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Martes, 18 de junio 2019, 07:52
Cuando Camarón de la Isla hizo 'La leyenda del tiempo' fue como una bisagra que abría las puertas del flamenco. Los gitanos vieron que había camino y se fueron detrás». Este domingo se cumplieron 40 años de la publicación del disco que arrancó la 'camisita' de tradición, la única que impedía a este arte ser lo que es ahora. Y abrirse a la fusión con todo tipo de ritmos. Ricardo Pachón echa la mente cuatro décadas atrás y recuerda a esa 'bisagra' que fue José Monje Cruz (Camarón). Pero el 'carpintero' de todo aquello fue este veterano productor sevillano de 82 años.
En contra de lo que algunos defienden, el cantaor gaditano no creó nada de aquello. 'La leyenda del tiempo' incluyó diez temas: ocho de Pachón, basados en poemas de García Lorca; y dos de Kiko Veneno. De este último, el archiconocido 'Volando voy'. «Eran piezas que yo había compuesto hacía años. No se las había cantado antes a nadie», confirma Pachón. Durante un paseo por La Atunara, el barrio marítimo de La Línea de la Concepción, ambos se plantearon hacer algo nuevo. Rompedor. «Me insistía en que los discos de guitarrita y palmas habían acabado su ciclo».
José Fernández Torres, 'Tomatito', estrenó su guitarra como profesional en esta mítica producción. Fue un salto al vacío. Tras la etapa previa con Paco de Lucía, el guitarrista almeriense se convirtió en insustituible al lado de Camarón. Cuarenta años después sigue aceptando retos. Ayer y hoy se enfrenta en Valladolid con el 'Concierto de Aranjuez' (Joaquín Rodrigo). Delante, 50 músicos de la Sinfónica de Castilla y León. Él, a pelo, con sus seis cuerdas y sin partituras. Todo de memoria.
Tras el sofoco del ensayo y en un descanso confirma para este diario los recuerdos de Pachón. «Es verdad que Camarón no quiso inventar nada. Solo recrear algo nuevo que llegaba y darle melancolía, trino y fluido».
Pero ¿de dónde llegaba esa novedad? La revolución que plasmó este disco tuvo como padre musical a Agustín Castellón, Sabicas, el guitarrista navarro que llevó el flamenco a los escenarios de Nueva York. Sabicas grabó junto al americano Joe Beck 'Rock Encounter' ('Encuentro de Rock') en 1970. «Me volvió loco su concepto y lo quise aplicar», insiste Pachón.
Con la nueva década, los sonidos eclécticos y eléctricos empezaron a asomar en España. En Barcelona conoció a los 'Smash'. Lole y Manuel habían hecho temblar los cimientos del flamenco clásico con 'Pasaje del agua' (1976). Un año después, llegó 'Veneno', de Kiko Veneno.
Por el estudio de Umbrete (Sevilla) de Pachón iban desfilando todos ellos, además de los músicos de 'Alameda' o Gualberto García, que había tocado con 'Smash' y conocido a Jimi Hendrix en el festival de Woodstock (1969). Fue un suma natural de talentos «por acumulación».
Mientras desde Sevilla los Triana sacudían la escena rock y sinfónica, a pocos kilómetros se preparaba el asalto a los intocables palos y esencias flamencas.
Pachón recuerda que los ensayos de sus canciones duraron un mes. Con la savia nueva de Tomatito, las seis cuerdas de Raimundo Amador, la indisciplina de Kiko Veneno y el latido eléctrico de 'Alameda', que ponían guitarra eléctrica, bajo y batería. No faltó la modernidad (entonces) de los teclados de los Marinelli.
Todo era nuevo. Incluida la técnica. Camarón de la Isla había grabado sus nueve discos con Paco de Lucía (1969 a 1977) en una mesa de cuatro pistas. «'La leyenda...' la grabamos en un multipistas (24 pistas). Él no sabía lo que era eso. Hubo una cierta improvisación. Los rockeros eran aficionados al flamenco y se les pudo ayudar a afinar. Todo era un trabajo colectivo como mucha ilusión, cariño y respeto», resume Pachón.
Aquel mes convirtió a Umbrete en una 'comuna' familiar y musical. Raimundo Amador renunció a su luna de miel para seguir trabajando. El embarazo de su mujer, «la Antonia», en aquellas semanas evitó una crisis conyugal. La sala de grabación fue una versión reducida del 'flower power' californiano a pequeña escala, con esencias de LSD y marihuana. Y la mayoría de los protagonistas (Tomatito, no) estaban en esa 'cofradía'.
Después se marcharon todos a los estudios de Universal en Madrid donde el trabajo final quedó registrado en 20 días. «Creo que fueron los dos meses más felices de la vida de Camarón. Le encantaba estar rodeado y aquel grupo era la esencia de su manera de sentir», insiste su productor.
Salió bien porque el 'esqueleto' de aquellos diez temas no perdía la esencia de un sonido a guitarra flamenca. La voz desgarrada del cantaor hacía el resto. Tampoco importaba que casi no supiera leer. «Lo suyo era inteligencia natural. Cantaba a Lorca sin haberlo leído. Pero lo sentía como nadie».
Además del talento musical, Monje Cruz intuía un futuro que los demás desconocían. Lo confirma Tomatito, que recuerda a un cantaor que «me eligió para que le pusiera un poco más de luz a aquello que él veía más allá de todos».
– Pero el disco encontró bastante incomprensión. Incluso gente que lo devolvía a la tienda.
– Bueno, él decía 'ya lo entenderán, ya lo entenderán. Sobre todo los jóvenes'. Insistía en que no hay que encorsetar al flamenco.
'La leyenda del tiempo' fue un antes y un después pero nunca un gran negocio. Los colegas le decían que «estaba loco». Cuando José Monje falleció en 1992 alguien hizo recuento de ventas del disco: apenas 5.482 ejemplares.
La última digitalización que le hizo Ricardo Pachón en 2013, aún disponible en las tiendas, mejoró un sonido que «en el original era muy malo porque yo también estaba empezando entonces». Un incunable que incluye un libro de fotos con las imágenes que Mario Pacheco hizo de aquella tribu.
La estética de 'La leyenda del tiempo' también rompió esquemas. La portada desmelenada y con barba la copiaron sus mayores defensores: los calés. Le seguían como un gurú o un mesías. De repente todos los gitanos se dejaron barba y se entregaron al disco. «'Si lo canta Camarón... Si se deja barba Camarón'», se escuchaba por todas partes recuerda su mentor.
Casi 20 años después, discos como 'Omega' (1996), de Enrique Morente, confirmaron que la 'bisagra' de la puerta que abrió Camarón no volvería a cerrarse.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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