La Conchita: artículos textiles para el hogar
115 años ·
Fundada en la calle Atarazanas de Santander por una mujer,Encarnación Cieza, ha mantenido desde 1908 una actividad continuaSecciones
Servicios
Destacamos
115 años ·
Fundada en la calle Atarazanas de Santander por una mujer,Encarnación Cieza, ha mantenido desde 1908 una actividad continuaÁlvaro Machín recordaba en El Diario Montañés de 6 de febrero de 2009 el primer centenario de 'La Conchita', que se reforzaba con la efemérides en la etiqueta de «comercio de los de toda la vida». Se llenó su local de Isabel II con carteles ... que decían 'Cien años a su servicio' o 'Gracias por contar con nosotros'.
Fue en 1908 cuando Encarnación Cieza convenció a su marido, José Casuso, para expedirle la autorización marital con la que la mujer podía abrir un negocio, contratar servicios y darse de alta como comerciante. Seguro que no fue la primera mujer titular de un comercio, pero sí de las primeras, sin duda, además de miembro de una familia con evidente vocación comercial, como veremos. José Casuso, natural de Villaverde de Pontones, era encargado de las minas de blenda de los Picos de Europa de las que eran propietarios los Mazarrasa; entre los meses de mayo y septiembre hacía vida en la mina, lejos de Santander, aportando sus conocimientos en electricidad, un campo incipiente en aquel entonces, en la peligrosa explotación de mineral. El negocio de Encarnación recibió el nombre de su hermana, 'La Conchita', y estaba dedicado a la venta de artículos textiles, ropa de cama, ropa de mesa, ropa interior y colchones de lana. A sus cuatro hijos, tres hijos y una hija, les inculcó Encarnación la vocación comercial: uno de ellos tuvo 'El Rey de las Medias', en la época en que venían las de nylon americanas, su hermano Joaquín fundó 'Camisería Quinito' y su hermana Victoria 'La Novedad'. Pero la Guerra Civil lo interrumpió todo: los tres hijos intervinieron en la guerra y el mayor, José, falleció en ella.
El hijo menor de Encarnación, Pedro Casuso Cieza, recién casado con María Ángeles Torralba y ya con dos mellizos, fue quien continuó con el negocio, primero en el local de la calle Atarazanas y luego, tras el incendio de la ciudad el 15 de febrero de 1941, en un local que alquiló en Isabel II, 3, donde han estado desde entonces. El alquiler del nuevo espacio, donde antes había estado una barbería, se produjo como una anomalía tras el desastre de 'la quema', puesto que la mayor parte de los negocios afectados esperaron a ser reubicados, aunque fuese por un tiempo, en los barracones levantados por las autoridades para paliar el desastre social y económico, y fueron pocos los que se ubicaron en otros espacios vía compra o alquiler.
Pedro y María Ángeles tuvieron cuatro hijas y un hijo, Pedro Jaime, que se haría cargo del negocio y que hoy nos atiende muy amablemente en su despacho de la primera planta del local, lleno no solo de fotografías del pasado sino también de carpetas de contabilidad que revelan la actividad continua del negocio: «La entrada en el euro nos hizo clientes de Europa. La pandemia nos mantuvo cerrados dos meses y medio, pero al final ese año 2020 no fue malo. Ahora nos afecta la guerra de Ucrania...». Pedro Jaime estudió en La Salle y luego en la Escuela de Comercio, donde sacó el título de perito mercantil. Entró en la tienda hacia 1960, al cumplir el entonces preceptivo servicio militar. Se casó en 1966 con Rosa María Estébanez, con quien ha tenido seis hijas. Machín recordaba en su citado artículo que «se hizo cargo de la tienda cuando un pañuelo costaba 50 céntimos de peseta y el periódico, 25 céntimos. Cuando a la Plaza de La Esperanza acudían vendedores de toda la provincia que paralizaban la calle con sus carros tirados por burros. Cuando olía a pimientos de Isla, a patatas de Cueto...». Cuando se hizo cargo de 'La Conchita' era conocida (e intitulada) como 'El Palacio de las Boinas' y, en efecto, esta era una de sus prendas estrella, junto con los buzos o los pantalones y camisas de mahón. A partir de los años sesenta el negocio cambió, como empezó a cambiar esa España de los seiscientos y de la mayor apertura al mundo.
En el año 1974 culminaron la adquisición de dos locales anejos, calzados Portilla, en Isabel II, y una botellería que daba a la calle Francisco de Quevedo. El hecho de que los Casuso sean propietarios de los locales es indudablemente una ventaja de cara a la prosperidad del negocio. Don Pedro es testigo privilegiado del devenir y, en buena parte, declinar, del comercio santanderino, de la imposibilidad de que los pequeños negocios afronten los alquileres, de los cambios en la demanda, de la influencia de internet y las compras en las grandes superficies. Desde la primera planta del local, donde han instalado una exposición de colchones, canapés, almohadas y somieres, Pedro Jaime Casuso, a sus ochenta y pocos años, habla con entusiasmo del negocio, de la necesidad de levantarse con ganas y hacer lo que a uno le guste, a pesar de las enormes dificultades del día a día. «Tenemos que ser optimistas, no nos queda más remedio, no puedes bajar todos los días con la losa en la cabeza», afirma. Y se enrola en el barco de quienes valoran el servicio a los clientes y siguen estas cuatro máximas que aprendió de sus mayores: seriedad, honradez, puntualidad y humildad. Con él están trabajando dos de sus seis hijas, Ana y Marián, que mantienen el buen trato y la profesionalidad que ha caracterizado a este negocio en su ya largo centenario al servicio de sus clientes.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.