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Estamos ante un momento clave en el desarrollo de las telecomunicaciones en España, puestas a prueba con éxito durante la pandemia. La extensión total de la banda ancha, los fondos europeos y, sobre todo, el aterrizaje del 5G marcan la hoja de ruta para los ... próximos años. De todo ello reflexiona Roberto Sánchez (Madrid, 1954), secretario de Estado de Telecomunicaciones, durante su visita a Santander para participar en los cursos de verano de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.
–La pandemia ha reforzado más si cabe la importancia de las redes de telecomunicaciones y elevado su protagonismo durante estos meses. ¿Qué balance hace de esta etapa?
–El balance es muy positivo. Las infraestructuras en España han respondido de una manera espectacular y mucho mejor que en otros países en los que se podría pensar que el comportamiento sería superior. Esto es porque hay un gran despliegue de redes de fibra óptica y telefonía móvil. El tráfico aumentó en más de un 80% de un día para otro. Sin embargo, no hubo problemas significativos. Esto no hay que darlo por supuesto: otros países han tenido que degradar la calidad de servicio para evitar saturaciones. Aquí la actividad se ha concentrado en el hogar. Han funcionado muy bien los acuerdos voluntarios de principio de la pandemia con los operadores de telecomunicaciones por los cuales se comprometieron a concentrar todo el foco en el mantenimiento de las redes frente a acciones comerciales. Ha sido uno de los puntos de éxito.
–¿Estos meses han evidenciado las brechas digitales ya detectadas por la Administración?
–Por supuesto. La pandemia ha puesto más de manifiesto la urgencia de solucionar los problemas que hay. Fundamentalmente, tres tipos de brechas: una la territorial, de accesibilidad, donde no hay red. Otra brecha es la de la asequibilidad, si llega la fibra a la puerta de tu casa pero no la puedes pagar sigues sin tener acceso. La tercera es la de la capacitación, se pueden salvar los dos obstáculos anteriores pero puede que no tengas la formación básica necesaria para desenvolverte en un entorno digital. Estos tres retos se han evidenciado durante la pandemia, lo que ha llevado a que todos los programas que teníamos previstos entre enero y febrero de 2020 se hayan acelerado con planes específicos para mejorar en la competitividad y conectividad.
–Hablemos del 5G. ¿Cómo va a cambiar la vida de ciudadanos y administraciones?
–Tiene muchas cosas muy distintas. Es muy rupturista en relación a lo que ha sido la telefonía móvil hasta ahora. En el ámbito de las comunicaciones personales el 4G fue una gran disrupción, puesto que ha sido el que ha traído todo el desarrollo de los smartphones y el que ha llevado a que toda la forma de relacionarnos con el mundo haya cambiado. El 5G es eso mismo aumentado para las personas, pero un cambio totalmente disruptivo para las comunicaciones entre máquinas. Hablamos del ámbito industrial, agrícola, de gestión del medio... El 5G lo que tiene de distinto es que permite muchas comunicaciones directamente entre las máquinas, sin intervención humana. Por supuesto que va a cambiar las comunicaciones personales, pues tendremos más velocidad. El salto, en cambio, va a ser en las cosas que se relacionan entre sí: cómo se produce un bien, cómo se gestiona un servicio o los recursos naturales.
–¿Qué papel va a jugar en este proceso la tecnología europea frente a la pujanza de la competencia asiática?
–Creo que Europa ha despertado. Ha habido unos años en los que el 4G y al principio del 5G ha tenido unos desarrollos menos acelerados que otras partes del mundo y, desde luego, no se correspondían con lo que ha sido el principio de la telefonía móvil, cuando el continente tuvo un protagonismo muy importante. Ahora lo que sucede con el 5G es que Europa ha despertado, tanto desde el punto de vista tecnológico como de las aplicaciones. No sólo para el ámbito del 5G, sino igualmente para la evolución futura del 6G que sucederá dentro de ocho o diez años. Ya se está hablando de ello.
–Al hilo de ese último razonamiento, ¿cómo ve el conflicto de los estándares del 5G y 6G?
–A ver. La evolución de los estándares siempre obedece a bloques de intereses distintos. Realmente lo que se desarrolla es una especie de guerra de patentes. Nadie tiene todas las patentes para desarrollar un producto de este nivel, por lo que se produce una gran pugna por tener el mayor número de patentes por las que tú negocias y comercializas para una mejor posición para el mercado posterior. Creo que las guerras de estandarización siempre se han producido. Lo que espero es que no se produzca una evolución que lleve a separar completamente bloques de estándares distintos, sino que se producirá una cierta armonización al final.
