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El Ziggy Stardust de cuero negro

El Ziggy Stardust de cuero negro

Vince Taylor, la estrella más oscura del firmamento europeo del rock'n'roll

Domingo, 15 de noviembre 2020

Reza el dicho popular que en cualquier lugar, por inesperado que éste sea, nos aguarda un giro del destino que cambiará radicalmente nuestras vidas. Es fácil sacar aristas a una afirmación tan lapidaria como ésta, pero si desde luego alguien no puede negarla es Vince Taylor, porque a él este giro del destino se le presentó. Y no una sino cuatro veces.

Una: siendo niño su familia, subproletariado del cinturón obrero de Londres, decide emigrar a Estados Unidos en busca de un futuro mejor. Dos: su hermana Sheila se ennovia con Joseph Barbera, creador de Tom y Jerry y pronto cabeza del emporio que levantaría con William Hanna. Tres: Barbera tiene que viajar a Londres para negociar los derechos europeos de su empresa de dibujos animados y pide a Vince que le acompañe.

Poco más que un viaje de placer para Taylor, que recién concluidos los estudios de aviación pagados por su cuñado se preparaba para paladear los placeres de la alta burguesía californiana. Si no fuera porque para entonces ya estaba envenenado por el rock'n'roll y visitando los garitos rockers de Londres le surge la oportunidad de subir a un escenario. Ya lo había hecho en Estados Unidos, pero la maquinaria de la industria americana estaba lo suficientemente engrasada como para no dar cabida a un chaval voluntarioso con un valor todavía por demostrar.

En la Inglaterra de finales de los cincuenta, sin embargo, el rock era todavía algo por conocer. Sus primeros conciertos, volcánicos, no tenían parangón con nada visto en las islas hasta entonces y de la noche a la mañana se vio convertido en una leyenda underground. Sólo le faltaba un clásico y éste no tardaría en llegar: entre su repertorio de versiones aceleradas del rock'n'roll primigenio filtró un tema propio, 'Brand New Cadillac', erigido inmediatamente en estándar del garaje más sucio y versionado por bandas rockers de todo el planeta.

A Taylor le esperaba todavía el anunciado cuarto giro del destino cuando es invitado a actuar en un festival rocker en el Olympia parisino. En un principio como secundario relegado a la tipografía pequeña, hasta que al verlo en acción en las pruebas de sonido armado de maquillaje, brillantina, cadenas y traje y guantes de cuero negro los organizadores, ojipláticos, decidan auparlo inmediatamente a cabeza de cartel.

Pero con lo que Taylor no contaba era con que Francia vivía sumida en el terror de los 'blousons noirs', ni que esta versión autóctona y muy proletaria de los Hells Angels encontraría en él su principal referente. Erigido inmediatamente en ídolo para la mitad del país, la otra, la Francia biempensante, vuelca sobre el músico todo su odio. Sus conciertos se viven bajo un foco de crispación sin igual, y el recién bautizado como 'arcángel negro' los convierte en una liturgia de rock'n'roll extremo saldada invariablemente con incidentes, peleas y pabellones destrozados. Pero el despliegue de agresividad no tardará en volverse en su contra: el inestable carácter del cantante se agrava al entramparse en la avalancha de alcohol y anfetaminas que acompañaba a cualquier músico de aquellos años y el descubrimiento del LSD abrirá un camino sin retorno.

El cóctel reventó el cerebro de Taylor, abocado a una profunda depresión que creyó aliviar abrazando la religión. Lo más sorprendente es que no suplió con ella los antiguos excesos, sino que la añadió a todos ellos. En pleno delirio cree ser primero San Mateo, después el propio Jesucristo. Devorado por las alucinaciones, pierde definitivamente el control. No tardará en echar a perder su contrato discográfico ni en acabar alcoholizado por las calles parisinas. Tampoco en ser ingresado en un largo rosario de sanatorios psiquiátricos que serían su único hogar durante más de dos décadas.

Hubo mejorías ocasionales que Taylor aprovechó para intentar regresar a la carretera. Pero la estrella se había apagado. El último intento llegó en 1979, cuando en pleno revival del rock de los 50's volvió a los escenarios parisinos. No hubo forma: a punto de cumplir los cuarenta, parecía un espectro de sí mismo. El cantante se retiró a Suiza, donde aprovechando sus estudios consiguió un empleo como mecánico de aviación. Poco antes de morir, confesó que éstos habían sido los únicos momentos felices de su vida.

Se cumplen este mes cincuenta y cinco años de la aparición del primer LP de Taylor, 'Vince…!', una supuesta grabación de los atómicos conciertos que dio con los Rolling Stones en el Olympia cuatro años después de haber pisado por primera vez su escenario (en realidad, unas sesiones de estudio igualmente atómicas a las que se añadió sonido ambiente). Sería hoy octogenario, aunque la previsión es más que optimista pues falleció en 1991, apenas pasada la barrera de los cincuenta.

Su carrera queda como un meteorito cubierto por el olvido, aunque su legado se ha mantenido vivo gracias a las generaciones posteriores. Van Morrison lo homenajearía en su álbum 'Back on Top', Morrissey ha empleado imágenes de sus conciertos para abrir los suyos, Oasis sacaron su pub del Soho en la portada de '(What's the Story) Morning Glory?', Adam Ant se jactó siempre no sólo de haber conseguido una cadena que lucía Taylor en sus conciertos, sino de haber abierto la cabeza con ella a Sid Vicious en una pelea de borrrachos. Precisamente fue la oleada punk la que lo encumbró definitivamente cuando los Clash incluyeran una rendida versión de 'Brand New Cadillac' en 'London Calling'. Pero la estrella de Taylor sobrevivió sobre todo gracias a David Bowie, que lo conoció en persona en sus años de declive y se inspiró en él para escribir 'Rock'n'roll Suicide' y sobre todo para construir su personaje de Ziggy Stardust. El propio Bowie sería quien delineó el que a estas alturas es posiblemente mejor retrato del cantante maldito por excelencia: 'Vince Taylor fue una pesadilla, un hombre fuera de todo control. No consigo recordar si en cierta ocasión dijo que era un marciano o el Hijo de Dios, pero lo cierto es que bien podría haber sido las dos cosas a la vez'.

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