Agua a más de 60 grados
Balneario de La Hermida / 181 AÑOS ·
El de La Hermida es el balneario de Cantabria de aguas más caldas, conocidas desde antiguo, manantes en un enclave espectacular que le distingue respecto a otras instalaciones similaresSecciones
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Balneario de La Hermida / 181 AÑOS ·
El de La Hermida es el balneario de Cantabria de aguas más caldas, conocidas desde antiguo, manantes en un enclave espectacular que le distingue respecto a otras instalaciones similaresCon el de La Hermida nos pasa como con el resto de balnearios, que tenemos que fijar un año de fundación aun teniendo en cuenta que el uso de sus aguas se conoce desde tiempos inmemoriales. Hans Gadow recoge en 1897 la hipótesis de que ... el nombre de 'La Hermida' procediera de un ermitaño retirado a este lugar precisamente atraído por sus bondades termales, lo que nos plantea la duda de si el buen hombre se retiró para cuidar una ermita o para curarse el reúma o tal vez para ambas cosas a la par. Parece que fue a mediados del siglo XVIII cuando un monje benedictino de Santo Toribio se fijó en las propiedades del manantial, dándole cierto rango terapéutico.
Salvando otras referencias confusas, Antolín Esperón publicaba en Impresiones de viaje (1848) lo siguiente: «En la provincia de Santander hay los baños de Hermida, cuya temperatura al salir de tierra es de cuarenta y cinco grados, Reaumur; pero el manantial es inabordable, y por eso hay que valerse de cubos en que la conducen a las casas, pues se halla todo abandonado a la naturaleza». Sin embargo, parece que seis años antes se había construido una casa de baños de dos pisos, con hospedería en la planta superior y baños en la inferior, dirigida por el médico Pablo Seco Fontecha. Este año, 1842, es el que tomamos como referencia fundacional. En el Diccionario de Pascual Madoz, de mediados del XIX, leemos que en el término de La Hermida «se encuentra una fuente mineral caliente, a cuyos baños concurren en las estaciones de verano y otoño muchas gentes de la provincia y de las de Asturias, León y Palencia».
En 1859 la compañía minera 'La Providencia' adquirió las termas, que en algún momento pasaron a ser propiedad del indiano y político asturiano Francisco Mendoza Cortina, primer conde de sus apellidos, al que probablemente se refiera Benito Pérez Galdós en Cuarenta leguas por Cantabria (1876), cuando describía con estas palabras los baños: «El establecimiento de baños es muy semejante a los que debieron de estar de moda en tiempo de nuestro padre Adán. Los bañistas, si quieren serlo, se sumergen a la intemperie en anchas cubetas, libres de todo miedo a los aires colados. Luego pueden ponerse a secar al sol, como ropa, y si después de esto se curan, ya no tienen razón alguna para dejar de creer en los milagros. Es en verdad muy sensible que perteneciendo las aguas de La Hermida a una persona ilustrada y rica no exista allí un establecimiento siquiera como los peores de nuestro país. En este caso, los manantiales hirvientes serían apreciados en su justo valor, y aquella solitaria Tebaida recibiría visitas de gente sentimental o enferma, convirtiéndose en lugar de peregrinaciones estivales. Tal como hoy está, ofrece La Hermida un ejemplo arqueológico del sistema de hidroterapia empleado en los tiempos que llaman prehistóricos; y si esto no carece de encantos para ciertos turistas, es, con la condición indispensable de estar allí poquísimo tiempo, el necesario tan solo para ver cómo se baña la gente y poderlo contar después».
Cuando Mars Ross y H. Stonehewer-Cooper visitaron el sitio en 1884, dejando sus impresiones de viaje en Las montañas de Cantabria o a tres días de Inglaterra, los manantiales ya no eran de libre acceso: se había levantado posiblemente tres años antes «un buen establecimiento de baños» con una hospedería y un servicio de embotellado.
En 1893 el periodista Alfonso Pérez Nieva visitó el balneario y dejó escrito lo siguiente: «Debajo de nosotros suena de repente agua tumultuosa. Nuestro coche atraviesa un puente y se detiene ante una mole oscura, medio perdida en las tinieblas: es el balneario de La Hermida, en el que vamos a pernoctar. ¡Habitación amplia, cama nueva, sábanas limpias, mesa bien provista, cocinero excelente, hasta la estratégica copita de licor! Esto se presenta admirable. ¿Quién iba a sospechar semejante comedor, con columnas, centros de flores y camareros de hotel parisién en el fondo de un desfiladero? Se necesita ver y recibir en la cara la brisa balsámica de la plena sierra para no creernos en una gran capital».
Cuatro años más tarde, otro viajero, Hans Gadow, no tuvo tan buena impresión de la intendencia y del hospedaje del balneario, que costaba entonces ocho pesetas diarias: «El balneario debe su existencia a una fuente de aguas termales que brota de una fisura de la roca caliza, la ancha boca está llena de las rojas piedrecillas de la marga del Keuper, arena de cuarzo muy fina y cristales de yeso. El generoso caudal posee una temperatura de unos sesenta y dos grados, de forma que proporciona baños individuales de agua fría o caliente, y baños de vapor. Se dice que el agua es buena para el reúma, para los trastornos digestivos, y también, debido a su contenido en sulfuros, para las enfermedades de la piel. Después del baño, los pacientes aparecen envueltos en mantas y con las amplias capas españolas, pasean o retozan al cálido sol que, en verano, en este valle cerrado, puede alcanzar temperaturas sorprendentes».
En los años treinta se acometió la construcción de un nuevo edificio, cuya inauguración estaba prevista para comienzos de verano de 1936. La guerra civil impidió obviamente cualquier tipo de solaz termal, pero lo más incomprensible es que durante décadas el complejo se sumiera en el más absoluto y lamentable de los abandonos, salvado únicamente por el alojamiento temporal de algunos damnificados por el incendio de Santander en febrero de 1941. Después de diversos avatares, a mediados de los años noventa se retomó la posibilidad de apertura, que no se verificó hasta agosto de 2006, en que se inauguró el magnífico hotel con 57 habitaciones, tras una profunda restauración del edificio. En febrero de 2003 unos inversores habían fusionado dos empresas propietarias en 'Aguas y Balneario de La Hermida, SL'.
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