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Según un informe presentado en el Foro de Davos, desaparecerán 7,1 empleos pero surgirán 2,1 nuevos
¿Me va a sustituir una máquina?

¿Me va a sustituir una máquina?

La 'cuarta revolución industrial' destruirá siete millones de empleos, así que la formación es la clave para elegir bando en ese futuro que ya está aquí

Marta San Miguel

Martes, 19 de abril 2016, 11:32

El fenómeno ya tiene nombre: lo llaman la 'cuarta revolución industrial' y se empieza a usar con cierto asenso desde que en el Foro Económico Mundial de Davos un informe desvelara que ese futuro, que podría parecer distópico, es ya una realidad. Los avances en campos como la genética, la inteligencia artificial, la robótica o la impresión 3D "sentarán las bases de una revolución más amplia y global que cualquiera que hayamos visto jamás". Según los expertos, 7,1 millones de empleos corren el riesgo de desaparecer de aquí a 2020 por la automatización de los procesos y el cambio en el modelo productivo. La evolución-revolución es esto, y así lleva pasando desde hace siglos pero, ¿hasta qué punto puede una máquina hacer a un humano sustituible?

Empecemos por la propia profesión: ¿podría un sistema informático hacer lo que estoy haciendo en este momento, esto es, escribir, plantear dudas, cotejar datos y contraponer puntos de vista para que el lector saque su propia conclusión? La respuesta es sí, al menos la cadena estadounidense FOX así lo hace en sus retransmisiones deportivas a través del sistema Big Ten Network.

La Universidad de Northwestern desarrolló la aplicación 'Narrative Sience' por la que una máquina sigue el evento deportivo, lo transcribe y se publica de forma casi inmediata una vez termina el partido. Después, editores de carne y hueso repasan estilo y forma. Su consecuencia ha sido "un incremento visible en la popularidad de las noticias de la cadena en los motores de búsqueda".

La calidad de lo que escribe o la profundidad o repercusión de cada línea daría para otro reportaje, sin embargo, lo que evidencia este 'progreso' es la asunción de que ese futuro del que se habla como amenaza forma parte del presente. Y sus cambios ya se perciben.

Los periodistas no somos los únicos en la lista de sustituibles en la que los conductores ocupan un lugar eminente ante los avances que estos días vemos a diario, ya que los prototipos y la tecnología compartida entre la automoción e internet lo hace viable. Un coche autónomo ya ha cruzado España y según los expertos, podrán ser una realidad en 2020.

La 'cuarta revolución industrial' generará 2,1 millones de nuevos empleos en las áreas de computación, ingeniería, arquitectura y matemática, pero también volverá algunos empleos innecesarios: los administrativos o de servicio al cliente en su mayoría, ya que la tecnología permitirá monitorizar este servicio, y también los relacionados con cadenas de producción. Y a tenor de lo que cuenta la Historia, las máquinas forman parte de esa ley de vida que rige el tiempo porque este fenómeno es el que ha precedido cada revolución industrial.

Que se lo digan a los operarios de la industria textil inglesa del siglo XVIII. Vieron cómo las máquinas comenzaban a hacer lo que antes sólo ellos sabían, o a los periodistas de radio que vieron en la televisión al sepulturero de su medio, o cómo en la actualidad se ve Internet como el matarife del papel.

El progreso tecnológico vuelve a sonar a entierro cuando una gran empresa como el Banco Santander o su competidor BBVA anuncian recortes en sus plantillas advirtiendo, entre otras causas, las nuevas reglas del juego que la banca on line ha puesto sobre la mesa y que obliga a cerrar sucursales.

El progreso es imparable, y si los cajeros automáticos sustituyeron las manos del banquero para entregar el dinero a sus clientes, si las tareas domésticas se volvieron más amables, si los ordenadores condenaron a las Olivetti a un lugar de fetichismo y recuerdo, es lógico abrir las puertas a lo que está por llegar. Porque a pesar de las cifras apoteósicas de destrucción de empleo que la revolución digital traerá consigo, lo cierto es que la realidad se vuelve prescindible en un momento dado: darle la espalda solo retrasará la obligatoria asignatura de ponerse al día. ¿Qué hacer entonces con esa mano de obra, hasta ahora insustituible?

Ahí está la verdadera revolución, porque detrás de esa palabra, revolución, no sólo hay un gran cambio tecnológico que afecta a la forma en la que trabajamos, sino también (y sobre todo) en qué trabajamos. La incorporación de las máquinas a las fábricas modificó la producción en cadena y también provocó de forma paralela un flujo masivo de las fábricas a otros sectores. De hecho, de aquí a veinte años muchos de los niños que hoy aprenden con pizarras electrónicas en las aulas ocuparán trabajos que en este momento aún ni existen.

'Todo va a cambiar'

Los ejemplos de toda revolución se repiten en el tiempo con el mismo patrón inevitable: "Los daguerrotipos ofendían a los retratistas del mismo modo que la imprenta a los copistas o el ferrocarril a los carreteros, porque amenazaba su trabajo y su modo de vida.

