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«Estamos ante el mundo que nos viene». Un mundo cada día más «incierto y menos predecible», ha comenzado diciendo el exministro durante los gobiernos de Aznar, Josep Piqué, que ha intervenido en el Foro Económico de El Diario Montañés para analizar la ... nueva realidad dominada por lo global y lo digital.
Para el también empresario, Occidente ya no puede pretender seguir siendo la potencia hegemónica mundial: «Tiene un importante poder, pero el peso relativo en lo económico, cultural y militar está declinando en términos absolutos y relativos. Es un tópico decir que el siglo XXI es asiático, pero es la realidad. Estamos tan acostumbrados a ver el mapa del mundo como nos lo enseñaron en la escuela, eurocéntrico, que ya no nos damos cuenta de que no es la realidad», explica.
Piqué, que se confiesa un apasionado de la geografía, -algo que se plasma en su discurso- se ha referido de otra manera al peso asiático. «La Primera Guerra Mundial supuso dejar a Europa exhausta. Tanto que la segunda llegó sin tardar. Desaparecen nada menos que cuatro imperios: el ruso, el alemán, el otomano y el austrohúngaro. Eso implica el inicio de la decadencia de Europa en el contexto global. Es un lugar común decir que el centro de gravedad está en el Pacífico, por la vertiente del peso asiático. El eje esta en el estrecho de Malaca. Es una conexión natural y estratégica que supone dos tercios de la población mundial en su entorno, los flujos comerciales superan con mucho a cualquier otro punto similar y por tanto el peso político y militar sigue creciendo». E insiste el exministro en que «no debemos renunciar a jugar un papel relevante, pero sí debemos ver las cosas de una manera sustancialmente distinta a las últimas décadas».
¿Cuáles son las grandes tendencias que llevan a reforzar esa idea de que el centro del mundo está en el centro de Malaca?, ha preguntado a los presentes en el Hotel Bahía Josep Piqué. «Estamos ante un repliegue del mundo anglosajón. Ha sido el líder de occidente. Su hegemonía se reflejaba en su poderío militar. Siempre han proyectado esa capacidad hacia afuera para reforzar su preponderancia. Les interesaba liderar la globalización. Ahora estamos viendo una reacción contraria, un ensimismamiento y una protección del exterior», ha contestado.
La expresión más clara en Europa la tenemos con el Brexit, según el empresario catalán. «La población ha decidido, por una exigua minoría, abandonar Europa. Quizá con el ánimo de recuperar la gloria imperial, algo que no va a ocurrir. La crisis general tiene mucho que ver». Y como la mayoría de ponentes que han pasado por el Foro Económico de El Diario Montañés, Piqué no ha querido dejar al margen del cambio global a Donald Trump: «Si hace dos años me hubieran preguntado si las elecciones las podía ganar Trump, hubiera respondido que de ninguna manera. Después creímos que el establishment impediría que cumpliera sus planes, pero estamos viendo que lo va consiguiendo. Cosas como no firmar el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP), la negociación para un tratado de libre comercio de inversiones entre Europa y EEUU la ha roto, se ha abandonado el Acuerdo de París contra el cambio climático, se ha salido del marco de los refugiados o del acuerdo nuclear con Irán con una postura contraria al resto. Tiene una postura de encabezar movimientos mundiales unilaterales. Eso lleva a medidas de carácter proteccionista que ya veremos a qué llevan. Afortunadamente, es difícil que prosperen. La idea posterior es que si algunos ganan otros pierden. En esa pretensión de suma cero se basan sus medidas económicas que están generado enorme preocupación e inquietud».
China quiere ser la gran potencial mundial a mitad de este siglo. «Acumulemos fuerzas y que no se nos note», decía Deng Xiaoping. Según Piqué, ya no es un sueño o una pretensión. Es una realidad. «Ya no es posible disimularlo. Eso tiene su reflejo en lo militar. Igual que nos hemos acostumbrado a ver barcos americanos en cualquier puerto del mundo, empezaremos a ver los chinos. Para cualquier potencia, garantizar sus intereses pasa también por cierto control. La presencia de China en África o América Latina cada día es más relevante».
