Desaceleración sí, recesión no

En este orden de cosas, la economía cántabra ha ido sorteando las dificultades con más fortuna que la media del país, aunque, como este, también ofrece indicios de ralentización en su actividad económica. La principal evidencia se produce a través del PIB, que ha pasado de crecer en términos reales a una tasa interanual del 4% el primer trimestre de 2018 a una del 2,4% el mismo trimestre de 2019; y ello, como consecuencia, casi exclusiva, de la caída experimentada por el sector industrial. Algo similar ocurre con el mercado de trabajo, donde, pese a que se sigue creando empleo y reduciendo el desempleo, la velocidad a que esto se produce ha ido remitiendo poco a poco.

Teniendo en cuenta las incertidumbres imperantes a escala mundial, la desaceleración de las economías europea y española, así como la de la propia economía cántabra –en particular en la vertiente industrial– es previsible que nuestra comunidad autónoma siga la misma senda, máxime cuando históricamente se ha evidenciado que nuestro ciclo va siempre un poco retrasado con relación al nacional. En todo caso, hay que subrayar que desaceleración no significa recesión y que esta, de momento, ni está ni se la espera.