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En el drama social, económico y personal que se concentra en torno al desempleo, hay colectivos que están subrayados en rojo por su especial vulnerabilidad. Personal con escasa cualificación, mayores de 55 años, los jóvenes en busca de una primera oportunidad que en ocasiones ... se va demorando ante un mercado cada vez más exiguo en cuanto a oportunidades... Y, además, los parados de larga duración, esto es, por definición general aquellas personas que se encuentran inscritas en las bases de datos del Servicio Cántabro de Empleo (Emcan) de forma ininterrumpida durante al menos doce meses. Un año entero saliendo cada mañana temprano en pos de un contrato laboral y respondiendo de vuelta al hogar de forma negativa y cabizbaja a la clásica pregunta: ¿Ha habido suerte?
Este amplio espectro de trabajadores se ha visto adelgazado en los últimos años después de una crisis la pasada década que, con la caída del sector del ladrillo, obligó a muchos operarios a reciclarse, bien en la hostelería, principalmente, bien en la industria, los menos. Como referencia, Cantabria pasó de tener más de la mitad de desempleados de larga duración en 2013, el 56% del total, al 40,4% en 2019, 14 puntos menos. De este modo, la Comunidad se sitúa como la quinta del país con menor proporción, según un informe elaborado por el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE) y la Fundación BBVA. Según la EPA, más de 20.000 reclamantes menos.
El camino recorrido por Cantabria no es en absoluto baladí, toda vez que le ha permitido distanciarse más de los parámetros nacionales. A saber, en 2013 el conjunto español arrojaba un porcentaje de demandantes de larga duración del 58,4%, apenas 2,4 puntos por encima del registro autonómico. Ahora esa brecha se ha elevado prácticamente a cuatro puntos, el citado 40,4% regional por el 44,3% estatal.
Cantabria se ubica así en este periodo posterior a la recesión económica detrás de Baleares (26,3%); Navarra (33%); La Rioja (37,2%); y Cataluña (39,8%). A la cola de España, País Vasco (48,8%); Extremadura (52,2%); y Asturias (54,7%).
El informe apunta entre sus conclusiones que el grupo de edad más vulnerable al paro de larga duración es el que tiene más de 50 años, mientras que, en términos de cualificación laboral y académica, los más afectados son los desempleados con el nivel de estudios terminados más bajo (hasta estudios secundarios obligatorios), que son los que concentraron el mayor porcentaje de parados de larga duración tanto en 2013 (62,7%) como en 2019 (47,6%). Los economistas del IVIE explican que «la existencia de una elevada tasa de paro no acorde con el nivel de desarrollo del país, unida a la excesiva duración del desempleo» constituye «un desequilibrio notable». Por ello, advierten de las «consecuencias que el desempleo de larga duración tiene sobre muy diversos aspectos económicos y sociales (además de los individuales)».
Las tesis del IVIE y el BBVA en relación a la Comunidad se ven apuntaladas con las estadísticas que arroja la Encuesta de Población Activa (EPA). Como aporte adicional, esa mejoría progresiva que ha tenido Cantabria desde la recesión más virulenta del siglo actual se focalizó especialmente, en el mencionado ámbito del paro de largo plazo, en 2019. Así lo reflejan los datos aportados por el sindicato UGT: La EPA de cierre de 2018 presentaba 14.262 nombres y apellidos que llevaban más de un año en pos de un empleo, el 49,53% del total. Sin embargo, 12 meses después, al dar carpetazo a 2019, la EPA ofrecía sólo 11.300 demandantes, lo que representaba el 40,4% que también identifica el informe del IVIE.
A más, desde UGT incluso apuntan al desempeño positivo del mercado laboral cántabro. La caída del 56 al 40,4% se sitúa entre las más pronunciadas de todo el país en el periodo escrutado. Según la EPA, la región restó 20.675 personas del colectivo que lleva más de 12 meses buscando trabajo, al saltar de 31.975 en 2013 a los actuales 11.300. Un retroceso notable pero que aún tiene margen para limitar uno de los mayores problemas en el paro local, que además suele ir vinculado al agotamiento de prestación.
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