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Cuando Pablo Alonso (Cabezón de la Sal, 1979) se enfrentó hace 16 años a la entrevista para ser contratado en la planta de Solvay ... de Barreda, el entonces director, José Luis Zárate, le preguntó cuál era su objetivo en la vida. Él, en un ejercicio de osadía y sinceridad, le confesó que «algún día me gustaría ocupar su asiento». Y ese día llegó. Fue a comienzos de este año, cuando el ingeniero industrial pasó a ser el decimocuarto hombre en asumir dicha responsabilidad tras Jorge Oliveira y, además, es el primer cántabro en hacerlo. Llega en un momento en el que el complejo fabril tiene en el horizonte su millonaria transformación energética ante sí y con otros retos entre ceja y ceja, como por ejemplo, seguir mejorando la seguridad en las instalaciones, para lo que se va a promover «un cambio cultural».
-¿Cómo se produjo su nombramiento? ¿Lo vio venir?
-De la noche a la mañana el grupo no dice: «A ver, ¿qué tenemos por ahí?» y ponen a Pablo Alonso. Es un proceso largo, complejo, en el que la empresa te va probando. Siempre he sido una persona con nombre y apellidos dentro del grupo y con bastante responsabilidad, lo que pasa que no estaba tan expuesto localmente como ahora. Asumo el reto con muchísima ilusión, ganas y sentido de la responsabilidad. Es verdad que cuando te nombran no caes en estas cosas, pero ser el primer cántabro en dirigir la planta de Torrelavega en 116 años, el primero que se formó en la Universidad de Cántabria y el más joven en asumir el cargo, supone un verdadero honor, pero también añade presión.
-¿Cuándo entró en la fábrica hace 16 años se planteó que algún día pudiera ser el director?
-Fue curioso, la verdad. Tras un proceso de selección de siete pruebas, la última fase era una entrevista en este mismo despacho con el entonces director, José Luis Zárate, que estaba sentado en esta silla y me preguntó: «¿Usted qué planteamiento tiene para su futuro?». Y yo, que venía de trabajar en dos empresas y los directores siempre habían sido mis referentes, le dije que me gustaría algún día ocupar su sitio. La respuesta de Zárate fue: «Piense que Solvay es una empresa muy grande y el mundo no acaba aquí, por encima de mí hay mucha gente, apunte más alto».
-¿Y apunta más alto?
-Bueno no, vamos paso a paso y día a día. Para mí en lo personal como decía, es una ilusión tremenda y un sueño cumplido, pero está claro que vamos evolucionando y yo tengo ahora 45 años y creo que me queda mucha vida laboral por delante, no me veo jubilándome en esta silla.
-Se palpó cierto orgullo patrio cuando se dio a conocer su nombramiento, ¿lo percibió?
-Desde luego que sí. Me he sentido abrumado por la avalancha de reconocimientos que he recibido por parte de la comunidad. Ahí te das cuenta que en la vida vas sembrando y luego todo va encajando. Yo entiendo que para Jorge Oliveira o Heinz-Josef Welter, que fue su antecesor y que venía de Alemania, pues tiene que ser un esfuerzo extra llegar a otro país, a otra cultura y ponerte en contexto para entender el ecosistema. Yo ese es un recorrido que ya tengo ganado, nadie me tiene que explicar qué es Cantabria. Por eso creo que la decisión que ha tomado el grupo es una apuesta fuerte por la planta de Torrelavega.
-¿En qué momento encuentra la fábrica al asumir las riendas?
-Yo antes de mi nombramiento ya trabajaba en esta planta físicamente aunque con un enfoque más internacional, pero me encuentro con un equipo excepcional y que se mantiene como referente dentro del grupo. Obviamente, el aspecto más importante del momento en el que se encuentra es que la empresa de Torrelavega está inmersa en el proyecto de transición energética, que es un requisito indispensable porque sin ello el futuro era incierto. Una vez que ya hemos despejado esta primera ecuación, el futuro que se nos brinda por delante es muy brillante. Como planta tenemos todos los condicionantes para funcionar bien. Eso sí, está claro que la situación ha cambiado a nivel económico y posicionamiento mundial, estamos viendo que cada día puede haber noticias que nos hagan replantearnos las hojas de ruta, como un Trump que llega con sus aranceles. Nosotros tenemos una exposición a ello, o como pudo ser la crisis energética o la guerra de Ucrania.
-El proyecto de descarbonización limita un poco esa exposición externa...
-Eso es. Hay que agradecer a toda la gente que lleva años trabajando en este proyecto, porque yo, como quien dice, he llegado a cortar la cinta, pero han estado detrás tanto profesionales de Barreda como del resto del grupo, más las autoridades locales, regionales y nacionales que nos han ayudado desde el principio. Hacer la transición energética entre comillas es sencilla, pero la clave está en hacerla de una manera que puedas mantener la competitividad a futuro, porque al final somos una empresa que cotiza en bolsa y se buscan resultados. Creo que hemos conseguido dar con la tecla, este paso hace que no dependamos tanto de los recursos energéticos exteriores, con una fuente de energía local, porque la biomasa vendrá de un radio de cien kilómetros a la redonda. Este proyecto da a la planta una estabilidad a veinte años vista que nos permitirá sentar una base para todo lo que venga después.