–Sobre los despliegues, ¿se han planteado modificar la normativa para evitar problemas de prestación de servicio si un particular se niega al paso?
–En principio, la Ley lo que establece es que no se pueden introducir barreras al despliegue de las redes de telecomunicaciones. Creo que en general en España está funcionando razonablemente bien. Puede haber casos aislados puntuales. Estamos preparando una nueva Ley General de Telecomunicaciones que, además por transposición de la directiva europea, refuerza esa visión de no dificultar este proceso. Dicho esto, en España no ha habido un conflicto importante a este respecto.
–¿Debería obligarse a que toda obra pública contemple canalizaciones para telecomunicaciones al estilo de la electricidad o pluviales?
–Es difícil. Creo que no es tanto obligar como promover que las infraestructuras existentes puedan utilizarse para el despliegue de redes de otro tipo. No tanto como una obligación formal, más bien el no establecimiento de barreras.
–¿Otea fusiones en el sector de los operadores?
–No. Se acaba de producir alguna compra o consolidación pero no prevemos que haya grandes movimientos. Dicho esto, mañana puedo encontrarme una noticia (Ríe).
–Sobre Cantabria, ¿cómo ve el despliegue de fibra y el aterrizaje del 5G?
–En Cantabria hemos hecho un esfuerzo de ayudas públicas para acelerar el despegue de la red de banda ancha. Hasta este año hemos estado con el Plan de Extensión de Banda Ancha. Hasta 2018 se habían otorgado ayudas por unos 2,5 millones. Entre 2019 y 2020 nosotros subimos el importe hasta los 3,6 millones, lo que suponía ya un incremento importante en relación a los cinco años anteriores. En 2021 hemos lanzado una convocatoria de un programa nuevo que se llama Único. Para Cantabria hemos reservado 4,5 millones de euros, prácticamente el doble de lo que hemos hecho los años anteriores. Eso tiene un impacto muy importante. En Cantabria ahora la cobertura en redes de más de 100 megabits por segundo está en un 77% de la población, por debajo de la media de España, que llega al 87%. Con los proyectos aprobados en 2019 y 2020, muchos de ellos en curso, habrá alcanzado ese 87%. Y con estos 4,5 millones esperamos alcanzar por encima del 94 o 95%. La convocatoria todavía está abierta, pero nuestra expectativa va en la línea de llegar a la parte más difícil. Nuestro compromiso pasa por que como máximo en 2025 ni una sola persona en España quedará sin acceso a una red de 100 megabits por segundo.
–¿Qué van a aportar los fondos europeos a este proceso?
–Son una parte importante. El Programa Único se apoya en ellos. Van a suponer un salto cuantitativo y cualitativo enorme, tanto en temas de conectividad para los ciudadanos como en el ámbito de las empresas. Estamos mejorando la capacidad para los polígonos industriales y centros asistenciales o educativos. Los fondos van a acelerar el despliegue del 5G en el territorio. Son un elemento fundamental, que se complementa con un nuevo uso del dinero. Como ejemplo, actividades de I+D en el ámbito del 5G o infraestructuras transnacionales como los cables submarinos.
–Los fondos de inversión se están haciendo con la práctica mayoría de los activos, centrándose las telecos en aspectos más comerciales. ¿Es un camino similar al del sector eléctrico?
–No creo que el proceso sea exactamente igual al del sector eléctrico. Sí que es verdad que la estrategia de las operadoras de telecomunicaciones se decantan más por que algunos de sus activos, que tradicionalmente han formado parte de su propiedad, ahora sean adquiridos por otro tipo de operadores, en algunos casos participados por empresas de capital riesgo para financiar esos despliegues muy a largo plazo. Puede ser el caso de las empresas de torres o las infraestructuras básicas. Puede ser una tendencia de mercado que es natural, pero no significa que los operadores vayan a convertirse puramente en comercializadores. Ellos están valorando dónde van a obtener un mayor valor añadido de su conocimiento. Eso probablemente sea en la parte de definición y desarrollo de servicios, así como cercanía al cliente, dentro de la cadena de valor. Sinceramente, creo que no es comparable con el fenómeno eléctrico, sino que ahora la cadena se está desintegrando en parte cuando siempre había estado muy integrada. De hecho, es más por el efecto de poder competir mejor con empresas tipo Google o Amazon, ese tipo de plataformas grandes, que otra cosa.
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