Dentro del mundo de la tecnología, el telégrafo fue criticado porque demasiada velocidad haría que las personas no tuviesen nada que decirse, y el teléfono lo fue porque nada era suficientemente importante como para no poderse comunicar mediante el telégrafo, que además dejaba un registro escrito, mientras que el teléfono no se podía grabar", explica el profesor del IE y experto en proyectos tecnológicos, Enrique Dans, en su libro 'Todo va a cambiar'.

Dans, adalid de la formación como único garante de ese viaje hacia el progreso que ya ha empezado, identifica en su blog cómo no se trata de ser "agorero" sino de "aceptar ese escenario como una parte natural de la vida, y aprender a vivir lo mejor posible en él". ¿Pero cómo hacerlo con el pronóstico en Davos?, ¿cómo hacerlo si la mano de obra cualificada se enfrenta a un sistema educativo en el que el lenguaje de programación se ve aún como un ejercicio de ciencia ficción?

Las transformaciones en el mercado de trabajo están aseguradas, y no sin violencia. La tecnología entra para facilitar la producción, pero en esa conversión se lleva por delante lo que se imponía hasta ese momento como norma, sembrando a la vez de discordia y oportunidad el terreno.

Así lo advirtieron los expertos que participaron en la reciente cumbre de Davos, que si bien ponen la voz de alarma en los 7 millones de empleos subrayan de igual modo la creación de forma paralela de dos millones vinculados a esos sectores tecnológicos emergentes.

¿Y qué sucede con los cinco millones restantes? Y sobre todo, ¿cómo alcanzar la capacidad para adecuar a esas nuevas reglas del juego un sector productivo basado en el conocimiento de alta cualificación? "Sin una acción urgente y específica para organizar la transición y contar con trabajadores con la formación necesaria, los gobiernos tendrán que lidiar con más desempleo y más desigualdad", dijo Klaus Schwab, director del Foro de Davos, celebrado el pasado mes de enero.

Vivir entre el ocio y el desempleo

La discordia está clara, pero la oportunidad empieza a alumbrar las primeras luces al cuestionarse los expertos cómo se utilizará ese tiempo que las máquinas nos van a entregar. "Nos estamos acercando a un momento en el que las máquinas serán capaces de superar a los seres humanos en casi cualquier tarea. Creo que la sociedad necesita hacer frente a esta cuestión antes de que se nos venga encima: si las máquinas son capaces de hacer casi cualquier trabajo humano, ¿qué harán los seres humanos?".

Lo pregunta el científico informático de la Universidad de Rice, Moshe Vardi, quien cree que dentro de 30 años las máquinas serán capaces de hacer casi cualquier trabajo que realice un humano. Según dice, el ritmo de avance en el campo de la inteligencia artificial (IA) es cada vez mayor, además de que la robótica y las tecnologías existentes de la IA están eliminando un número cada vez mayor de trabajos de clase media y, por lo tanto, llevando a la desigualdad de ingresos. Su duda no sólo es si será la economía mundial capaz de soportar esos niveles de desempleo sino si el ser humano será capaz de vivir del ocio, sin hacer nada, siempre.

Si la Historia está llena de ejemplos en los que la tecnología ha avanzado a pesar de toda oposición social, lo que también se extrae es la necesidad de hacerlo de una forma lo menos agresiva posible. Según señala Dans, la clave para esa adecuación pasa por desarrollar las habilidades que demanda ese nuevo mercado y en "cómo cambiar la educación para conseguir que se convierta en un activo en manos de la mayoría de la población", esto es formación, educación y un esfuerzo por parte de las empresas para adecuarse a las nuevas reglas del juego como también piden desde los sindicatos.

"El problema de las nuevas tecnologías es que hoy en día su aplicación está generando desempleo y precariedad laboral, cuando el objetivo es todo lo contrario, tienen que propiciar valor añadido y riqueza social, aunque para ello se requiere forzosamente el paso a un nuevo modelo productivo, del que en España se ha hablado mucho pero se ha hecho poco, más bien nada", dice Julio Ibáñez, secretario de Empleo y Formación de UGT en Cantabria .

"Queremos hacer un nuevo modelo productivo sin contar con un nuevo modelo social, cuando ambos tienen que ir de la mano", dice Ibáñez. Pone como ejemplo Japón: "La aplicación de nuevas tecnologías no implica destrucción de empleo porque allí han reorientado y modernizado su modelo productivo hasta el punto de que estas nuevas tecnologías son yacimientos de nuevos empleos, principalmente en sociedades dedicadas a prestar servicios a otras empresas o a los ciudadanos".

La situación en España, por el momento, es diametralmente opuesta: "Estas nuevas tecnologías sólo han creado una significativa destrucción de empleo, precariedad social y laboral y un deterioro general en el propio servicio prestado ya sea a una empresa o a las personas.

Mientras, este cambio hacia la modernidad, a la maquinaria sofisticada, a la tecnología punta o de última generación no conlleve un plan claro de lo que se va a hacer y cómo se va a hacer, los efectos serán negativos se mire por donde se mire", sostiene el secretario de UGT. En esa línea se enmarca otro de los datos que apunta el informe de Davos y es que la pérdida de empleos afectará casi a la par a mujeres (48%) y a hombres (52%).

Sin embargo, un análisis más específico muestra que por cada cinco empleos perdidos para las mujeres, sólo se creará uno para ellas. Mientras que por cada tres empleos perdidos, los hombres obtendrán uno.

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