Emma Hidalgo
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Emma Hidalgo
La violinista cántabra que rapea en español desde el corazón de Bélgica«Si por miedo no lo hacía, ahora lo hago por pasión». Vestida de negro, con los ojos cerrados y una dicción perfecta, Emma Hidalgo lanza sus rimas desde el escenario a un público que sigue atento la sonoridad. Y todo esto cobra un cariz ... de curiosidad cuando descubrimos el perfil de la artista: una cántabra, violinista clásica, que vive, compone y rapea en Bruselas.
La curiosidad por vivir en el extranjero y conocer nuevas culturas fue un motor constante en la motivación de esta mujer de 28 años que comenzó a tocar el violín con diez y antes, aún, ya se acercaba a la música desde el coro de su pueblo, Cabezón de la Sal.
«Voy tomando el camino según van llegando las cosas», explica. Ese camino la llevó, primero, a Alemania y en 2020 a Bélgica, donde reside desde entonces. Allí está estudiando su segunda carrera de música en el Conservatorio Real de Bruselas. Tras el título superior en violín en la modalidad de clásica, ahora se forma en la variante de violín jazz.
Compagina sus estudios con el trabajo en un bar. Los horarios encajan. Durante el día estudia y por la noche se encarga del «trabajo más mecánico, así la concentración la gasto por la mañana», bromea.
A comienzos de este año, el 15 de enero, lo recuerda bien porque fue un punto de inflexión, Emma escribió su primera canción de rap. «La grabé con un amigo del conservatorio por pasar la tarde de un domingo». La compartieron en Instagram y tras esos dos minutos de relato sonoro empezaron a ocurrir cosas. «Tuvo muy buen recibimiento», explica. «Mucha gente me animó a salir a rapear porque habían visto el vídeo». En un ecosistema de jams y sesiones de micro abierto casi diarias, todo invitaba a dar ese salto. «Al principio estaba muy nerviosa, pero con la práctica acabé sintiéndome más cómoda».
En mayo se sumó a un proyecto de live sessions. En octubre se publicó en todas las plataformas 'Painful 2 remember'. Y volvieron a sucederse las llamadas para participar en otras iniciativas similares. Una sesión de rap con intercambio de micrófonos, una actuación en el lanzamiento del disco de otro artista en el mes de febrero... «Al final, es curioso porque he acabado haciendo rap en español en Bruselas», ríe. Y ese es parte del quid que la distingue: el idioma en el que lanza sus rimas.
«La sonoridad del español le gusta mucho aquí a la gente», detalla. Esas erres y zetas marcadas que distinguen la pronunciación. «Me apoyo mucho en los acentos y la expresividad, que sientan lo que hay detrás, que sale realmente de mí y canto esos textos que yo misma escribo». Juega con el timbre de su voz para trasladar las sensaciones al oyente. En sus textos habla de sí misma, de su día a día o sus preocupaciones. «Me ayuda mucho; es una forma de expresar lo que siento y como en general no lo entiendes, hablo de cosas privadas, pero me escondo tras esa característica». Asume que le queda «muchísimo por aprender» y quizá en tres meses «haya cambiado del todo el estilo».
Frente al largo camino de aprendizaje que representa la música clásica, donde lleva años ir subiendo cada escalón, Emma Hidalgo se ha encontrado de pronto con la explosiva inmediatez del rap. Como si los dos géneros encajaran con sus propios tempos a medida. «Lo que más ha ayudado es estar aquí, con una escena underground donde siempre se está cociendo algo».
En su participación en esas sesiones conjuntas intenta siempre «formar parte» del grupo de personas participantes, nunca hacerse con un tiempo propio para su solo como algo independiente sin más. «Veo que a la gente eso le gusta: saben que no me voy a apropiar del espacio sino a hacer algo colaborativo».
Su violín acústico también se subió al escenario el pasado mes de febrero para rapear, con trucos técnicos que le permiten reverberar, distorsionar o sumar sonidos, como si de una guitarra eléctrica se tratara. Estoy en la búsqueda de nuevos sonidos. También ha grabado dos sesiones freestyle con Nebhla y La Ronnronerie.
Mientras tanto, en un mundo donde todo se acerca a través de lo digital, es posible seguirla en sus redes (@emmiplaneta) y en la de los distintos proyectos en los que participa. A la suma de curiosidades en este periplo se añade que tiene más miedo escénico con el violín que con el rap. «Creo que llevar tocando toda la vida me marca unos estándares de exigencia conmigo misma; es lo que se supone que sé hacer y tengo que hacerlo bien». Sin embargo en el rap «me permito mucho más, aunque ahora también empiezo a ver esas exigencias».
«Ni siquiera yo misma sé lo que estoy buscando», dice. No se plantea, por el momento, volver a España, donde, lamenta, «hay una gran fuga de talento en materia musical». Reconoce que se lo está pasando bien, en un proyecto propio, con amigos. «Nunca he buscado la fama o ser una estrella, pero sí tener un pequeño público al que le guste lo que hagas y que te escuchen», afirma en cuanto a sus objetivos. «Tengo mucho que aprender y menos mal, porque es lo que más me gusta de la música; que no tiene fin nunca».
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