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El final del hombre tranquilo

El final del hombre tranquilo

El químico que orilló las probetas, admirador de Mario Conde, supo moverse en los años 90 con envidiable aplomo en el marasmo de Sniace, para ser ungido, finalmente, como su salvador

NIEVES BOLADO

Torrelavega

Viernes, 1 de febrero 2019, 07:24

«Esperaba y deseaba que ocurriera, pero tuve una inexplicable sensación de orfandad». Un trabajador de Sniace resumía ayer, gráficamente, el sentimiento que tuvo al conocer la noticia de que Blas Mezquita no volvería a atravesar la puerta del despacho oficial del presidente de la ... Compañía, una imponente estancia forrada con madera noble, ya con olor a naftalina, y donde el agua caliente para el té se dispensaba con un samovar de plata. Es lo que tienen las largas vigilias. Y es que desde que Blas Mezquita (Madrid, 1959) llegara a Torrelavega conduciendo un Renault 5 han pasado 34 años, más de tres décadas en las que su presencia omnímoda se había hecho inevitable e inacabable. Debió ser esa la misma sensación que sintieron algunos españoles, que aunque ansiaban la desaparición del dictador, el 20 de noviembre de 1975 tuvieron ante el túmulo de Franco el temor a que no hubiera un mañana.

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