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Hubo una época en la que, según diferentes fuentes, el rabel se olvidó, se dejó de tocar y quedó colgado de la pared, o como leña en la chimenea.
La llegada de la radio, la televisión y otras modernidades a nuestros valles aislados desplazó las costumbres y las dejó aletargadas. Esto supuso un punto de inflexión en la práctica de nuestro folklore. Cuando comenzamos a practicarlo de nuevo varias cosas habían cambiado.
Caso diferente es el de la bandurria asturiana (modo en que allí llaman al rabel), catalogada por muchos como un 'revival', y donde sí que ha habido una descontinuación en su práctica. Un modelo popularizado a partir de un original encontrado, y una forma de tocar muy lógica y bonita que bebe de las fuentes medievales.
Los paralelismos se suceden también con otros instrumentos y en otras culturas. La sackpipa, pequeña gaita sueca con las cualidades perfectas para ser un instrumento de cocina, es en sí otro revival, cosa que no se nos ocurriría pensar cuando la escuchamos con sus melodías tradicionales.
O el moraharpa, instrumento definido así por haberse encontrado en el pueblo de Mora, en Suecia. Este instrumento aparece ya catalogado como 'Schlusselfidel' (violín de teclas) en el Syntagma Musicorum de Praetorius en pleno Renacimiento pero es reivindicado ahora como instrumento folklórico a partir de una ejemplar hallado.
Pero, si tenemos un instrumento tradicional que no ha sufrido exactamente una descontinuación, ¿cuales serían los paralelismos con estas otras prácticas reconstruidas?
En primer lugar tendríamos que analizar cómo despierta de nuevo ese rabel. En Polaciones, paradójicamente, si es la radio la que lo duerme, es también ésta quien lo despierta. Jesús García Preciados es nombrado, según la fuente oral Mercedes de Miguel, como el encargado de ir a grabar a estos rabelistas que, de un modo u otro, son joyas vivas de la tradición.
Se relata cómo todos vuelven a interesarse en el rabel a raíz de la visita de la radio. Y se entrevé una sana carrera donde todos tienen algo que ofrecer. Eso sí, con estilos muy diferentes, como es lógico, y diferentes habilidades. Tendremos en cuenta el medio rural, las diferentes edades de los rabelistas, y que este momento no es el más floreciente.
Así y hablando ya de la actualidad y de nosotros, las nuevas generaciones, comienza la nueva práctica y las diferentes interpretaciones que le damos unos y otros, donde nuestra nueva cultura moderna hace de filtro y nos influencia.
Desde imitaciones de rabelistas antiguos, caso tremendamente complicado musicalmente hablando, y cuya dificultad radica en que las contadas visitas a una fuente no son suficientes para absorber lo que antaño se transmitía en el propio medio rural y a través de una vida entera: adornos complicados, acentuaciones y diferentes estilos que a músicos profesionales les llevaría su tiempo; hasta interpretaciones más personales, incluso de las mismas piezas, pero con estilos de canto y de toque muy diferentes, y con ausencia del adorno preciso y de sus características originales. Y entre estos extremos, muchos puntos intermedios.
Así llegaríamos a un paralelismo, como explicábamos, donde al fin y al cabo reinventamos, reconstruimos, evolucionamos y revivimos creando modas, pero tomando en algunos casos el germen adecuado de lo ancestral.
Hablando de revivir, la idea de que una persona pueda abarcar varios estilos, de la misma forma que un músico pueda interpretar diferentes obras de diferentes épocas con su estilo correspondiente (Barroco, Romántico, etc.) es muy interesante.
Tenemos fuentes grabadas y podremos seguir trabajando. Pero aún así, respetemos las nuevas formas en las que el pueblo practica las tradiciones porque, a diferencia de las reconstrucciones, o de la música Barroca, este folklore nuestro…aún esta vivo.
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Melchor Sáiz-Pardo y Álex Sánchez
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