Nada menos que 179 años cumple en Cantabria la institucionalización de la formación de los maestros destinados a la Instrucción Primaria. Una monografía de Juan ... Carlos Cano Lavín ('La trayectoria de la Escuela Normal de Magisterio de Santander (1844-1977)', Santander, Librucos, 2021) nos proporciona valiosos datos sobre la historia de este centro, estructurada en varias épocas, hasta su integración en la Universidad de Cantabria, actualmente como Facultad de Educación. El libro de Cano tiene, entre otros valores, el de condensar y explicar el devenir de la entidad y además reunir documentación dispersa en varios archivos, incluyendo informaciones orales procedentes de antiguos docentes.
La expansión de los valores liberales por la Europa decimonónica alentó la creación de las Escuelas Normales en España, durante los primeros años del reinado de Isabel II, en un contexto de graves niveles de analfabetismo. El 15 de diciembre de 1840 se aprobaba el establecimiento de este tipo de Escuelas para la Instrucción Primaria en cada una de las provincias del país, preferiblemente en las capitales, a propuesta de los jefes políticos y de acuerdo con la diputación y las comisiones de instrucción primaria correspondientes. El personal estaba integrado por un regente, un director y dos maestros, según el reglamento aprobado en 1843, además de un eclesiástico para la enseñanza moral y religiosa. En Santander los trámites para la creación de la Escuela Normal se iniciaron cuando en 1835 dos jóvenes maestros montañeses, José Arce Bodega y Ángel Regil, fueron comisionados para formarse en la Escuela Normal de Madrid. Arce fue quien elaboró el proyecto de Escuela Normal, que se quedó establecida en 1844 en el antiguo convento de Santa Clara, donde ya radicaba el recién creado Instituto de Segunda Enseñanza. Poco más tarde, vinculada primero a la Universidad de Oviedo y luego a la de Valladolid, se trasladó a otro local próximo en la Plaza de las Escuelas.
El primer director de la Escuela Normal fue Arce, el primer regente el vallisoletano Agustín Trifón y el maestro primero el zamorano Valentín Pintado. Durante los cursos iniciales, en los que la Escuela tenía un presupuesto de unos seis mil reales, el número de matriculados no era muy alto, en torno a media docena que se iban incorporando a las clases de variadas materias, desde Lectura y Escritura a Geometría o Principios Generales de Educación y Métodos de Enseñanza.
Ya con la Ley Moyano de 1857 se estableció una Escuela Práctica para ejercitarse en la docencia, bajo la correspondiente inspección educativa. A partir de 1860 se notó un significativo aumento de matrículas. En 1872 la Escuela Normal, con sede en el instituto y más tarde en un edificio de la calle Isabel II, fue elevada a Escuela Normal Superior. Desde 1901 por ley las Escuelas Normales pasaron a depender de los Institutos Generales y Técnicos, donde los futuros maestros recibían su formación. En 1915 desapareció la Escuela Normal de maestros; los varones que querían aprender el oficio debían trasladarse a otras provincias, puesto que a partir de ese año la Escuela Normal fue de Maestras. Su creación ya venía pensándose desde décadas antes. Para sede de la misma se barajaron varias opciones que reaprovechaban edificios particulares, quedándose finalmente en el hotel de Anita Gallo, viuda de Abarca, en Numancia. Las primeras profesoras fueron Emilia Merino Martín, Carmen de la Vega Montenegro, Margarita Comas Camps, Adela Medrano Launa, Josefa Triviño Mérida y Margarita Cutanda (primera directora), que se encargaban de impartir, respectivamente, Geografía, Gramática y Literatura Castellana, Física y Química, Labores y Economía Doméstica, Matemáticas y Pedagogía. Su sueldo anual, sufragado por la Diputación, era de 2500 pesetas. El éxito de la Escuela fue notable desde sus inicios, puesto que pasaban de ochenta las primeras matriculadas, procedentes de toda la provincia; entre ellas figuró la traductora Consuelo Berges (1898-1988), natural de Ucieda. En 1900 la reina regente María Cristina y su hijo Alfonso inauguraron asimismo la Escuela Aneja, llamada también Escuelas Municipales del Oeste o Escuela de Numancia, en el entorno del complejo educativo que hoy en día forman los colegios Magallanes, Cisneros y Antonio Mendoza.
Pese a las dificultades económicas, la Escuela gozó de una notable biblioteca y sus docentes y alumnas disfrutaron de ayudas de entidades como la Junta de Ampliación de Estudios o la Asociación para el Progreso de las Ciencias.
Durante la Segunda República se estableció la 'coeducación', la laicidad, la gratuidad educativa y otros aspectos que buscaban modificar las Escuelas Normales e incluso la recreación de una Escuela Normal de Maestros en Santander. Algunos docentes, como Carmen de la Vega o Lorenzo Gascón, participaron activamente en las Misiones Pedagógicas que se establecieron en mayo de 1931 para el fomento de la cultura y la educación de la población rural. Cano Lavín detalla en su libro los pormenores de los cambios legislativos producidos estos años, como la creación de las Escuelas Nacionales durante el franquismo o los expedientes de depuración en buena cantidad de maestros. En 1950 se publicó un nuevo 'Reglamento para las Escuelas de Magisterio'. A partir de los años cuarenta se habían sucedido diversos proyectos para la mejora de las condiciones de la Escuela Normal, hasta que el 7 de agosto de 1965 el ministro Lora-Tamayo inauguró un nuevo edificio en la calle Cisneros, actual sede de la Escuela Oficial de Idiomas. Durante algunos años la Escuela del Magisterio, que mantenía la distinción estricta de sexos, llevó el nombre de 'Fray Antonio de Guevara'.
La Escuela pasó a ser Escuela Universitaria de Formación del Profesorado de EGB agregada a la Universidad de Santander (creada por decreto de 18 de agosto de 1972).
En 1987 se trasladó a su actual sede en el Edificio Interfacultativo de la Avenida de los Castros, donde en la actualidad es realmente la Facultad de Educación.
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