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A las 20.00 horas de la tarde las campanas apuntan misa, pero este jueves también anunciaron apertura de puertas en La Plaza. Al repique de la hora en punto, el —futuro— público desfilaba por Cuatro Caminos con ánimo, paso ligero y ganas de comentar ... el cartel de este año: «Raphael estará en los escenarios hasta que se muera», vaticinaban. Probablemente no les falte razón, pero a falta de comprobarlo o al menos de que el artista pise este domingo suelo santanderino, hablemos de los directos más próximos en el tiempo: los de este jueves.
Anoche la plaza de toros de la capital cántabra recibió a tres artistas que están en distintas etapas a las que se enfrenta un proyecto en la industria musical: Ainoa Buitrago está empezando a ser conocida; Iván Ferreiro está en esa época en la que ya escoges qué concierto quieres dar y cuál no, y Vanesa Martín vive un momento pleno de éxito y reconocimiento. Y lo hizo con orden, sin aglomeraciones y pensando en las personas con movilidad reducida —se trata de los pocos recintos en Cantabria que a día de hoy permite su acondicionamiento-.
Sobre Buitrago, propuesta en femenino para La Plaza. La cantautora. que hace apenas unos meses ya estuvo en Santander dentro del ciclo 'Tabacalera Botánica', salió al ruedo, agradeció a los presentes precisamente eso, su presencia, y de alguna manera se confesaba: «es la primera vez en mi vida que estoy en una plaza de toros». Los espacios como este siempre son más acogedores cuando se les da un uso con el que disfrutamos todos.
La cantautora abrió la jornada cantándole a los momentos en los que cuesta salir del pozo con temas como 'Quema', pidiendo un aplauso para su madre haciéndola partícipe de lo que significa en su carrera, y plantándole cara a la sensación de sentirse indefensa con 'Dispárame', su tema más conocido hasta la fecha, algo en lo que tiene mucho que ver el hecho de sonar ininterrumpidamente en Cadena Dial. Y todo lo hizo en media hora: «ha sido un placer, se quedan con dos artistas increíbles». Sea consciente o no, ella también va camino de serlo.
Tiempo después en el ruedo ya no estaba Buitrago sino Ferreiro, que con quince minutos de retraso salió a escena cauto, sigiloso, sin hacer mucho ruido porque para eso ya estaban los próximos sesenta minutos con 'todos los que importan' —esos a los que canta sobre el escenario en 'Casa, ahora vivo aquí', el tema con el que abre sus conciertos—. Por delante, un objetivo: poner música a la que posiblemente sea de las últimas fiestas del verano: «Vamos con ello, ¿no?», preguntó. Y con ello fue.
El gallego abrió en la plaza junto a su banda, compuesta por Ricky Falkner, Xabi Molero, Pablo Novoa, Emilio Saiz, Marta Toro y Amaro Ferreiro; lo hizo con 'Toda la verdad', 'M', 'Equilibrio', y un listado de temas que encontró una mínima interacción con el público ya pasado el ecuador, cuando el de Nigrán empezó a introducir al público en lo que estaba por venir: «vamos a hacerle un homenaje a la banda que nos inspiró para hacer lo que hacemos, Golpes Bajos, y vamos a hacerlo con el maestro Pablo Novoa». El guitarrista, miembro de la entonces banda liderada por Germán Coppini en el Vigo de los ochenta, gira actualmente con Ferreiro, y eso da un plus de verdad cuando suena 'No Mires a los Ojos de la Gente'.
A medida que avanzó la noche, la propuesta de Iván Ferreiro siguió por el cauce de recuperar la obra de compositores pasados. Primero, volviendo a los años ochenta; después, al s. XVIII. En la línea del tiempo viajó hasta el momento en el que Vivaldi compuso 'Las 4 Estaciones' —conciertos de cuerda y orquesta— para darles un lavado de cara: «hemos hecho esta canción a raíz de Máx Richter. Él hizo música contemporánea partiendo de Las Cuatro Estaciones, y nosotros hoy aquí tomamos prestadas sus composiciones para hacerlas más pop. Esto se llama 'Las trincheras de la cultura pop'».
Su show terminó sobre las 22.15 con una de esas canciones de las que a veces, por conocida, reniegas: 'Turnedo'. Y a pesar de estar sonando el archiconocido verso «desde aquí, desde mi casa, veo la playa vacía», lo cierto es que anoche en la plaza no hubo vistas al mar sino al ruedo, que empezó a llenarse a medida que se acercaba la actuación de Vanesa Martín.
El concierto de la malagueña fue una clase de interpretación para 2.000 alumnos. La cantautora recaló anoche en Santander con su gira 'Siete veces sí', saliendo al escenario tras una cuenta atrás en pantalla anclada en ese número, el siete, considerado por muchos el número de la buena suerte, y desde ese momento las piezas encajaron solas.
Tras un cambio instrumental que alargó algo más de la cuenta la espera, a las 23.00 comenzó a sonar 'Inventas', que tras el aplauso ininterrumpido dejó lugar a las presentaciones: «Muy buenas noches Santander, cuanto tiempo sin estar por aquí. Gracias a Ainoa Buitrago por abrir boca, maravillosa, y a Ivan Ferreiro, al que adoro. Ahora estamos nosotros aquí, y espero que mis canciones se fundan con vuestros anhelos y ganas de vivir».
La suya fue la mejor puesta en escena de la noche, con teclados, guitarras, violín eléctrico, un poco de perreo y un mucho de poesía. Y si creen que lo uno y lo otro no tienen cabida en el mismo escenario, vayan a un concierto de Vanesa Martín para disipar sus dudas. Quizá en algún momento giren la cabeza y vean a la persona de al lado llorando, y cuando la vuelvan a girar, esa misma persona estará bailando. Y no habrá nada más humano.
Con un público totalmente entregado desde el principio, Martín no dudó en alabar la tierra donde tocaba «esta tarde estuve comiendo en un pueblo cerca de Riaño. No recuerdo su nombre pero créanme que si yo mando una foto a alguien sin ubicación y le digo que es Costa Rica, se lo creería. Enhorabuena, qué maravilla de tierra»; tampoco dudó a la hora de dedicar al público 'Si Pudiera' y, para regalo de todos, decidió tocar un tema que incluirá en su próximo disco: «les pido por favor que no lo suban a redes, que cada uno lo descubra en su momento».
La de Málaga hizo de la segunda jornada de los conciertos de La Plaza una noche bonita, íntima cuando tocaba y emocionante a jornada completa. Y al terminar, cogió aire «y vuelo». Un final inmejorable.
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