Los trabajadores de la planta vitoriana de Michelin han decidido en una votación secreta y de resultado apretado salirse del comité intercentros de la empresa. Este Comité agrupa a todas las plantas que mantiene en España y allí se negocian los acuerdos laborales para todas ... ellas. Algunos sindicatos en Vitoria han considerado que podrían obtener mejores condiciones si negociasen directamente con la dirección, fuera del colectivo general. Una opinión que está por contrastar y que la experiencia vivida en la planta de Lasarte, que salió antes del comité, no ratifica. Como consecuencia la dirección de la multinacional ha realizado unas declaraciones cuando menos preocupantes.
Una empresa industrial es una realidad compleja en donde confluyen una serie de intereses contrapuestos que se sitúan por debajo de uno general, que es su propia existencia, la generación de riqueza que induce y el empleo que crea. No hay posibilidad de que funcione sin las plantillas adecuadas y tampoco la hay si no existe una voluntad decidida de los propietarios que aportan o recaban los capitales necesarios para financiar las inversiones requeridas.
Por supuesto que los trabajadores tienen todo el derecho a defender sus intereses y a presionar para obtenerlos. Pero tienen también la obligación de pensar más allá de su propio bolsillo y visualizar las exigencias del futuro tras analizar las conveniencias del presente. Los empresarios tienen que preocuparse de las consecuencias de su actuación y hay toda una inmensa legislación que les condiciona y obliga en materia laboral, medioambiental, fiscal, de seguridad y salud en el interior de las fábricas y también en el entorno geográfico en el que operan. Del mismo modo, los trabajadores deben ser responsables con el resultado de su trabajo y con los intereses, igual de legítimos, de todos los que dependen de él en su entorno.
La decisión votada en la planta de Vitoria es peligrosa. Primero porque su resultado fue muy ajustado. Sorprende el hecho de solo votaran 2.405 trabajadores de los 3.443 que forman la plantilla. De ellos, 1.237 (el 51,43%) respaldaron el abandono del comité. Es evidente que el 51,43% es una cifra más alta que el 47,52% que votó por la permanencia, pero no deja de ser solo un tercio de la plantilla. Segundo, porque así como los trabajadores tienen derechos, también los tiene la empresa. Máxime cuando se trata de una multinacional que dispone de todo el mundo para instalarse y lo ha hecho ya en muchos otros lugares. Si está en Vitoria es porque le conviene, pero eso tiene su vuelta, que no es otra que la realidad de que estará allí mientras le convenga y que se irá cuando deje de hacerlo. Las leyes que hemos mencionado antes le obligan a comportarse de determinada manera mientras 'esté' y tenga la planta abierta. Pero no le obligan a 'estar'. Entre otras razones, porque nadie puede hacerlo.
De momento ha habido anulaciones de producción en el verano y la pasada semana se recortaron 2.000 toneladas. ¿Seguro que ha sido por razones operativas y de mercado? Los portavoces de Michelin incluyeron entre las razones la «pérdida de confianza» de la empresa. El anterior director fue más explícito en su despedida: «La empresa apuesta por un modelo de relaciones laborales con la persona en el centro, pero se necesita el compromiso de todas las partes. Una fábrica que no apueste por ese modelo a todos los niveles pierde la confianza del grupo». Se quedó ahí, pero tampoco hay que ser un gran experto en relaciones laborales para averiguar lo que viene a continuación.
Atraer a una empresa del tamaño y la importancia de Michelin es un gran éxito; mantenerla en el tiempo, una hazaña; ponerla en peligro por cuestiones internas, una temeridad; y forzar su marcha, una catástrofe colectiva. En este país, todos hacemos grandes esfuerzos por atraer nuevos talentos e inversiones. ¿No deberíamos hacer algunos más para retener a los ya atraídos?
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