Por tanto, resume el exministro, «el juego de la geopolítica no se ha ido jamás, pero ahora se hace mucho más evidente. China quiere ser la gran potencia mundial del nuevo mundo. Aunque EEUU y occidente siguen teniendo un modelo social y cultural mucho más atractivo. Se va creado una nueva bipolaridad imperfecta. Los nuevos actores son mucho más proactivos. Para entender las relaciones internacionales hay que mirar los mapas y estudiar historia, porque la historia siempre vuelve. Un ejemplo es Rusia. Cuando desaparece la URSS se dan cuenta de que son un país muy débil. ¿Qué ha hecho Putin? Devolverle la autoestima al pueblo ruso».
En cuanto a Turquía, Piqué ha desarrollado la idea de su inclusión en Europa. «Algo que no va a volver a ocurrir», explica el economista. «Los turcos han dicho que quieren ser otomanos. Irán está ampliando su área de influencia. Son dos países árabes pero no musulmanes. La influencia de Irán va desde el Este del Golfo pérsico hasta el Mediterráneo. No se olviden ustedes de India, que a mediados de siglo tendrá cien millones de habitantes más que China, siendo además enemigos desde tiempos inmemoriales. Afortunadamente, el Himalaya limita los conflictos».
¿Y qué pasa con la «pequeña y querida» Europa? ¿Qué lugar ocupa? ¿Podemos ser una potencia mundial? «Por población y comercio sí, pero solo es posible si desde fuera se nos ve como tal. Si profundizamos en el proyecto político. Europa se divide en los países pequeños y los que no han asumido que son pequeños, -es un chascarrillo que se usa en Bruselas-, aclara. En un hipotético G7 dentro de dos décadas, ya no habría países europeos (ahora hay 4). Los países más importantes del mundo van a tener una relación directa con la demografía. Es uno de nuestros problemas más graves, que en Europa nos lleva directos al suicidio y la irrelavancia».
Para Josep Piqué -apartado de la vida política desde hace once años-, es muy importante que España ayude a Francia y Alemania a ponerse de acuerdo en hacer cosas. «Nuestro país puede jugar un papel pro activo». Para el futuro de España, ha dicho, que Europa no fracase es fundamental. «Si en Francia hubiera ganado Marine Le Pen, hoy estaríamos hablando de la muerte de Europa. O si en Alemania no hubieran encontrado un equilibrio. Ahora estamos viendo que es posible recuperar el eje franco alemán que se encuentra con el freno de otros países como Holanda, los países Nórdicos o Irlanda. Al Este, no tenemos sólo euroescépticos sino que cuestionan los principios que dan base a Europa, como el reparto de poderes o la independencia judicial. Todo esto puede ser razonablemente manejable. ¿Donde está los problemas? En Italia, que también se está desmarcando de Europa. Es muy grave lo que está pasando».
Como «europeo convencido», el empresario y economista ha hablado sobre el papel «importante» que juega España en Europa. ¿Qué nos ha sucedido? se ha preguntado. «Que la crisis económica nos ha golpeado muy fuerte y más que a otros. Eso ha roto el vínculo entre los ciudadanos españoles y nuestras instituciones. De ahí el desencanto y la ruptura del bipartidismo de los últimos 40 años que también está en reconstrucción. No sabemos lo que va a ocurrir pero sí que ese sistema entre PP-PSOE ha entrado cuando menos, en tensión. Lo deseable no es que salga un debilitamiento de las instituciones, sino un refuerzo de nuestras convicciones. La crisis económica ha tenido mucho que ver porque ha habido muchos perdedores. Hay que saber gestionar a los perdedores, eso quiere decir hacer política».
Y al término de su ponencia se ha referido a otro de los temas candentes en nuestro país: Cataluña. «España ha salido de la crisis en lo que es la historia de un éxito. La situación de debilidad ha sito utilizada por todos los que han querido romper nuestra cohesión territorial. Para los que creemos en España y su futuro, quienes abogaban por la salida de Cataluña se han equivocado. Lo han hecho antes de tiempo, antes de tener apoyo social e internacional. Ahora estamos viendo mucho teatro, pero no hay alternativa al retorno a la legalidad. Y a partir de ahí, trabajo político. El mundo independentista está muy dividido por dentro aunque quieran que parezca lo contrario. Saben que han perdido la partida, aunque eso no significa que no lo vuelvan a intentar. Si han desarrollado una estrategia en el mundo educativo, de la comunicación o los símbolos, hagamos lo propio. Lo de Europa no depende de nosotros, pero en la medida de nuestras posibilidades, Europa ha demostrado una capacidad de recuperación que debe devolvernos la confianza en nuestra fortaleza».
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