Es el comercio más antiguo de Santander dedicado a la fotografía, pero en sus inicios, allá por 1905, vendía de todo: aperos de labranza, productos de droguería, perfumería, fotografía, herramientas artísticas e incluso pastillas para la tos. Pero con los años fue definiendo su vocación ... hacia la fotografía y el arte. Son cuatro las generaciones de Zubieta que han proporcionado pinceles a los mejores artistas, y las que han vivido la evolución desde las cámaras oscuras hasta la digitalización, combinando el espíritu familiar con una adaptación innovadora del comercio que cada día se pone más difícil.
La tienda se creó en 1905 con el nombre de su fundador, Pedro Zubieta Fernández, un profesor que llegó a ser director de la Escuela de Magisterio y que al no poder atender el negocio personalmente lo hizo por medio de unos empleados durante los primeros años, hasta que se incorporaron dos de sus hijos, Álvaro y Joaquín Zubieta Mazas, que junto a un especialista de laboratorio arraigaron el establecimiento y comenzaron a especializarlo en productos de droguería y fotografía con un notable éxito.
En estas primeras décadas del siglo XX la tienda era esencial para proporcionar material a los minuteros, fotógrafos de ocasión que trabajan en la calle, instalados en enclaves turísticos con una cámara de cajón sostenida con trípode que revelaban en pocos minutos las fotos de los paseantes y visitantes de la ciudad. También se acercaban a la tienda parejas de novios para hacerse sus fotos de boda, y los leikistas (usuarios de las cámaras Leika).
Cuando llegó la guerra, el Frente Popular consideró el valor estratégico de la tienda y se ocupó estableciendo una central química y farmacéutica para suministrar al ejército del norte. Los Zubieta, que se negaron a dirigir dicha central, se trasladaron entonces a un local cercano propiedad de Pérez del Molino, en la misma calle de Hernán Cortés, donde estuvieron aproximadamente año y medio. Terminado el conflicto bélico, la posguerra y el incendio de Santander en 1941 supuso una reducción en la actividad comercial que también lo sintió el establecimiento. El gran incendio de la ciudad (1941) no afectó a la tienda de Zubieta, pero cuatro años después las llamas arrasaron totalmente su interior, obligando a cerrarla durante mes y medio.
Nueva etapa
Tras la reapertura, la tienda inició una nueva etapa que se personificó en la llegada de la tercera generación con Álvaro Zubieta Hervas, que se incorporó en 1951. El tercer Zubieta había estudiado en la Escuela de Comercio peritaje mercantil, y a las órdenes de su padre comenzaría en el negocio familiar haciendo recados, aunque su capacidad para contactar con los clientes y el trato amable y cortés que dispensaba, le convertirían poco a poco en el elemento principal de la tienda que ya era una referencia de destacados pintores. Zubieta proporcionaba pinceles, caballetes o bastidores a creadores como Agustín Riancho, Pancho Cossío o Gutiérrez Solana, y más tarde a talentos como los de Enrique Gran, Fernando y Ramón Calderón, Esteban de la Foz, Eduardo Gruber o Roberto Orallo. También a personalidades que durante los veranos practicaban la pintura como afición, como el famoso médico Carlos Jiménez Díaz que compraba los materiales en Zubieta durante sus estancias estivales en Liérganes.
La vocación artística de la tienda también atraía a quienes pedían ayuda para vender sus obras de arte. En 1960, cuando Zubieta Hervas y Fernando Calderón conversaban en la tienda, una señora se acercó con dos cuadros de Fernando García Camoyano, «el pintor de las flores », para venderlos. El banquero Emilio Botín-Sanz de Sautuola y López había comentado a Calderón que le encantaría adquirir algún 'camoyano', así que éste le avisó de la oportunidad y el banquero se personó en Zubieta con su chequera para comprarlos y sin regatear.
La etapa de la tercera generación, con Álvaro Zubieta Hervás, tuvo como hecho más importante el de la compra del establecimiento, ya que estaba en régimen de alquiler.
Fue una decisión que abría las puertas a la cuarta generación de los Zubieta, pues el alquiler dejaba de estar vigente con la jubilación de Álvaro. La adquisición fue de parte del inmueble que quedó reducido a la superficie actual y que ha permitido la continuidad de la saga.
A partir de 1982, Juanjo, Álvaro y Beatriz, hijos de Álvaro Zubieta y Mª Carmen Terán, se fueron incorporando a la tienda y han llevado el peso de la adaptación más impactante que ha tenido el negocio de la fotografía. La era digital, la desaparición de los revelados, la crisis de las ventas de máquinas fotográficas sustituidas por los teléfonos móviles y la introducción de otras tecnologías vinculadas a la imagen plantearon un reto superado a base de asistencia a ferias y cursos para conocer los avances y las nuevas formas de enfocar esta avalancha de cambios.
La cuarta generación de Fotografía Zubieta ha superado el salto tecnológico, pero el futuro presenta más obstáculos, con una crisis comercial generalizada que comenzó con la aparición de las grandes superficies y la irrupción de Internet como grandiosa plataforma de venta de productos. El mundo es demasiado grande para competir con tanto potencial y acaso la quinta generación prefiera seguir otros caminos alejados de la tradición fotográfica, artística y centenaria de la Plaza de Pombo.
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.