Esparcimiento cultural y moral

El Círculo Católico forma parte notable de nuestro patrimonio local y sin embargo corre el peligro de perderse en el barullo de los tiempos que corren y que obligan a una redefinición de este tipo de entidades que han cumplido una evidente función social y cultural. Su primer presidente, Enrique Plasencia, encabezaba a finales del siglo XIX una junta de empresarios preocupados por el fomento de la cultura y la asistencia benéfica en los grupos obreros cristianos, en aquellos tiempos de convulsiones sociales y de cierto despegue comercial santanderino. De hecho, el Círculo se ha anunciado como una entidad benéfico-docente, instructiva, cultural, artística y recreativa. Ha perdido ya la función estrictamente docente, que lo vinculó durante muchas décadas al colegio regentado por los Hermanos de las Escuelas Cristianas; de ello tuvimos ocasión de escribir, cuando dedicábamos su página al colegio de La Salle de Los Corrales de Buelna, sobre cómo algunos hermanos, hasta la guerra civil y desde 1901, impartieron clases en las precarias instalaciones del Círculo. Hasta 1991 existieron, de hecho, unas escuelas del 'Círculo Católico', cuyo archivo aún se conserva en parte, o al menos se conservaba cuando yo lo conocí allá por el año 2010. La historia de la entidad (declarada desde 1972 «de utilidad pública»), rescata algún nombre propio de grata memoria, como el de Jesús Polo Guerra, que fue presidente de la entidad y director y profesor de sus Escuelas. Lamento no poder ofrecer ahora mismo datos actualizados sobre la realidad del Círculo Católico de Santander, y ruego a sus responsables que me disculpen, pero hacia el año 2010 contaba con cerca de trescientos abonados en su sede en el número 4 de la calle Rubio, donde un visible cartel lo anuncia.

En octubre de 2002 ocurrió un hecho interesante en su historia y es que el Círculo Taurino Montañés, que tenía su sede en la calle Lealtad, se integró en el Católico, donando mobiliario y diversos enseres, además de su biblioteca y diversas obras artísticas y documentales. La aportación de los taurinos resultó al parecer muy importante, puesto que la biblioteca del Círculo, que por medio de la compra o la donación llega a unos dos mil quinientos ejemplares, ha contado desde entonces con 69 tomos de la revista 'El ruedo' (1944-1976) y los doce de 'Los toros' que dirigió José María de Cossío. Entre otras lindezas de su patrimonio, de las paredes del Círculo cuelga una veintena de caricaturas de toreros realizadas por 'Tinín' Morillas, algunas de las cuales llevan la firma autógrafa de los retratados. En mayo de 2017 el Círculo de Santander recibió la visita del actual obispo y parte del consistorio santanderino y esto es prácticamente lo último que aparece en internet sobre esta institución centenaria.

Por su parte, el Círculo Católico San José de Castro Urdiales nació en 1908 para «proporcionar a los socios, solaz y esparcimiento, cultural, moral e intelectual», bajo la presidencia de Samuel Carranza. Hay que tener en cuenta que la época en que estas entidades se original es de un enfrentamiento grave entre el catolicismo y el laicismo, con un importante auge de las industrias y el sindicalismo de distinto signo. Han sido ya más de un siglo de actividades educativas y culturales, con impartición, en distintos momentos, de clases de muy diferentes materias, entre otras taquigrafía e idiomas. Cuentan los lugareños la importancia que el Círculo castreño ha tenido en el desarrollo de la música coral e instrumental, por ejemplo con agrupaciones como la 'Schola Cantorum' y el 'Coro de Voces Graves Los Templarios', y también un hecho no poco destacable, como es que el Círculo tuviera su importancia en la inicial carrera musical nada menos que de Ataúlfo Argenta, donde recibió clases de solfeo, piano y violín. El Círculo de Castro mantiene una actividad notable en conciertos, conferencias y torneos de ajedrez, según se ve en las informaciones disponibles en la web.

No cabe duda de que estas entidades han de seguir abriéndose a la sociedad y acoger iniciativas culturales diversas. Para ello nada mejor que la creación, desde el convencimiento y la necesidad de redefinirse, de una programación atractiva y bien difundida. Todo ello precisa de la subvención, porque a menudo las cuotas de los socios no llegan casi para cubrir gastos. Las autoridades políticas no suelen prestar demasiada atención a este tipo de instituciones, seguramente por desconocimiento de una historia que a lo mejor no se ha sabido transmitir, pero que es demasiado importante como para que pase desapercibida.