietnam.
La aceptación del álbum en América resulta sin embargo extraña. Tras los excesos del verano del amor, la gente se encontró en este disco con brujas, montes verdes, poesía rural, paisajes solitarios, pueblos perdidos o trenes de carbón. Una temática extraña y un música tranquila para una juventud que pasaba las tardes escuchando psicodelia y tomando ácido.
Atendiendo a lo que ofrecían estas canciones y al momento en el que llegaron, resulta fácil entender que el álbum fuese un fracaso comercial. Nada tenía sentido. Pero las canciones de 'The Kinks Are Village Green Preservation Society' estaban destinadas a un viaje mucho más largo que el del otoño de 1968. Poco a poco el disco fue ganando el cariño de los oyentes que fuera del contexto musical y social en el que fue editado, encontraron la magia de aquellas composiciones. Hoy en día es un disco de culto, pero también uno de los álbumes más vendidos de la banda inglesa. Un fracaso enorme que terminó siendo un triunfo tan inmenso como tardío y merecido.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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