La antigua Caja de Ahorros de Santander y Cantabria, luego Caja Cantabria, etc., cumple este año con redondez su 125º aniversario. Para conocer su historia hay cierta bibliografía específica y accesible, no creo que abundante, enriquecida sobre todo por la celebración del centenario en 1998, ... pero rescataré en esta página, entre otras fuentes, un pequeño libro de José Simón Cabarga, 'De siete mil duros a mil millones de pesetas' (Bedia, 1963).
En 1839 se había dictado una ley por la que en cada provincia española debía haber una caja de ahorros vinculada a un monte de piedad. Sin embargo, en la nuestra tardó varias décadas en constituirse. Los inicios de la Caja partieron de las 45.000 pesetas que legó en noviembre de 1897 para fines benéficos Modesto Tapia Caballero, industrial burgalés. El gobernador civil Francisco Rivas Moreno decidió destinar 35.000 de esas pesetas al capital fundacional. El primer consejo, del que formó parte José María de Pereda, fue el 11 de febrero de 1898, con la participación de Ayuntamiento de Santander, Liga de Contribuyentes, Cámara de Comercio, Diputación y Obispado. El 28 de abril de 1898 la Reina Regente María Cristina sancionó los estatutos y el 3 de junio se constituyó oficialmente el Monte de Piedad de Alfonso XIII y Caja de Ahorros de Santander, cuya primera sede estuvo en el número 5 de la calle Pedrueca.
Un cuantioso legado del primer y segundo marqués de Comillas facilitó que a partir de 1902 se proyectara la construcción de una sede noble en la zona de Tantín, con planos del célebre arquitecto barcelonés Luis Domenech Montaner y ejecución de Casimiro Pérez de la Riva. En El Diario Montañés de 30 de julio de 1907 podemos leer: «Encargáronse los planos del edificio al inteligente y acreditado arquitecto don Luis Doménech y Montaner, el cual les presentó terminados al poco tiempo, siendo muy del agrado de la junta, tanto la hábil distribución de las dependencias como el depurado gusto de su estilo en el exterior». El rey Alfonso XIII inauguró las obras el 31 de julio de 1905 y el 29 de julio de 1907 la flamante sede, que formaba parte del conjunto de modificaciones urbanísticas que se acometieron en Santander entre finales del siglo XIX y las primeras décadas del XX, desde la rampa Sotileza, la prolongación de la Alameda Segunda y los paseos del Alta y de la Concepción hasta edificios como el Banco Mercantil, el Mercado de la Esperanza, la Estación de la Costa, el Instituto Santa Clara, Correos o el Cine Coliseum.
Cuenta Simón Cabarga que dos acciones populares de la Caja fueron la implantación de huchas y la apertura de libretas de ahorro. La acción social, benéfica y crediticia se extendía sobre todo a la clase media, pequeños empresarios, obreros y ganaderos. El saldo del conjunto de impositores llegaba hacia 1950 a los cien millones de pesetas, cuando la entidad pasó a denominarse Caja de Ahorros de Santander. Aparte de otras actuaciones, como la apertura en 1947 de la primera sucursal en Torrelavega, al año siguiente, en el proceso de reconstrucción de Santander tras la quema, se proyectó el edificio de la Plaza de Velarde, que se terminó en 1953. Por cierto que su fachada principal dice mucho de nuestra evolución social: las estatuas del Ahorro y la Beneficencia diseñadas por Fernando Calderón fueron piedra de escándalo en 1967, por su rotunda desnudez tan expuesta. Calderón había ganado el concurso y sus bocetos sirvieron a Agustín de la Herrán para ejecutar las obras, que hoy en día pasan desapercibidas.
Expansión
La década de los sesenta fue claramente expansiva, con la apertura de numerosas sucursales por la entonces provincia de Santander. En 1962 se alcanzaron los primeros mil millones de pesetas de imposiciones de clientes. Para Simón Cabarga, se advierte claramente en la historia de la Caja «el proceso transformador de la economía doméstica». En 1975 comenzó a editarse 'La Revista de Santander', estimable publicación muy difundida y generosa en buenos reportajes y firmas. Debe destacarse sin duda el patrocinio de numerosas actividades e iniciativas culturales y deportivas por parte de la Caja especialmente en las tres últimas décadas del siglo XX. En los años ochenta pasó a denominarse Caja de Ahorros de Santander y Cantabria y se inauguró el edificio de Cazoña con destino a los servicios administrativos.
Un sentir generalizado, pero no demostrado al dato, estadísticamente, es que la Caja empezó a cambiar gravemente cuando se metieron los políticos en sus sucesivos consejos de administración, circunstancia que a su vez fue modificada por una ley ya de este siglo por la que ningún diputado, alcalde o concejal puede formar parte de los órganos de gobierno de una caja de ahorro española.
Con la crisis financiera desde 2007, el consejo de administración de la Caja autorizó la apertura de contactos con otras cajas españolas con el fin de reforzar la solvencia, mejorar la eficiencia y consolidar el crecimiento. Tras arduas negociaciones, el 25 de septiembre de 2010 se aprobó la integración con otras tres entidades, Caja del Mediterráneo, Cajastur y Caja Extremadura, para crear Liberbank, con un volumen de activos superior a los 135.000 millones. Ahora la Caja está integrada en Unicaja y nos hemos de olvidar, entre otras cosas, de las viejas cartillas que buena parte de los montañeses hemos tenido con nuestros ahorrucos en la entidad: se trata de la adaptación necesaria a los nuevos tiempos, que por desgracia se llevan consigo también usos, costumbres y recuerdos.
El 8 de octubre de 2021 su patronato aprobó los estatutos de la Fundación Caja Cantabria. No podemos dejar de mencionar las actuales instalaciones de la calle Tantín, con el teatro del Casyc y amplios espacios expositivos que componen un atractivo reclamo cultural para propios y extraños.
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