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Alan Sparhawk y Mimi Parker, las dos almas fundadoras de Low Nathan Fay
De las singularidades de Low a la soledad de Alan Sparhawk
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De las singularidades de Low a la soledad de Alan Sparhawk

La ausencia de Mimi Parker marcó el final de Low, tras tres décadas de un sonido muy personal a caballo entre el slowcore y la experimentación. Repasamos el legado de la banda de Minnesota y el camino en solitario de la otra mitad, Alan Sparhawk

Domingo, 24 de noviembre 2024, 07:48

«Sus voces compartidas son escalofriantes, compuestas directamente desde el corazón», dijo una vez el crítico Denise Sullivan sobre el infalible combo vocal y armónico que formaban Alan Sparhawk y Mimi Parker, las dos almas fundadoras de Low. Juntos, como pareja musical y sentimental, levantaron desde 1993 uno de los grupos de indie rock más original y ecléctico de la escena internacional con sede en Minnesota: él, con su guitarra y su voz; ella, con su batería y su voz también. Junto a ellos, varios bajistas que fueron dándose el relevo durante años: John Nichols (de 1993 a 1994), Zak Sally (de 1994 a 2005), Matt Livingston (de 2005 a 2008) y, el último, Steve Garrington, que los acompañó hasta los últimos días de la formación.

El sosiego de los tempos y esos arreglos minimalistas y detallistas que caracterizaron el sonido de Low fueron siempre su base identitaria. Tanto que, junto a otras bandas como Bedhead, llegaron a convertirse en algo así como creadores de un nuevo género en el mundo que fue bautizado con el nombre de slowcore, pero con el que ellos, finalmente, terminaron estando en desacuerdo. El caso es que, pese a la huída de etiquetas, Low han pasado a la historia como un grupo de contrastes, de dualidades, de susurros y golpes de efecto, de dulzura y contundencia al mismo tiempo.

Una banda que corrió sigilosa por la actualidad de cada momento, pero que con su presencia marcaba ciertamente el buen estado de salud de la vanguardia y la experimentación a su manera, siempre a su manera. Y así, hasta que Mimi, en noviembre de 2022, perdió su batalla contra el cáncer de ovarios, dejando huérfano a Alan Sparhawk, a Low y a todo el batallón de fieles que les acompañaron durante su prolífico camino.

Un camino con la ruta perfecta

Desde su debut en 1994 con el disco 'I could live in hope' y temas como 'Lazy', hasta su último trabajo en 2021 con 'Hey what', pasando por aquella primeriza e inolvidable versión del 'Transmission' de Joy Division o aquella del 'Blowin' in the wind' de Bob Dylan, sucedieron treinta años de canciones imperecederas que guiaron las cotas más bajas del estado de ánimo, pero alimentándolas siempre de pasiones sonoras de toda índole. Con 'Long division' (1995) cayeron en el slowcore que comentábamos, aunque fuera sin querer, y demostraron que en la desesperanza y en la oscuridad no solo hay belleza, sino también lucidez; por eso continuaron esta misma senda con su tercer álbum, 'The curtain hits the cast' y canciones como 'Over the ocean' o 'Mom says', para romper con todo y dar una vuelta de tuerca a su sonido con el epé 'Songs for a dead pilot'.

Ambientes fantasmagóricos en un mantra menos experimental y una apuesta por la sección de cuerdas que engrandeció el carisma de Low y los encaminó al, posiblemente, uno de sus discos más queridos y aclamados, 'Secret name' (1999). La melancolía continúa siendo marca de la casa, los instrumentos crecen para darle voz y con este mismo juego de emociones y vibraciones rítmicas llegaron hasta 'Things we lost in the fire', para el que contaron con Steve Albini a la producción, dando como resultado su colección de temas más accesible y cercana. 'Sunflower' (la primera) o 'In metal' (la última) son claros ejemplos de ello.

En 2002 llegó 'Trust', una especie de declaración de principios religiosa que atendía a las creencias personales de ambos y con su fichaje con Sub Pop, tres años más tarde, conocimos su faceta más eléctrica e infalible con el disco 'The great destroyer', algunos hasta los tacharon de estar arrimándose demasiado a cotas mainstream por el pop contagioso e impropio en ellos que derrochan temas como 'Just stand back'. ¿Y qué? ¿Acaso no tenían derecho ellos también a asomar la cabeza al mundo de los colores y la purpurina? ¿Debían habitar siempre en el subsuelo emocional y terrenal? Pues sí. Aquello no fue más que un pequeño espejismo, aunque sirvió para alargar la sombra de Low por el mundo entero y que gentes que aún no los conocían por fin lo hicieran. Sin embargo, ellos volvieron a su madriguera enseguida, a su rincón de confort y 'Drums & guns', publicado en 2007, dejó claro el escenario que querían habitar Alan y Mimi. Loops, sonidos maquinistas y arreglos imprevisibles dieron forma a la crudeza de este disco, en el que la muerte (y todas sus formas violentas) es la gran protagonista. Su trabajo de 2011, 'C'Mon', con otro productor de renombre respaldando (Matt Beckley), presentó a unos Low más dulces y cándidos que, quizá, venían haciendo falta tras el fatalismo de 'Drums & guns'. Y con 'The invisible way' (2013) comenzaron a perder algo de fuelle por lo poco sorpresivo de su trabajo, a pesar de haber contado con Jeff Tweedy a la producción. 'One and sixes' en 2015 y 'Double negative' en 2018 volvieron a situar a Low en el lugar del que nunca debieron marcharse. Siendo el primero otra de sus versiones más pop, y el segundo otro de sus alardes experimentales e industriales a base de un sonido más rugoso, devolvieron a la palestra a un Alan y una Mimi en pleno estado de gracia que se sumaba a toda esta trayectoria ya a cuestas. Pero ya no dio tiempo a mucho más pues, apenas tres años después, llegaría el que iba a ser su último álbum de estudio, 'Hey what'; su inesperado adiós con unos Low más perspicaces y distorsionados que nunca. De nuevo, una vez más, esa dualidad de la que siempre fueron magos.

El abismo de Alan

Asumido que la carrera de Low terminó en 2018 con aquel 'Hey what' y que la ausencia de Mimi iba a provocar que ya nunca nada volviera a ser como antes, Alan Sparhawk se repuso este año lo suficiente como para poder volver a la música sin su otra mitad. El pasado mes de septiembre publicaba su primer —y esperemos que no último— disco en solitario, 'White roses, my God'. Un álbum marcado por la pérdida, atestado de tristeza y recuerdos, con la melancolía de la que siempre fueron adalides Low en primer plano, pero con cierto tono optimista que pretende celebrar la vida a pesar del dolor.

Alan ha pretendido distanciarse de todo lo que fue, rompiendo sus propios patrones

Un repertorio marcado de nuevo por la experimentación, que demuestra el torrente creativo del músico estadounidense a pesar de encontrarse en sus horas más bajas y que con canciones como el single 'Can U hear', los sintes de 'Get still' o las voces compartidas de 'Heaven' ponen de manifiesto cómo Alan ha pretendido distanciarse de todo lo que fue, rompiendo sus propios patrones. Y lo ha conseguido. No podemos pretender encontrar en el Alan solitario, la grandeza que dejaron los mejores momentos de Low. Pero sí encontraremos, y debemos darlo por hecho, la honestidad de un músico que ha sabido reponerse y reinventarse cuando podría no haberlo hecho.

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