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El Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria es sin duda uno de los valores patrimoniales y culturales más relevantes que nuestra región puede exportar al mundo, tal es la calidad y cantidad de piezas que atesora, especialmente relativas al arte mueble del Paleolítico Superior, ... con destacados útiles de piedra y objetos tallados en hueso y asta, así como antiguos restos de más de cien mil años de antigüedad procedentes de esa maravilla que es la cueva de El Castillo, escenario de la más que centenaria actividad investigadora en torno a nuestros más lejanos antepasados. Hay por supuesto piezas de otros periodos como el Musteriense, el Calcolítico, la Edad del Bronce, la Edad Antigua y la Edad Media y uno no puede dejar de destacar la soberbia colección de grandes estelas discoideas (que no nos distinguen, sino que nos emparentan con otras regiones), la serie de epígrafes funerarios y términos augustales y piezas como el caldero de Cabárceno.
El actual Mupac, en la planta baja del Mercado del Este, acierta indudablemente con la división de sus espacios y la recreación de ambientes prehistóricos o históricos: la bóveda de La Garma o el interior de una villa romana son espacios atractivos, así como las explicaciones didácticas de los huesos animales, la evolución del hombre o las estelas monumentales y la impresionante sala que presenta una extraordinaria selección de arte mueble. Algún visitante atento reconocerá sin duda piezas que estaban expuestas en la sede anterior del Museo en Puertochico. Hay pertinente información, paneles interactivos, una lograda muestra de la estratigrafía arqueológica y la evolución de los útiles prehistóricos y un interesante material audiovisual. El Museo organiza exposiciones temporales variadas, a mi juicio de desigual interés. Pero el esfuerzo realizado para este proyecto fue en su día notable, después de décadas de provisionalidad y lamentable tratamiento de las autoridades hacia la arqueología y prehistoria cantábricas.
No sé si es preciso recordar que Cantabria forma parte de un ámbito geográfico, la Cordillera Cantábrica, inigualable en su patrimonio prehistórico, con cavidades de categoría universal. Son diez, de hecho, las declaradas Patrimonio Mundial por la Unesco, Altamira, la Garma, las Monedas, Chimeneas, la Pasiega, Chufín, Covalanas, El Pendo, Hornos de la Peña y el Castillo, sobre un total de dieciocho cuevas del norte de España que figuran en el honorable listado, como apogeo del arte y muestra excepcional de la humana creación. Declaración mundial de tanta envergadura no puede caer en saco roto o solventarse con soluciones provisionales. Por esta razón, completamente incontestable, uno se pregunta por qué la historia de este Museo, que debería ser una de las dos o tres joyas a proteger y difundir, es una historia tan llena de olvidos, injusticias y contratiempos desde prácticamente sus inicios. De hecho, en los tiempos en que esta serie de entidades centenarias se está publicando aún no tiene el Mupac su tantas veces prometida sede permanente, que ansiaron sus directores, el P. Jesús Carballo, Miguel Ángel García Guinea, Pedro Ángel Fernández Vega o el actual, Roberto Ontañón.
La andadura del museo se inició en 1926, en el Instituto de Santander, actual IES Santa Clara, con un acto que estuvo presidido por el rey Alfonso XIII. El primer director, por encargo de la Diputación Provincial de Santander, fue el P. Jesús Carballo. Por entonces se hizo una labor de recopilación de piezas de distintas colecciones (entre otros, del P. Lorenzo Sierra o el conde de la Vega del Sella); las cosas del patrimonio no se gestionaban con el burocratismo de nuestros días, pero lo que había que hacerse, se hacía, aunque fuese de manera precaria y con criterios hoy muy discutibles. En 1941 la colección, ya notable, se trasladó a los bajos del palacio de la Diputación, en aquel edificio de Gonzalo Bringas que décadas más tarde fue derribado aún no sabemos muy bien para qué y a qué precio. Cuando Jacques Chirac visitó Santander quiso visitar expresamente lo que de Cantabria más conocían en Francia: las cuevas prehistóricas y el museo en el que se resumían sus descubrimientos. Parece que su petición sorprendió a los anfitriones montañeses, alguno de los cuales parece que ni sabía dónde se hallaba el museo.
En 2008 cerró el museo al público para trasladarse a un local en la avenida de los Castros y más tarde a su actual sede en el Mercado del Este, donde la exposición permanente fue abierta en 2013, con proyecto y ejecución de Fernández Vega.
El derribo de la sede del Gobierno en Puertochico implicó otro quizá aún más lamentable, el del edificio escolar de Peña Herbosa, obra de González de Riancho, a cambio de levantarse en el solar la nueva sede del Gobierno Regional. Las propuestas de sede han sido variadas, y algunas anunciadas a todo plan, para hundirse luego en el olvido: la vaguada de Las Llamas, el edificio del Banco de España, el solar que ocupaban unas naves de Astilleros del Atlántico en Gamazo o todo el Mercado del Este (no sólo la planta baja que ocupa desde 2013). Se planteó en su día incluso la posibilidad de llevarse el museo a otra localidad que no fuera Santander, acaso por zanjar de una vez el mareo de incertidumbres. La desidia, raíz, causa y consecuencia de tantos males, ha maltratado tradicionalmente nuestro patrimonio más internacional. Pero ahora, a la espera de la construcción de la sede definitiva, se podrá investigar con medios adecuados, esperemos, y contemplar una selección de nuestra arqueología y prehistoria. No deberían olvidar los gestores de la cosa pública el homenaje a los investigadores que trabajaron en pro de la divulgación de nuestro pasado; se me ocurren varios nombres, algunos ya citados en esta página, que hicieron posible el milagro, la casualidad o la intuición del descubrimiento, ese que vuelve a empequeñecernos ante la grandeza y el misterio del ser humano.
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