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Marta San Miguel
Martes, 10 de mayo 2016, 07:07
Es más fácil crear una empresa en Irlanda o Portugal, que en España. Objetivamente más fácil. Lo dice el Banco Mundial en el informe Doing Business que elabora cada año y que clasifica de mejor a peor los países donde es más sencillo, rápido ... o económico instalar una nueva empresa. Para hacerlo, mide variables como el acceso al crédito, las licencias de construcción, el coste de los gestiones o los impuestos. Nuestro país ocupa el puesto 33 de un listado de 189 que lideran economías como las de Singapur, Dinamarca, Canadá, Estonia o Alemania. Atraer capital exterior es una máxima para crear puestos de trabajo. Lo defendía en el último Foro Económico de El Diario Montañés el economista Daniel Lacalle, que exponía como estrategia clave para augurar un crecimiento económico la creación de empleo.
¿Pero cómo hacerlo si en España nos hemos pasado casi una década destruyendo más del que hemos creado? «Hay que acabar con el tsunami burocrático de las pymes», decía Lacalle en el Foro de este periódico. Porque según los protagonistas, así se dibuja su día a día como emprendedores: una tormenta de vaivenes legales, de papeles entre instituciones, de trámites y sellos, de permisos y licencias que tardan un tiempo eterno e indeterminado, en función del tipo de negocio que se vaya a emprender.
en cuatro claves
Según los datos de la última EPA, en nuestro país han desaparecido 64.600 empleos, aunque ya se habla de un cambio de tendencia: en el mismo periodo del año anterior desaparecieron 114.300 puestos, el doble. Destruimos, pero menos. Así que si el optimismo radica en que el ritmo de creación de puestos está en aumento, y se sitúa al nivel de hace ocho años, hay que mirar hacia los emprendedores. Los gurús y estudiosos, amén de los políticos enzarzados en campaña, suelen tener la palabra en la boca como un abracadabra, sin embargo su realidad tiene de todo menos magia.
Gestiones eternas
Los emprendedores se enfrentan a una alta fiscalidad, escasa financiación y trámites excesivos, duplicados, lentos y caros en diferentes Administraciones Públicas que en muchos casos están descoordinadas. «Desde que empecé las gestiones hasta que pude abrir con todo en regla pasaron casi dos años», dice Sara Santiuste, que dirige su propia de academia de danza, Dance & Art, en Santander. La puesta en marcha de su empresa «fue más difícil de lo que esperaba» y atravesó para lograrlo «un proceso muy duro». Sin embargo, una vez lo tienes «es una gozada», dice ahora al frente de su propio negocio, tras haber trabajado años en el sector de la danza. Para poder llevar a cabo la montaña de trámites a la que se enfrentaba a cada paso recurrió «a la Cámara de Comercio de Cantabria y a una gestoría privada».
De alguna manera, su hazaña es la que superan otros empresarios o autónomos que son vistos como una especie de héroes sin capa. «Soy una rara avis, nadie de mi entorno ha montado nada por su cuenta», admite Sara Santiuste, emprendedora con 35 años, y que da trabajo a dos personas en una academia que cuenta ya con 85 niños y niñas.
Como quijotes lúcidos, los autónomos de nuestro país batallan contra los molinos de la burocracia, los trámites infinitos y una fiscalidad «asfixiante», a pesar de ser los responsables de la creación de un tercio de los empleos en el último año, de los cuales más de 600.000 han sido contratos indefinidos: «Las empresas de menos de 250 trabajadores generan el 99% del empleo en España, pero los autónomos y empresas de uno a nueve trabajadores más del 95% del total», dice Ana Cabrero, presidenta de ATA, la Asociación de Trabajadores Autónomos de Cantabria en la que, según los últimos datos de abril, hay dados de alta 42.088 autónomos (60 más que en el mismo mes del año anterior). Para Cabrero, «las políticas han de volcarse en el foco de creación de empleo, esto es: autónomos y micropymes». ¿Y lo hacen?
La respuesta es no, y además resulta paradójica si se atiende a sus experiencias. La prioridad es agilizar los trámites. Conseguir tener todos los permisos y licencias que te permitan hacer las obras que la propia ley exige «es un proceso muy lento» que se pone aún más cuesta arriba si «estás pagando el alquiler de local pero no puedes abrir», dice Sara Santiuste.
Leyes y no trabas
Por ahí van los cambios que pide también Pablo Saiz, autónomo desde hace 16 años y que, tras iniciarse en la venta de seguros, ha creado su propia empresa de arqueología subacuática: «No se nos tiene en cuenta ni a nosotros ni a las pymes a la hora de transposiciones de la normativa europea como, por ejemplo, la subcontratación de la construcción: a los autónomos no se nos permite», dice. Y añade que para su ejercicio diario es vital un cambio en la legislación «que nos contemple» porque ser autónomo es «una odisea». Las trabas, explica Ana Cabrero, «se traducen en tiempo y dinero perdidos, y muchas veces contribuyen en un alto porcentaje a los cierres de empresas a las que no sólo no se les facilita sino a las que se estrangula hasta la asfixia».
Por eso, desde ATA, proponen cambios encaminados a favorecer no sólo la creación de nuevas empresas como la tarifa plana de cuotas para los comienzos sino también, para los que luchan por mantenerse como por ejemplo «reducir cargas fiscales y favorecer la contratación con una rebaja de las cotizaciones, porque son altísimas en este país». De esa manera podrán crecer, y el mayor tamaño llevará «aparejada una mayor productividad» y por tanto más empleos. Entonces la EPA seguirá arrojando cifras de creación de empleo con tasas interanuales y porcentajes comparados que concluyan la obviedad: que a más puestos de trabajo, menos parados. La prgunta entonces de por qué no facilitarlo tiene entonces una difícil respuesta.
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