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De su madre, Montserrat Caballé, aprendió la importancia de la disciplina y el respeto a los compositores y compañeros. Un legado que tres décadas después de pisar un escenario por primera vez sigue teniendo muy presente. La soprano Montserrat Martí (Barcelona, 1972) regresa ... este miércoles a Santander para ofrecer un recital incluido en las actividades culturales con las que la Universidad Menéndez Pelayo (UIMP) completa sus cursos académicos. Será en el Casyc de la Fundación Caja Cantabria a las 20.00 horas. El repertorio elegido consta de canciones italianas y un variado repaso por la música española y la zarzuela. Y, según explica con una gran convicción, está deseando llegar a una ciudad que la encanta y en la que tuvo la oportunidad de actuar con su madre. «Con ella canté 24 años», recuerda con un punto de emoción. Para el recital de esta noche se acompañará del barítono Luis Santana y el pianista José María Berdejo.
Con un buen número de recitales por delante, que después de Santander viajará a Sevilla, Huelva, Vigo y Valencia entre otras ciudades, la soprano reconoce que en los últimos años la ópera, el género lírico en realidad, está viviendo uno de sus mejores momentos. «Internet, las redes sociales, la posibilidad de seguir conciertos que se ofrecen en Nueva York desde casa gracias al streaming ha hecho que la gente, sobre todo los más jóvenes, se interese más por la ópera», comenta. También el hecho de que cada vez más auditorios programen temporadas líricas con sus correspondientes abonos, «lo que ha abaratado muchísimo las entradas», sostiene. Y todo eso, según explica, hace que «por fin se haya dejado de ver la ópera como un género elitista como cuando yo era pequeña. Recuerdo que la gente esperaba en Las Ramblas a que saliese el público del Liceo para ver como iban vestidos».
En el escenario «y en todas las partes» tiene siempre muy presente a la gran Montserrat Caballé. «Era una mujer excepcional, muy avanzada en su tiempo y con esas vivencias de quien ha sido nómada por el mundo y conoció tantas culturas». De ella aprendió mucho, sobre todo, «que hay que ser muy disciplinada y trabajar sin descanso. Dedicar muchas horas al estudio. También me enseñó el respeto a los compositores y a los compañeros porque una soprano no está sola en el escenario. Pero fundamentalmente, me inculcó la disciplina que ella aprendió en sus primeros años de carrera en Suiza y Alemania».
Montserrat Martí también tiene bien presente a su padre, el tenor Bernabé Martí que falleció el pasado mes de marzo: «Eran dos personas que se quisieron con locura hasta el último momento y los echo mucho de menos», confiesa.
Tal vez por eso reconoce que procura estar el mayor tiempo posible con su hija Daniela que tiene diez años y por la que hace verdaderos encajes de bolillos para coincidir entre recital y recital. Una niña que como ella en su infancia crece rodeada de música pues su padre, Daniel Faidella, es propietario de la sala Razzmatazz de Barcelona. Con su madre canta el dueto del gato de Rossini y a veces 'La tarántula' de la zarzuela 'La tempranica' mientras su padre, pareja de Montserrat Martín desde 2009, la introduce en la música independiente. «Yo creo que tiene una voz más próxima a las mezzosoprano, pero que sea lo que quiera, y que sea feliz», concluye.
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