No hubo en toda Cantabria joyería tan prestigiosa ni de tanta solera como la de Presmanes, que bien pudo ser de las más antiguas de Europa. Fue Valentín González Guerra, un platero de Burgos natural de Cabezón de la Sal, quien inauguró el establecimiento en ... la calle santanderina de San Francisco en 1834, progresando a medida que lo hacía la burguesía santanderina y abriendo sus puertas a la aristocracia.
Sin abandonar el carácter familiar, en 1940 entró en el negocio Santiago Bannatyne Presmanes para dotar a la joyería de una continuidad que en 2017 cambió de ubicación y de nombre: Bannatyne joyeros.
Valentín González vivió la época en la que Santander se enriquecía con la conexión con ultramar, de tal manera que la ciudad de pescadores se fue aburguesando y enriqueciendo. Los indianos estaban ansiosos por adornar sus vidas y las joyas fueron adquiriendo protagonismo. Valentín vio cómo el negocio prosperaba, pero no tuvo hijos y dejó su herencia a una sobrina francesa de su mujer, María Bury Lambert, que se casó con Joaquín Presmanes, a quien pasaría la propiedad de la joyería. Joaquín Presmanes, que llegaría a ser alcalde de Santander en 1901, dejaría la joyería a su hijo, José Presmanes Bury, que fue un hombre muy popular y apreciado por su corrección y bondad. Su etapa coincidió con la presencia estival de los reyes en el Palacio de la Magdalena y la consiguiente corte de nobles y hombres de negocios y sus familias que, atraídos por aquellos veraneos, también acudían a la entonces ciudad de moda para tomar los baños de ola. Las reuniones sociales en el Gran Casino del Sardinero, el Hotel Real o el Hipódromo de Bellavista eran propicias para que las joyas y los relojes se exhibieran como signos de distinción. El mismo Alfonso XIII también encargaba en la joyería los trofeos de plata que se concedían en las pruebas deportivas que el monarca amparaba.
José Presmanes perdió a su único hijo prematuramente y en 1940 introdujo en el negocio a su sobrino, Santiago Bannatyne Presmanes. Entonces la joyería ya era una entidad centenaria y seguía ubicada en la calle San Francisco, pero en 1941 el gran incendio lo arrasó todo. Provisionalmente la actividad comercial continuó en un barracón de los jardines de Pereda, atravesando una difícil situación, hasta situarse en el nuevo edificio de la calle Calvo Sotelo, esquina con Lealtad. En esa esquina continuaron con el comercio los sobrinos de José Presmanes, Santiago Bannatyne y Gonzalo García Rumayor que fueron sus colaboradores hasta la muerte de José en 1965. En la etapa de Santiago Bannatyne, e imitando a los joyeros franceses, la joyería montó un taller que fue pionero en Cantabria y que se destacó por sus diseños propios de la alta calidad.
En 1970 se incorporaron al negocio Juan Pablo Bannatyne Camino y su primo Juan Carlos Pombo Bannatyne, fallecido en 2008, a los que se sumaron a finales de los setenta Gonzalo y Rafael García Buces. Fueron tiempos de bonanza los de los años setenta, en los que la joyería llegó a contar con cerca de sesenta trabajadores, de los cuales casi cincuenta lo hacían en el taller. Fue una época de esplendor y de expansión a los mercados internacionales.
El cierre
En 2017, después de varios meses de anunciar la liquidación de sus productos, la joyería Presmanes cerró sus puertas en la calle Calvo Sotelo, acabando con uno de los comercios más emblemáticos de la ciudad, donde los escaparates exhibían perlas, relojes de las mejores marcas, piedras preciosas de gran pureza y creaciones surgidas del taller propio, instalado en la calle Alta, de donde partían piezas especiales para toda España. Sin embargo, la familia Bannatyne, la que siempre se mantuvo en la gestión del negocio y en los mostradores, no quiso que la joyería desapareciera, y ese mismo año abrió su joyería en el Paseo Pereda, en un edifico histórico del siglo XVIII con fachada a tres calles y con la peculiaridad de que sus vanos y su muro exterior de piedra están protegidos por el Plan Especial de Protección del Paseo Pereda-Castelar.
Los arquitectos Ignacio Pereda Pérez y José Piris fueron premiados por la reforma que realizaron en este local de 140 metros cuadrados donde conjugaron lo nuevo con lo antiguo, restaurando los pilares de piedra y vigas de roble antiguos y otorgando a los muebles un aspecto muy artesanal que se vincula directamente con el trabajo minucioso que se realiza en la joyería.
Además de la tradición de Presmanes, Joyeros Bannatyne incorpora su taller que se ha adaptado a las nuevas necesidades. La dilatada experiencia de Juan Pablo Bannatyne y sus hijos es garantía para el éxito del negocio que cuenta con las primeras marcas, como Cartier, Constantin, Breguet, Hublot, IWC y la representación de Tous en Cantabria. También han instalado una tienda de relojes de línea moderna en la calle Lealtad: Watchmaker.
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