No fue un mandato, pero ya se sabe que el deseo de un rey es algo más que una sugerencia. La presencia de la familia real en el Palacio de la Magdalena reclamaba un lugar de categoría en Santander para recibir a tanta visita ... ilustre. Y todas las autoridades tomaron nota para llevar a cabo el proyecto. Así nació el Hotel Real.
Santander se asomaba en los primeros años del siglo XX a la élite del veraneo, y conocidas las preferencias de Alfonso XIII por la ciudad, el ayuntamiento encargó la construcción de un palacio en la península de la Magdalena que sería sufragado por suscripción popular. Muy pronto los nobles, políticos, diplomáticos y grandes hombres de negocios comenzaron a venir a la ciudad de moda que era objeto de reportajes en las principales revistas nacionales. Así que pronto se echó en falta un gran hotel que se adaptara a la categoría y rango que estaban adquiriendo las visitas, algo que el propio monarca había comentado a sus allegados. Aquel gran hotel, que fue el primer edificio de la ciudad que se construyó en hormigón armado, se inauguraría el 11 de julio de 1917.
«Habiéndose dignado S. M. el Rey manifestar la complacencia con que vería que se construyera en nuestra ciudad un gran hotel, y convencidos de la obligación en que Santander se halla de responder de una manera eficaz a tan honroso llamamiento...», así empezaba la convocatoria que el alcalde de Santander, Juan José Quintana, remitía en septiembre de 1915 a las personalidades, que bien podrían representar a las fuerzas vivas de la ciudad, para la reunión que habría de constituir una comisión impulsora de tal establecimiento, y en donde participaban, además del alcalde, los presidentes o máximos responsables de la Diputación Provincial, la Cámara de Comercio, el Banco de Santander, el Banco Mercantil y la Asociación de la Prensa, entre otros.
En aquella reunión ya se presentó un anteproyecto del arquitecto Javier González de Riancho que ya había mostrado al propio monarca, y se inició una suscripción que en enero de 1916 ascendía a 1,7 millones de pesetas, tras el último ingreso de medio millón del Marqués de Valdecilla. La comisión decidió entonces que comenzaran las obras en los terrenos ya adquiridos entre la avenida de Reina Victoria y el paseo de Pérez Galdós. Se habían barajado otras ubicaciones, como Villa Piquío o Los Pinares, pero la elegida contaba con el beneplácito del monarca. A los breves días de aquella reunión, el duque de Santo Mauro remitía un telegrama a la comisión en el que manifestaba que el rey deseaba que el nuevo hotel se denominara 'Hotel Real'.
El lugar elegido para la ubicación era envidiable. El hotel era allí el gran dominador de las vistas de la bahía, cerca del Palacio de la Magdalena, aislado de edificios, lejos del tumulto urbano y en la entrada del creciente enclave turístico de El Sardinero que se estaba dotando de importantes infraestructuras de ocio, como el nuevo Casino, inaugurado el año anterior, o el nuevo hipódromo de Bellavista, cerca del Faro de Cabo Mayor, que lo haría en septiembre de ese año.
Acontecimiento social
La inauguración del Hotel Real fue un acontecimiento social de primer orden. Una elegante orquesta de zíngaros con casaca granate ambientó el evento al que asistió lo más selecto de la sociedad santanderina, además de representantes de la familia real y la nobleza. El hotel, con elementos renacentistas y estilos neofrancés y montañés, medía 20 metros de altura y tenía 125 habitaciones distribuidas en cinco pisos con capacidad para 200 personas. Cada habitación tenía cuarto de baño y calefacción, y en cada uno de los pisos se contaba con dos habitaciones extraordinarias con salón para recibir a las visitas con los mejores refinamientos y confort de la época. El comedor, situado en el piso bajo, podía albergar entre 500 y 600 comensales, y contiguo a él, en la fachada sur, se encontraba el gran salón de baile y fiestas. El servicio del hotel contaba con 150 personas y se disponía de 45 habitaciones añadidas para la servidumbre de los huéspedes. También disponía de servicio telefónico, de dos terrazas y un garaje.
El Real, como popularmente era conocido, fue lugar de encuentro de la flor y nata de la sociedad española de los años veinte. Con el sobrenombre de la 'Dama Blanca', el hotel ha estado ligado a la historia reciente de la ciudad y ha albergado a importantes personalidades. Contempló el esplendor turístico y estival que coincidió con la presencia de la familia real en la península de la Magdalena, hasta 1930, y en la II República, aunque se quiso disimular su origen con la denominación de 'Royal Hotel', nadie pudo arrebatarle su 'glamour'. Cerró sus puertas durante la guerra del 36 sin sufrir daño alguno y a partir de los años cincuenta sus muy atomizadas acciones se fueron vendiendo a la familia Botín, que acabó por hacerse con su propiedad llevando la inteligente política de dejarlo en manos de empresas profesionales del sector.
Desde 2013 el contrato de gestión y explotación está en manos de la cadena Hotusa, y el nombre actual del establecimiento es el Eurostars Hotel Real, con el lujo de sus cinco estrellas, único en su tipo en Santander. En estos últimos años se han emprendido ambiciosas reformas y hoy mantiene su elegante jardín privado, 118 habitaciones, nueve suites, un restaurante y un centro de talasoterapia.
Escritores, intelectuales, políticos y artistas siguen eligiendo este paradisíaco lugar que se mantiene como uno de los emblemas arquitectónicos más importantes de Santander.
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