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Competitividad regional y pandemia
ANÁLISIS ·
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Para comunidades como Cantabria la única vía para converger, a pesar del virus, es la de mejorar por encima de la mediaEn el último artículo del año pasado hacía referencia a la intensidad y evolución de las disparidades regionales en España en lo que va de ... siglo, y concluía que la primera era muy elevada y que la segunda apenas había permitido avanzar en materia de convergencia. A nadie le cabe duda, creo yo, que este comportamiento está muy relacionado con el nivel y el desarrollo de la competitividad de las regiones.
Aunque la competitividad es un tema sobre el que he escrito en numerosas ocasiones, no me resisto a hacerlo de nuevo, ya que una reciente publicación del Consejo General de Economistas de España (CGEE) nos ofrece información actualizada y muy interesante sobre el particular. En concreto la publicación mencionada subraya que, en 2019, Madrid, Navarra y País Vasco volvieron a ser, como casi siempre, las comunidades más competitivas de nuestro país, y que Andalucía, Extremadura y Canarias fueron, como también es habitual, las menos competitivas.
En cuanto a Cantabria, el informe indica que mantiene una posición media baja (sobre un valor nacional de 100 la región alcanza un registro próximo a 80), que encaja como un guante con lo que hace tres semanas decíamos al respecto de su evolución y falta de convergencia en materia de PIB per cápita. La novena posición que ocupa nuestra región en términos de competitividad no es, en definitiva, más que el resultado de su mediocre posicionamiento en todos y cada uno de los siete ejes que conforman el índice computado por el CGEE.
En efecto, salvo en el tercero, el relativo al capital humano, donde mantenemos un muy digno cuarto puesto, en todos los demás nos situamos en torno a (o por debajo de) la media; no demasiado en los ejes primero (entorno económico), segundo (mercado de trabajo) y quinto (infraestructuras básicas), pero algo más alejados en los ejes sexto (eficiencia empresarial) y cuarto (entorno institucional), y tremendamente alejados en el séptimo (innovación). Esta es, por desgracia, una historia que se repite y se repite en nuestra comunidad, y de la que, pese a que damos cuenta (nosotros entre otros muchos) con harta frecuencia, parece que nadie está en condiciones y/o disposición de corregir. Aquí, donde tan habituados estamos a echar la culpa al otro, sobre todo al gobierno (sea éste del signo que sea), no estaría mal que, como se indicaba en el pronaos del templo de Apolo en Delfos, nos aplicáramos el aforismo de 'conócete a ti mismo' y obráramos en consecuencia.
Pero, volviendo al informe, quizás su aportación más notable, por ser la más novedosa, sea la de realizar una aproximación a la incidencia de la pandemia sobre la competitividad regional. En este sentido, el estudio pone de relieve que las comunidades que podrían verse más perjudicadas por la misma serían la de Baleares y Canarias (principalmente por el enorme peso que en ellas tiene el sector turístico), junto con Cataluña, Navarra y País Vasco (por la relevancia que en su estructura productiva tiene la imbricación con las cadenas globales de suministro y valor). En el extremo opuesto, con un impacto potencial importante pero mucho menor que el de las comunidades ya mencionadas se encontrarían las regiones menos desarrolladas del país (Extremadura, Andalucía, Murcia, Castilla-La Mancha y Galicia), a las que, en esta ocasión, y según el CGEE, se sumaría Cantabria.
De cumplirse las previsiones avanzadas por el referido informe, parecería que la pandemia, siendo tan negativa en tantos frentes, tiene una vertiente 'positiva' en forma de reducción de las disparidades regionales en materia de competitividad y renta; y decimos 'positiva' entrecomillado porque una convergencia a la baja no es, obviamente, muy deseable. De cualquier modo, es difícil confiar en que ese 'positivo' resultado llegue a producirse, básicamente por dos razones: por un lado porque, si todo va según lo previsto, la pandemia y todos sus perniciosos efectos (especialmente sobre la movilidad de personas y la ruptura en las cadenas de suministro) podría empezar a remitir de forma muy clara a partir de finales del verano y, por otro, porque las economías más competitivas (las más ricas) tienden a ser también, globalmente consideradas, las más resilientes y las que mejor se adaptan a cualquier tipo de perturbación negativa.
En consecuencia, para comunidades como la de Cantabria, la única vía que queda para converger es la de mejorar nuestra competitividad por encima de la media. En caso contrario seguiremos en una posición media-baja durante mucho, mucho tiempo.
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Ana del Castillo
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