«Hay una buena labor sindical: reivindicaciones de mi época son ya una realidad»

– Explique, de forma muy breve, el contenido del libro.

– Pretendo asentar una idea fundamental, que la viga maestra de la democracia es precisamente el reconocimiento de la necesidad de que todos los ciudadanos y ciudadanas tengan un trabajo digno, que tenga un buen salario y sea fuente de derecho, es decir, que a través del trabajo puedas tener derecho a una pensión en caso de infortunio, de enfermedad, tener una cobertura, etc. 'Todo empieza por el trabajo'».

– Reconoce que ha cambiado la percepción de la importancia del trabajo: si para los españoles más mayores era un tesoro a preservar, para los jóvenes es algo más secundario, que no debe interferir en su proyecto vital.

– El mercado laboral ha cambiado. Antes el empleo podía ser para toda la vida; el proyecto de una empresa vinculaba al trabajador desde que entraba como aprendiz y tenía una carrera: oficial de tercera, etcétera... podía llegar a contramaestre. Ahora las empresas no son así, desgraciadamente hay un porcentaje de precariedad muy importante. Y hay una especie de correspondencia: si amor con amor se paga, el desapego con desapego se paga. Si el joven encuentra desapego cuando trabaja en la empresa pues se le corresponde más desapego.

– En el libro previene a los jóvenes contra el adanismo, y critica –o muestra su decepción– hacia lo que fue el 15-M.

– He intentado que sea una descripción partiendo de unos datos y los datos son la corriente de esperanza que hacia a los jóvenes y hacia la propia democracia española generó el 15-M en el año 2011, y cuando el 15-M se transforma en un partido político la dinámica que ha llevado ha sido en general negativa. Yo soy de los que creen que hay elementos que hay que preservar y que las cosas no salen de la noche a la mañana, que hay derechos que no nacieron un buen día por arte de birlibirloque.

– ¿Es el neoliberalismo el enemigo a batir?

– Yo en el libro vengo a decir que nosotros tuvimos un problema, y es que cuando despertamos a la democracia el neoliberalismo ya estaba allí. Han cambiado algunas cosas, por lo menos en los discursos, porque el neoliberalismo tiene como catalizador la desigualdad y se dice que es el motor del crecimiento económico. Ahora, hasta la OCDE dice que eso es un cáncer para la democracia, y yo creo que algo habremos tenido nosotros que ver con ese cambio de conciencia.

– Dos detalles que llaman la atención: está en contra de la renta básica universal y a favor de la mili.

– Yo creo que la renta básica universal es una invitación a bajar los brazos. Pero no estoy en contra del ingreso mínimo vital, que son cosas distintas: yo lo que digo es que debe haber una renta vinculada al empleo. Los impulsores de los ingresos mínimos vitales hemos sido los sindicatos. Después de la huelga general del 88 arrancamos un acuerdo con el Gobierno de la nación para implantar las pensiones no contributivas, y en paralelo desarrollamos una dinámica de negociaciones con las comunidades autónomas y se implantó prácticamente en todas un ingreso mínimo vital vinculado a una mejora de la formación, a un circuito que pretendía reincorporar al trabajador al empleo. El tema del servicio militar ya lo defendí yo en 2011: puede que se comparta o no, pero no es una ocurrencia. La mili que yo defiendo no tiene nada que ver con la que yo viví: tiene que ser paritaria, de pocos meses... Creo que hay elementos que nos deben hacer reflexionar: se está recuperando el servicio militar en otros países de Europa que tienen una mayor tradición democrática. Luego, creo, honestamente, que hay un deshilachamiento en cuanto al sentido de pertenencia –hablo en términos sociales, culturales...–, y creo que está bien que la gente joven se conozca mejor. Y hay otro factor que se pierde de vista: la institución mejor valorada de España es el Ejército.

– Deja una difícil tarea a quienes le han tomado el relevo: armonizar las tres 'D'. Descarbonización, digitalización y derechos.

– Hay que generar una nueva conciencia de que hay dos factores que cambian radicalmente el escenario en que nos movemos. Uno, que hay un consenso a partir de los años 90 de que el crecimiento económico no es infinito, porque los recursos no lo son y no tenemos otro planeta. El otro elemento es que nosotros, en Europa, hemos vivido una lógica en la que los países emergentes suministraban materias primas y los productos de valor añadido los generábamos nosotros, y esas dos cosas han cambiado. Tenemos que ser conscientes de que no podemos operar de la misma manera sobre el crecimiento económico y de que en los próximos años habrá 54 o 55 millones de nuevos empleos industriales que no se van a disputar entre las áreas desarrolladas del mundo. ¿Por qué no describimos un triángulo virtuoso en el cual vinculamos descarbonización, digitalización y la otra 'D', de derechos en el trabajo?

– A propósito, ¿cómo le parece que lo están haciendo quienes le han sucedido en la tarea?

– Algo que en mi época era una reivindicación, la subida del salario mínimo, es hoy una realidad, o la reforma laboral, que ha contribuido a reducir la temporalidad, que era una exigencia de la Unión Europea, es fruto del diálogo entre los sindicatos y la patronal, que salió de chiripa. Y luego está lo relacionado con las pensiones: se ha vuelto a vincular el debate sobre pensiones a un acuerdo que firmamos los dos sindicatos y la patronal; el acuerdo de mayor nivel de consenso empresarial y sindical que es el del 2011. Se ha vuelto a esa lógica pero mejorando una serie de aspectos. Hay una buena labor: reivindicaciones de mi época ya no son objetivos aspiracionales, son ya una realidad».