-¿Cuánto quedaría para la descarbonización total?
-Esto no acaba aquí, es una primera fase. Nos quedaría otra de las calderas que tenemos ahora mismo operando a carbón y, de hecho, al día siguiente de tener el pistoletazo de salida del Consejo de Administración ya nos pusimos a trabajar en ese otro proyecto. Tenemos que aprovechar para darle continuidad a todo esto. Hay una ventana de oportunidad ahora con la subasta de cogeneración a la que queremos acudir y que debiera salir hacia final de año.
-¿Esa continuación de la descarbonización tendrá tanta envergadura?
-Existen distintas opciones que estamos analizando una por una para elegir la mejor, con el ojo puesto en el largo plazo y esperamos seguir contando con el apoyo institucional que se nos ha brindado, sin fisuras. La transición energética es un dominó muy grande, la primera pieza ha caído, que es fantástico, y con ello Torrelavega ya puede empezar a avanzar.
-¿Qué tiempos estimáis para que se coloque la primera piedra de la nueva planta de biomasa?
-No se puede dar una fecha exacta de inicio pero por los plazos, que son muy retadores, no se va a poder demorar mucho. El plazo de puesta en servicio es finales del 2027, pero lo que hay que entender es que estamos hablando de una magnitud de ejecución brutal. Son 140 millones de euros de inversión y durante la fase de construcción se crearán 360 empleos y luego 32 en la fase de operación.
-¿Las modificaciones en los Certificados de ahorro de energía cómo van a repercutir económicamente a Solvay?
-El impacto es positivo, hemos hecho predicciones pero es pronto todavía para dar una cifra porque hay una parte que es variable en función de las otras empresas que acudan.
-El pasado año fue duro para la planta, con dos fallecimientos de trabajadores en accidente laboral. ¿Se van a tomar medidas?
-La seguridad laboral siempre ha sido un aspecto primordial y así va a seguir siéndolo. El Grupo Solvay lanzó a principios de año un proyecto para todas las plantas del grupo enfocado en dar un cambio cultural a la seguridad y la fábrica de Torrelavega va a ser la primera en empezar a implantar este proyecto piloto. Justo la semana pasada acabamos siete semanas de trabajo con una consultora de prestigio internacional y ahora vamos a empezar con el desarrollo de todas las acciones. Esa va a ser mi prioridad y obsesión este año, le vamos a dar un impulso distinto. El proyecto, eso sí, requiere tiempo, porque las costumbres y hábitos no se cambian de la noche a la mañana, aunque siendo un proyecto a largo plazo hay una serie de iniciativas que esperamos tengan impacto en el corto plazo.
-¿Qué papel juega Solvay dentro del proyecto con Enagás y Repsol de hidrógeno verde?
-Nuestra línea de negocio es hacer carbonato y bicarbonato, para lo que necesitamos obtener sal, y queremos mantener esa línea de negocio, pero este es un proyecto en el que encajamos. Se trata de un consorcio enmarcado dentro de una estrategia europea para fomentar la red de hidrógeno verde para la que necesitan almacenamiento y dentro de la cual se identificó la zona donde nosotros tenemos la concesión minera de extracción de sal, en Polanco, con lo que aportamos tanto el espacio como lo más importante, el 'know how', porque nosotros sabemos cómo operar cavidades salinas, que puede parecer sencillo pero no lo es. No obstante, es algo que no podríamos desarrollar en solitario, porque es un proyecto de 580 millones de euros y no somos un actor energético ni tenemos la infraestructura, ahí es donde entran Repsol y Enagás. Ahora estamos en la fase previa de análisis y estudios geotécnicos pero en ningún caso se utilizarán ni los antiguos pozos de sondeo, ni los que estamos actualmente explotando, sino que se harán unos nuevos dedicados única y exclusivamente al almacenamiento de hidrógeno verde, cumpliendo con toda la legislación.
-Esta semana se celebró el Día del Padre, ¿cómo se compagina un cargo de tanta responsabilidad con una familia?
-Yo tengo dos hijos, Lucas y Sara, y para mí son un bastón fundamental en el que apoyarme y pese a que he tenido que viajar mucho, jamás he renunciado a mi familia y saben que tienen un padre que cuando está en casa está al 200%. También es cierto que mi mujer tiene que hacer encaje de bolillos mucho más que yo, pero ella también tiene un cargo de mucha responsabilidad y una carrera profesional, yo no entendería un modelo de crianza familiar sin que una de las dos partes no estuviera presente.
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