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Aún hay quien recuerda la época en que se dedicaban canciones de amor a través de la radio cántabra. El anfitrión y celestino, a través de las ondas, de aquellas declaraciones románticas, era Federico Llata Carrera, mítica voz de Radio Cantabria durante cuatro décadas. Miles de cántabros descubrieron gracias al locutor nuevas propuestas musicales en su programa, 'Caravana de la alegría', uno de los muchos títulos bajo los que fue desarrollando una labor a la que se dedicó con absoluta entrega hasta su muerte, ocurrida a finales de 2018.
Que su colección de discos era amplia, se daba por supuesto. Pero la sorpresa ha llegado hace apenas un par de semanas, cuando en un primer piso de la santanderina calle Alonso, se ha descubierto el verdadero legado póstumo de Llata; más de 10.000 discos de vinilo y en torno a 30.000 singles de 7 pulgadas. Una sorpresa que se han encontrado sus herederas; dos sobrinas de Llata que residen en Brasil y han podido regresar a Cantabria tras la pandemia para hacerse cargo de la burocracia asociada a la muerte de un familiar.
Además de los 2.000 discos que Llata atesoraba en su domicilio, en la calle Rábago, aquí, en apenas 25 metros cuadrados de un primer piso, las paredes acumulan auténticas joyas discográficas. Imposible abarcarlas en un mirada e imposible resistirse a curiosear entre las estanterías metálicas, más nutridas que muchas tiendas actuales.
Discos originales de los años 60, 70, 80. Ejemplares sin abrir. Colecciones completas de Frank Sinatra, Led Zeppelin, Génesis, Barón Rojo, AC/DC o Bloque. Discos dedicados por Raphael, con quien Llata mantuvo una cercana amistad desde que comenzó a pinchar sus canciones en la emisora. Ediciones especiales…El paraíso que cualquier melómano soñaría con acariciar. Tantos ejemplares acumulados en las baldas que cuesta sacarlos por el peso que ejercen unos sobre otros.
El comunicador cántabro organizó la apabullante colección a su manera. Por su tamaño idóneo, las cajas de leche, esas que sirven para agrupar seis tetrabricks, contienen en su interior alrededor de 120 singles cada una. En su exterior, escritas a mano, se leen las etiquetas. 'Grupos extranjeros 80-90', 'Canción española', 'Pop rock 70', 'Soul'.
28.500singles archivados en cajas de leche
9.500
Dos butacas de cuero ocupan parte del espacio sin posibilidad de sentarse en ellas: cientos de CDs, de los casi 3.000 contabilizados, forman torres sobre los cojines. Al lado, 980 DVDs recogen grabaciones de conciertos y directos, y en torno a un millar de cassettes, de esas que las generaciones actuales ya no conocen, se almacenan en los armarios.
No solo hay discos. Frente a la ventana, una mesa de mezclas de décadas pasadas permanece en silencio. La herramienta de trabajo diaria de Llata en la que, suponen sus amigos, realizaría sus propias sesiones en este espacio. Para sí mismo.
En las estanterías se reparten magnetófonos, algunos sin estrenar, libros, fascículos de revistas de rock. En el suelo, una caja acumula rollos de grabaciones, probablemente de los programas de Llata, aunque hasta que no sea posible escucharlas, no se puede asegurar. Material de valor casi etnográfico, como si de un Alan Lomax local se tratase. También hay un archivo fotográfico digno de dedicarle horas: imágenes, casi todas en blanco y negro, algunas promocionales y otras realizadas por el locutor. Los Stones en los 80, una adolescente Christina Rosenvinge, Crosby, Still and Nash, Tom Jones, Julio Iglesias…
Y, ¿qué ocurrirá con este descubrimiento? Esa es la pregunta para la que buscan respuesta los herederos de Llata, que se han encontrado con la obligación de resolver esta ecuación inesperada de forma apresurada. Para ello, contactaron con la Asociación Diamantes Musicales de Torrelavega, con quien Llata mantuvo una estrecha relación durante décadas y que se ha encargado de revisar y contabilizar todo el material. «Para mí ha sido como estar en un parque de atracciones», afirma Manuel Quintana, melómano y amigo de Llata que no oculta la sorpresa ante el hallazgo.
Desde la asociación, como señala José Oyarbide, han empezado a contactar con distintos coleccionistas nacionales. También con tiendas locales que puedan estar interesadas, pero son conscientes de que adquirir un repositorio de estas dimensiones no es sencillo. Ni barato. «Aunque se vendieran a un euro la unidad, que es el importe habitual en estos volúmenes, ya serían en torno a 30.000 euros de desembolso». Y añaden, además, que las rarezas que han ido encontrando en el archivo de Llata, pueden tener un precio de mercado de entre 200 y 300 euros por disco. Basta con darse un paseo por internet y teclear título, año y condiciones en las que se encuentran los vinilos para comprobar este extremo y hacerse una idea del valor pecuniario global.
Por si acaso, facilitan su propio contacto (diamantesmusicales@diamantesmusicales.com) por si al leer estas líneas hubiera interesados en ampliar información y ofrecerse para hacerse cargo de la impresionante colección.
En cualquier caso, tanto los compañeros como la familia, aspiran a que alguna institución local o regional ponga su atención en el patrimonio que representa el legado de Llata y decidan adquirirla, catalogarla y conservarla. «Se están haciendo gestiones al respecto», dicen, si bien de momento no hay nada confirmado. «Sería una pena que esto se perdiera o se dispersara», señalan. Unas gestiones que van a contrareloj; la familia debe regresar a Brasil a comienzos de julio y para entonces desearían haber resuelto este singular asunto.
2.950CD desde inicios de los 80
Desde la Dirección General de Cultura, desconocedores, como todos, de la existencia de este archivo sonoro, reconocen que no se han encontrado hasta la fecha con un material similar. Sí que han recibido fondos bibliográficos, como el de Piti Santamaría, ubicado en la Biblioteca Central o la colección de fotografías de Manuel de Cos, que encontró acomodo en el Museo Etnográfico. El proceso, lógicamente, cambia si se trata de una adquisición en lugar de una donación. Ambos trámites están sujetos a un trámite que incluye analizar el material y encontrar la mejor opción posible.
En el año 2007, 4.500 personas se reunieron en el pabellón Vicente Trueba para homenajear a Federico Llata. Era una manera colectiva de demostrar el reconocimiento a quien con su voz acompañó, día tras día, a quienes sintonizaban su emisora, con esa relación unipersonal de miles de oyentes que ejercen las ondas radiofónicas. Quizá, proteger esta herencia cultural, sería otra bonita forma de recordarle.
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