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Confío en que a este Gobierno le queden ya pocos episodios de estrés parlamentario porque, a este paso, nos vamos a quedar sin Estado, sin ... nada en común, sin nadie que se ocupe ni de la igualdad ni de la solidaridad. El proceso en el que todas las urgencias partidistas se tapan con las crecientes cesiones competenciales no es nada nuevo. Empezó hace muchos años. Comenzó justo en el mismo momento en el que empezó todo y luego se ha desarrollado sin un programa previamente discutido y pactado, de manera alborotada y, lo que es peor, sin modelo alguno de cierre.
Lo lideran las llamadas comunidades históricas, que ya de por sí es un concepto perfectamente absurdo. ¿Solo Cataluña y Euskadi tienen historia tras de sí? ¿El resto no han existido como entidades políticas? Al parecer, el Reino de Aragón tiene menos historia que el Condado de Barcelona y la historia del Reino de Granada o la de Asturias palidece frente a la del País Vasco.
Primero se traspasaron los elementos troncales del Estado del bienestar. La educación, que servía a algunos como elemento de cohesión y de reafirmación nacional de las diferencias. Luego la sanidad. Más tarde, con mayores dificultades y sin una solución común, las policías. Después y con gran diversidad, las haciendas, la justicia, las carreteras, los puertos, los aeropuertos y un larguísimo etc. Falta ya poco. En cuanto los vascos logremos la Seguridad Social y Florentino fulmine la Liga de fútbol, solo nos quedará la Lotería Nacional que no es fácil de sustituir, pues a la gente le gusta mucho lo del Gordo. Pero ya solo quedará arriar la bandera y podremos apagar la luz.
Por si fuera poco, el proceso ha dejado tras de sí todo un espeso rastro de duplicidades y competencias repetidas y duplicadas, que no sustituidas. Vean lo más reciente, los trabajos iniciales de la Agencia Tributaria catalana. ¿Qué pasa con los funcionarios que se ocupan de ella, son sustituidos por los nuevos? ¡No! Los nuevos, más de mil, son añadidos a los actuales. ¿Qué pasa con los policías que vigilan ahora las fronteras? ¿Van a ser sustituidos por los Mossos? Tampoco, van a poner un mosso al lado de un guardia civil o de un policía nacional. ¿Para qué? Ni idea, supongo que para hacerse compañía y estrechar lazos. Por si acaso, es una pregunta que nadie se hace, porque a nadie le importa el coste de esta fiesta.
El desarrollo de las autonomías tiene el fallo de origen en su propio diseño y el fallo es que tuvo un origen pero no tiene un final. Cada vez que una comunidad histórica, una de las que tiran del carro, consigue una transferencia, se añade al pacto una coletilla: «Esto se acepta sin perjuicio de nuestras aspiraciones legítimas». En el caso de Cataluña son claras: la independencia, aunque no se sepa de qué territorios. En el de Euskadi es todo más confuso, pues las respuestas no son tan nítidas ni tan unívocas.
Así que avanzamos, sin saber hacia dónde avanzamos. Yo creo que no lo saben ni los propios independentistas. Pero, mientras avancen… y como no renuncian a nada. Es una goma inelástica. Siempre se estira, nunca se retrae y así ¿hasta que se rompa? No se retrae ni en los casos de manifiesta inutilidad, como ha quedado bien patente en el caso de la dana de Valencia en el que el Estado en su conjunto (no solo Mazón, que es una víctima de su inoperancia y del relato construido para hundirle y de paso salvar al Estado desaparecido) ha puesto de manifiesto su torpeza operativa.
Si al Gobierno no le preocupa el Estado y lo común, no habrá nada común. Puigdemont en la gloria.
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