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Eran poco más de las cinco de la tarde y el olor a viscosa aún pululaba en el ambiente. Las máquinas humeantes ya estaban apagadas y en la nave reinaba un silencio perturbador. Como si las maltrechas columnas y los techos no estuviesen acostumbrados a esa quietud. No demasiado lejos de sus antiguos puestos de trabajo, un grupo de operarios esperaba el momento. Una bala de fibra ignífuga presidía el lugar. Era la última que habían producido. Querían retratarse con ella. 45 empleados de Sniace posaron para El Diario Montañés con lo que hasta este lunes era uno de los productos estrella de su gama.
Risas nerviosas, caras de circunstancias y alguna que otra broma acompañaron el momento. Junto a los obreros había encargados, jefes de planta y personal de mantenimiento y servicios. Uno por uno fueron cogiendo un rotulador permanente y estamparon su firma en el paquete. Esa fue su manera de decir adiós a '49987'; que es el código del último salido de Viscocel, la división del Grupo Sniace encargado de la viscosa. La fibra ignífuga o de llama con retardo -llamada FR por sus siglas en inglés- era uno de sus pilares económicos. En Torrelavega se fabrica el 50% de toda la que consume el mercado mundial, que está prácticamente centralizado en Estados Unidos. «Allí es obligatorio utilizarla en la construcción de colchones, edificios oficiales, tulipas y cortinas», explica Javier del Castillo, que es el director de operaciones de la planta de viscosa, celulosa y cogeneración.
El resto de la producción sale de China. «Es una pena, porque con esto del coronavirus nos habían llegado muchos encargos directamente a nosotros», añade Del Castillo. La puesta en escena no se eligió al azar: un suelo impoluto de hormigón y de fondo un muro recién construido con unas paredes metálicas en perfecto estado. Algo difícil de ver en una factoría en la que hay naves que literalmente están cerradas porque se caen a pedazos y la carretera de acceso parece un campo de golf, por la gran cantidad de socavones que acumula. Estas mejoras eran parte del proyecto de inversión que Sniace había comenzado. «Aquí había previstos 5,5 millones. Este año íbamos a aprovechar que la parada de abril y mayo iba a ser más larga para dejar todo listo», cuenta el director general, Adolfo Corral.
Adolfo Corral | Director general
Del Castillo muestra fotos en su teléfono móvil de la máquina que se está construyendo en Asturias, en una factoría del grupo Glencore, que es una multinacional a la que también pertenece Asturiana de Zinc. «Es una lavadora -'washer', en inglés- para blanquear la fibra», cuenta el director de operaciones. Sniace, que preveía invertir 12 millones en su plan estratégico procedentes de la última ampliación de capital (se habían cubierto 24,5 de los 32,6 inicialmente previstos), aspiraba a duplicar la producción de fibra viscosa hasta las 8.000 toneladas en 2021 tras superar con éxito las pruebas definitivas de microcorte en Alemania para la fabricación de las toallitas dispersables libres de plástico y disponer los primeros pedidos. Era la estrella de su negocio tras el auge de estas toallas que pueden arrojarse por el inodoro, ya que se disuelven en el agua al no contener materiales plásticos. Incluso habían diseñado un nuevo y moderno almacén robotizado ante la alta demanda que esperaban. El actual, repartido en una parte de la nave repleta de columnas, estaba obsoleto y con goteras. «Íbamos a demolerlo y construir uno nuevo más alto, de doce metros de altura. También iba a estar mecanizado», explica Del Castillo. «Teníamos todo listo y dispuesto y ahora se quedará durmiendo el sueño de los justos», añade de forma expresiva.
Javier del Castillo | Director de operaciones
Para llegar desde la planta de Viscocel hasta la de celulosa hay que coger el coche o caminar varios minutos. Celltech, que es la división del grupo que se dedica a la celulosa, aún está en funcionamiento. Y lo estará «hasta el próximo sábado o el domingo, como muy tarde». «La última cochura se realizará el viernes», explica el director de operaciones de Sniace. Aquí principalmente se extrae la celulosa de la madera a través de un proceso de cocción y un tratamiento químico que está totalmente libre de cloro, ya que en su etapa de blanqueo se utilizan ozono y oxígeno en sustitución de los derivados del cloro. De aquí surge el característico olor que, cuando está a pleno rendimiento la maquinaria, se puede percibir en varios kilómetros a la redonda de Torrelavega. También hay andamios por todas partes.
Dentro del proyecto de inversión, Celltech se llevaba una gran parte. La intención era modernizar la producción y hacerla energéticamente mucho más eficiente.
El cierre de Sniace deja en el aire multitud de proyectos -y de dinero- de empresas que trabajaban en estos momentos en los diferentes frentes de mejora que tenía abiertos la empresa cántabra. «De España, Alemania, Estados Unidos, Suiza, Finlandia e incluso la India», enumera Del Castillo. También está por ver qué sucede con toda la madera que Sniace tiene almacenada. «Unos 20.000 estéreos, lo que necesitamos para veinticinco días de producción», cuentan desde la compañía. Para hacerse una idea, un estéreo es una unidad de medida para la madera o la leña que equivale a toda la que se puede apilar en un metro cúbico. Montañas de eucaliptos, de la variedad 'globulus', el mismo que se ve en la mayoría de plantaciones que hay repartidas por la región, se acumulan a la espera de conocer su suerte. Mientras tanto, la actividad en el laboratorio tampoco para. Aunque el número de trabajadores se ha reducido notablemente en los últimos años, quedan profesionales que trabajan en lo que allí les gusta llamar I+D. Tienen una réplica en miniatura de un hervidero piloto. Estas últimas semanas estaban ensayando diferentes aspectos de la cocción. Llama la atención el calor que hace. Hay cañones calefactores que están repartidos por todas las estancias. «Es necesario, para determinadas pruebas, tener una temperatura constante», indica Javier del Castillo.
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El proceso para abandonar el carbón fue la puntilla para Sniace, admiten sus responsables. El Ministerio para la Transición Ecológica recortará los incentivos para las plantas de cogeneración en un 35%. Era la punta de lanza de la compañía torrelaveguense, que dispone del mayor complejo cántabro de este tipo con una capacidad de 93 megavatios (MW).
Para poder desarrollar su actividad, Sniace necesita una gran cantidad de energía. La genera en la planta adyacente. Utiliza gas para mover turbinas que además de electricidad producen vapor, que es de vital importancia para la fabricación de viscosa y celulosa. Alberto Haya estaba este lunes al frente de los dos generadores: el G11 y el G12. Pero solo había uno en funcionamiento. «La fábrica es la que manda», explica. Cuando las necesidades de producción son elevadas, se conectan los dos. El gas mueve las turbinas -son idénticas al motor de un avión- que producen energía eléctrica y hasta 110 toneladas por hora de vapor.
Como la planta de producción está pegada a la fábrica, la energía sobrante se vierte en la red general. Así obtienen beneficios económicos. La que usan la pagan a un precio mejor que el que marca el mercado.
Llama la atención el poco ruido que emite la planta de cogeneración cuando está en funcionamiento. «Y las emisiones son mínimas», se defienden los responsables de la compañía. «Entre 20 y 25 de ppm (partículas por millón) de óxidos de nitrógeno. El límite está en 50 y hace unos años estaba en 300», afirman.
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Jon Garay y Gonzalo de las Heras
Equipo de Pantallas, Oskar Belategui, Borja Crespo, Rosa Palo, Iker Cortés | Madrid, Boquerini, Carlos G. Fernández, Mikel Labastida y Leticia Aróstegui
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