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La música, acostumbrada a endulzar nuestra vida y el minuto final de los telediarios, apareció en todas las teles hace dos años con feroz rabia y pocas ganas de fiesta. El otoño de 2020 fue un periodo de inéditas movilizaciones y de Alerta Roja en el sector de los espectáculos en directo.
Los técnicos, productores y empresas, respaldados por muchos artistas, bramaban contra la incomprensión institucional y el olvido en las medidas de protección social y económica frente a la pandemia. También contra la precariedad y fallos propios de un sector siempre al filo (o por debajo de él) en cuanto a estabilidad y condiciones laborales.
El punto culminante de aquel grito colectivo fue aquella movilización del 17S en diversas ciudades que logró despertar mucha atención mediática y política sobre los problemas y reclamaciones de la industria musical.
Han pasado dos años. Han vuelto los conciertos y los festivales de antes. ¿Qué ha quedado de todo aquello? ¿Qué pasó con... Alerta Roja? En DMÚSICA preguntamos a algunos de sus principales actores y asociaciones.
«Aún se nos ponen los pelos de punta viendo las imágenes de aquel 17S. Fue un día histórico para una industria que hasta la fecha estuvo invisibilizada y el comienzo de una nueva etapa donde todos y todas nos hemos «conocido» y nos hemos «reconocido. Todas las personas que participamos del sentimiento de Alerta Roja estábamos convencidas de que era el momento de dejar de lado los intereses individuales para dar visibilidad a la situación», señalan en una respuesta conjunta para DMÚSICA Alba Agustí, Ana Alonso, Cyril Devaux, Lydia Alonso Y Oihana Alberdi, miembros de uno de los núcleos duros de Alerta Roja.
Vamos más allá de la música para ver que con ellos coincide Simón Cabezos, Vicepresidente de PEATE (Plataforma de Asociaciones Técnicas de Espectáculos y Eventos): «Son recuerdos realmente intensos mayoritariamente bonitos, aunque también muy sufridos. No fue tarea fácil generar acuerdos, ni que todas las partes implicadas consiguieran estar plenamente satisfechas, pero a pesar de todo ello podemos considerar que fue un éxito porque (entre otras cosas) dos años después seguimos hablando de ello. Por primera vez en la historia de este país se hizo tangible la unidad del sector eventos y espectáculos, un sector diverso e históricamente disperso».
La industria ha perdido muy buenos profesionales
Se reclamaban muchas cosas, desde filosóficas a puramente materiales. Les preguntamos si consideran que se han conseguido muchas de ellas, pocas… o ninguna.
«Algunos reclamos se cumplieron, otros a medias tintas y otros tantos nunca llegaron. Lamentablemente para muchas familias fue así, porque las medidas fueron escasas y en ocasiones poco acertadas, como ha reconocido el Gobierno en alguna ocasión. Se han ido a pique muy buenos profesionales, una pérdida de talento que a día de hoy ya estamos lamentando», se duele Simón Cabezos. Ya hemos visto este verano las enormes dificultades de los festivales para encontrar personal y medios técnicos de garantías ante la escasa oferta y la brutal demanda de los mismos.
Aquí damos paso a Manuel López, abogado y referente nacional en la materia del derecho musical como fundador del despeacho Sympathy for the Lawyer.
«Las movilizaciones sirvieron para empujar alguna medida urgente dentro de aquel contexto de restricciones y paralización de la actividad, como por ejemplo el subsidio especial para los artistas y técnicos. Pero esas ayudas eran de una cuantía muy baja (especialmente para los técnicos) y con unas condiciones muy limitativas. También se avanzó con la inclusión del sector en el ámbito de las famosas ayudas de la línea Covid aunque, debido a su planteamiento, en la práctica muchas empresas y profesionales se han quedado fuera».
Es algo más positivo el análisis de Kin Martínez, presidente de Es Música, la Federación creada a finales de 2019 y que ahora mismo incluye a la mayoría de los profesionales que estaban en Alerta Roja. «Sí se han conseguido muchas cosas. Lo primero: se activó el asociacionismo. También que las administraciones públicas fueran conscientes y conocieran mucho más de la situación tan precaria y la falta de regulación de este sector. Esa identificación de los problemas sí la hemos logrado, por parte propia e institucional. Y ahora se están construyendo las bases futuras del sector. Si no hubiéramos pasado todo lo que sufrimos, seguramente seguiríamos ahí, dejando pasar esas carencias estructurales».
Las mejoras que restan y que son más urgentes
Algunos pasos, algunas mejoras, más conciencia y algunas nuevas normas, pero mucho por conseguir. Desde Alerta Roja nos lo señalan: «la prioridad más inmediata esté siendo la regulación de la intermitencia (de la actividad y de los ingresos) a través del Estatuto del Artista y de los trabajadores de la Cultura, sin olvidar que, inevitable e inexcusablemente, deberá hacerse extensible a todos aquellos eventos que no sean eminentemente culturales. Es prioritaria la negociación de un convenio colectivo que, contemple las diferentes modalidades de contratación y regule las jornadas de trabajo».
«También es vital la clarificación de la figura del trabajador autónomo, así como la unificación de criterios de las diferentes comunidades autónomas en lo referente a la aplicación de la normativa de Espectáculos Públicos y Actividades Recreativas, seguridad, autoprotección, coordinación en materia de prevención de riesgos laborales, cobertura sanitaria, instalaciones eléctricas temporales, etc…». Como vemos, trabajo por delante queda y mucho.
