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Este texto corresponde a la newsletter 'Ajuste de cuentas' donde hablamos de dinero sin tapujos, abordando pequeños hábitos del presente que nos ayudarán a hacer más fuerte, financieramente hablando, a nuestro 'yo futuro'.
El euríbor, la declaración de la renta, el precio de la vivienda... en una sección de Economía como en la que trabajo es habitual charlar de los temas financieros de nuestro día a día. Sin embargo, esta semana ha sido sorprendente comprobar cómo la voz de alarma por el impacto económico de los aranceles se ha expandido como la pólvora por toda la redacción, sobre todo entre aquellos compañeros que tienen contratado un fondo o un plan de pensiones y que han observado con preocupación cómo sus inversiones entraban en caída libre.
No solo me ha pasado en el entorno laboral. Familiares y amigos no hacen más que preguntarme si tienen que sacar el dinero del producto en cuestión... incluso algún alarmista me ha hablado de guardar todo debajo del colchón. No se lo tengan en cuenta. Me parece de lo más lógico entrar en 'modo pánico' cuando en la pantalla de su plataforma de inversión solo se ve color rojo. Rojo sangre, para más inri.
En los tres días posteriores a que Donald Trump anunciase su estrategia comercial, las bolsas mundiales perdieron más de 9 billones de euros -con b- de valor. Más de cinco veces el PIB español. Un brusco desplome que sin duda invita a huir de todo lo que huela a riesgo a cualquier persona en su sano juicio. Sin embargo, el remedio de seguir al rebaño -y más en momentos de pánico- puede ser peor que la propia enfermedad. Sobre todo para aquellos que estén invertidos a través de fondos.
La tentación de pasar a un producto de menor riesgo -por ejemplo, de una inversión en bolsa americana a otra en deuda o monetaria- está justificada. Sobre todo teniendo en cuenta que los traspasos entre fondos no tributan. Sin embargo, pocos saben que desde que una gestora da la orden para ese movimiento hasta que la operación se materializa, pasan varias jornadas. Es decir, no es un cambio automático y el dinero puede seguir sufriendo el impacto del mercado en el fondo original.
No hay que olvidar además que, con la misma rapidez que el desplome, puede llegar la recuperación. Así ha ocurrido tras el anuncio de Trump de una tregua de 90 días en su guerra arancelaria. Todo el que salió en los últimos días del mercado arrastrado por la corriente vendedora, se habrá perdido el rebote si no regresó a tiempo.
Numerosos estudios reflejan además cómo el mal 'timing' para entrar y salir del mercado es habitual entre los inversores, pese a que está demostrado que mantenerse invertido a largo plazo suele ser lo más sensato. Pero controlar las emociones cuando hay dinero de por medio es complicado. Para hacerse una idea, según datos de un reciente análisis de Morningstar Investment Management, en los últimos 25 años un inversor que se haya perdido los cinco mejores días del índice S&P 500 ha obtenido una rentabilidad un 36% inferior a la de uno que haya permanecido en el mercado durante todo el periodo.
Obviamente, todo depende del nivel de estrés que cada uno esté dispuesto a asumir. Pero la experiencia demuestra que conviene dejar trabajar a los equipos gestores con una perspectiva a largo plazo. Es decir, tener paciencia y evitar entrar en pánico. Sé que es algo complicado cuando lo que hay en juego es su dinero. Sobre todo cuando está invertido en algo que le ha recomendado un profesional. Pero, si nota que no puede aguantar la presión, quizá el problema no esté en los vaivenes del mercado, sino en que usted no estaba bien perfilado. Así que no lo dude, acuda a su banco, consulte a su gestor y recomponga su cartera. A veces merece la pena rascar menos rentabilidad para dormir sin sobresaltos.
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Javier Menéndez Llamazares
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