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El Gobierno de Cantabria y agrupaciones empresariales como CEOE-Cepyme llevan meses advirtiendo del riesgo cierto de que gigantes industriales asentados en la Comunidad opten por la deslocalización de centros productivos o reducción drástica de producciones ante la escalada incontrolable de los precios de la ... energía. En el centro, las plantas electrointensivas. Como ejemplo, Ferroatlántica, que ha anunciado que parará el segundo de los cuatro hornos que tiene en el complejo industrial de Boo de Guarnizo (El Astillero).
La noticia viene a dar continuidad a la serie de señales de alerta que la organización integrada en la matriz Ferroglobe, productor de silicio metal y ferroaleaciones participado en un 54% por Grupo Villar Mir, exhibe desde hace más de dos años. En un comunicado, la compañía explicó que va a poner en marcha una nueva batería de actuaciones para contrarrestar el incremento de los costes, «disparados» por el alza de la electricidad.
En concreto, Ferroglobe ha decidido dejar inactivo un horno en la planta de Sabón (A Coruña), el segundo horno en la fábrica de Boo y reducir la producción alrededor de un 25% en la planta de Monzón (Huesca), modulando la actividad industrial según la volatilidad en el precio de la energía, en máximos en las últimas semanas.
El Grupo explicó en un comunicado que todas estas acciones tienen como objetivo minimizar el impacto del aumento de los costes energéticos en España, al mismo tiempo que permiten satisfacer las obligaciones comerciales con los clientes.
INEVITABLE
«Durante este periodo de tiempo sin precedentes, donde los precios de la energía en España se han cuadruplicado en los últimos meses, estamos buscando constantemente formas para minimizar el impacto en nuestro negocio y operaciones. Nuestra amplia huella industrial y nuestra experiencia técnica resultan de gran valor para contrarrestar este problema», aseguró el consejero delegado, Marco Levi.
«Este último conjunto de acciones que hemos llevado a cabo nos permite cumplir con las obligaciones que tenemos con nuestros clientes en España -en parte mediante la utilización de otros activos en Europa-, con el objetivo de optimizar cada pedido. Continuamos monitorizando a diario esta situación y su evolución, y haremos los ajustes operativos que corresponda», añadió.
Consultada por este periódico, la compañía ratificó que el segundo de los cuatro hornos se detiene ahora por la factura eléctrica después de que estuviera una de las calderas inactivas durante un tiempo por labores de mantenimiento.
Ferroatlántica ya anunció al Ejecutivo autonómico y a los trabajadores la parada del primer horno del complejo cántabro en septiembre. Entonces las reacciones no se hicieron esperar, puesto que la plantilla comunicó al Gobierno su preocupación ante la posibilidad de que aquella parada puediera ser definitiva si no se revertía la tendencia actual en el mercado eléctrico.
Incluso el propio presidente regional, Miguel Ángel Revilla, no ocultó su temor con la primera parada. El coste del consumo mensual de energía de la planta de Guarnizo es de cinco millones de euros más al mes en comparación con las plantas que tiene en Francia Ferroatlántica. «Y eso hace pensar que, teniendo una energía más barata en otros países, y una empresa que tiene la misma instalación en un país vecino, donde la energía es menos de la mitad, pues el riesgo está encima de la mesa», admitió.
Ahora las cosas son todavía peores, toda vez que la noticia ha caído por sorpresa tanto en el seno de la Administración PRC-PSOE como en los propios representantes de los trabajadores.
Las desventajas competitivas son cada vez más evidentes, en especial con las fábricas francesas. Como explicó ayer VozPópuli, Ferroglobe ha alcanzado un acuerdo con el Gobierno galo para mantener la actividad en cinco factorías con las que cuenta en el país.
La decisión de parar un horno es especialmente meditada. En la fábrica cántabra son necesarios 3,5 megavatios para una tonelada de producción. Con el megavatio a 200 euros el coste se dispara hasta los 700 por tonelada, cuando en enero se pagaba a 40 euros el megavatio y, por tanto, producir una tonelada no pasaba de 140 euros. Lo más costoso, no obstante, es la arrancada: 60.000 euros, tres semanas y 20 operarios.
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