Y se va tarde. ¿2 años tarde? Quizá algún año más. «En el Estatuto del Artista se está trabajando en un reconocimiento de la intermitencia que países vecinos como Francia tienen desde hace casi 100 años, aunque todo apunta a que en cuestiones de trabajo y/o seguridad social van a ser insuficientes y muchos trabajadores seguirán expuestos, sin normas o regulación acordes a su actividad. Es un sector amplio y complejo de regular, pero debe existir compromiso y valentía política», comenta Simón Cabezas desde la Plataforma de Asociaciones Técnicas de Espectáculos y Eventos.
Y compromiso también en los propios interesados. Kin Martínez lanza una advertencia: «Veo que el sector tiende, no sé si a olvidar, pero sí a tirar hacia adelante. Parece que nos olvidamos de lo que pasó y de que hay que seguir trabajando para lograr todas esas normativas específicas que ayuden a proteger a quienes trabajan en la industria musical».
Además de esa normativa que todos reclaman y ven más próxima lograr, desde Es Música añaden otros objetivos importantes: «No tenemos un observatorio de datos. No sabemos ni número de trabajadores, lo que generamos, etc. También hay que lograr más trabajadores cualificados para este sector, que los demanda. Apoyar más, como hacen otros países, la promoción e internacionalización de nuestra música y el desarrollo del talento en nuestros artistas».
Desde el despacho de Sympathy for the Lawyer (destaca el nombre y el amor a la música que denota), Manuel López transmite un condicionado optimismo. «En las reuniones del Estatuto del Artista en las que vengo participando sí que he notado mayor sensibilidad e interés hacia el sector de la música por parte del Gobierno. La pandemia ha hecho también que los artistas y profesionales sean más conscientes de lo que tienen en juego y que necesitan profesionalizar más la gestión empresarial y legal de sus carreras. Pero los avances anunciados en este Estatuto del sector todavía son muy tímidos y no tendrán suficiente impacto en la industria musical como para mejorar de manera efectiva las condiciones de artistas, profesionales y empresas. Necesitamos incentivos fiscales para música similares en la línea de Francia e Italia, una cuota de autónomos reducida para artistas emergentes, la actualización completa y una mayor unificación entre CC.AA. de la normativa laboral…».
¿Y cómo lo ven los artistas que vienen?
Contactamos con dos bandas de las que tratan de abrirse camino y crecer en estos años tan convulsos. Son los cántabros Malamute y los manchegos Sugarcrush. Los primeros son uno de los nombres más pujantes del pop-rock alternativo.
«En general, sentimos que se han recuperado varias cosas que se perdieron por la pandemia, pero nuestra visión es un poco limitada ya que no estamos dentro de la industria, como mucho en el extrarradio y de muchas cosas no nos enteramos», comentan Malamute.
Están girando (14 octubre en Madrid. 12 noviembre en Barcelona) con su alabado primer álbum, curiosamente llamado 'La gran decepción', y hablan de una muy comentada: «La diferencia de caché entre unos artistas y otros en ciertos festivales. Eso nos llama mucho la atención porque salieron grupos que llenan salas grandes, pero les ofrecían un caché ridículo… Ese falso pago de visibilidad a cambio de tocar prácticamente gratis nos parece de tener mucha cara. Nos parece importante recuperar el tejido de salas y que el público vuelva a querer ir a un lugar a ver a un único grupo o a un par de artistas en lugar de acudir solo a macroeventos en los que hay un cartel inabarcable».
Los albaceteños Sugarcrush son una voz muy activa entre las bandas «pequeñas». «Básicamente el recuerdo que tenemos de todo aquello de 2020 es el de ver directos de instagram de mil bandas tocando en acústico en su casa», comentan con sorna, para luego ponerse más serios. «No notamos ninguna diferencia en cuanto a la situación que había antes de la pandemia. Lo que sí vemos es que ahora muchas salas o festivales están saturados de propuestas musicales, por el estancamiento que ha habido estos dos años».
Sugarcrush, además de quejarse en redes sociales, cosa que sabemos desahoga pero apenas cambia nada, han decidido dar un paso para cambiar las cosas. Junto a otros grupos independientes, impulsan el Primera Fila Fest, evento en salas originado en Cantabria que ha pasado por varias ciudades y cuya siguiente cita es en Madrid el 14 y 15 de octubre. «Busca dar cabida a esas bandas que no suelen estar en festivales grandes. Y lo que tiene de particular es que es un festival totalmente autogestionado por las propias bandas».
Al igual que Sugarcrush no ve mejoría y busca soluciones propias, desde PEATE los técnicos también lanzan una advertencia: «Volveremos a ser visibles en las calles si no se cumple con una justicia social y laboral que nunca hasta hoy se quiso afrontar».
Este mismo 7 de octubre, aprovechando la Jornada Mundial por el Trabajo Decente, los sindicatos UGT, CCOO, CNT y CST-Músicos denunciaban la situación de los trabajadores de la música en un duro comunicado conjunto. Según el texto, patronales y empresas «actúan de espaldas» al Convenio Colectivo Estatal de 2012. «Basta ya de justificar lo contrario con esa burda realidad paralela acuñada acuñada como 'ecosistema del tejido cultural' que, liderado por un modelo de negocio ilegal basado en el chantaje, sólo genera precariedad y es insostenible incluso contando con las generosas ayudas públicas y de patrocinadores».
Y así, entre el optimismo de algunos y el pesimismo de otros, entre la euforia por el regreso del directo y las eternas penurias de los más débiles, la industria encara el invierno y el segundo aniversario del 17S. Una de las giras de este invierno será, sin duda, la de Viva Suecia con su nuevo disco. La gente de la industria musical ha derramado esfuerzo, gritos y casi sangre, tanta sangre, para reivindicar una mejora en este siempre bello pero precario sector.
Esperemos no acaben cantando el «No hemos aprendido nada».
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Fernando Morales y Sara I. Belled
Ana Rosa García | Santander
Clara Privé | Santander y Lucio V. Del Campo | Santander
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