Proteger y asegurar. En 1905, amparados por esos verbos, doce hombres de negocios mineros quisieron plantar batalla a las consecuencias de los accidentes de trabajo de sus empleados. Así nació en Santander la Mutua Montañesa que muy pronto ampliaría su cobertura a otras actividades como ... las portuarias y la navegación, erigiéndose con el tiempo en la entidad cántabra de mayor prestigio en la prestación de servicios de protección a los trabajadores.
Desde 1836 ya había compañías aseguradoras en Santander, creadas la mayoría al calor del creciente tráfico colonial con América, pero cuando realmente se tomó conciencia de la necesidad de suscribir un seguro fue a raíz de la explosión del vapor Machichaco (1893) que provocó más de medio millar de muertes y 35 edificios destruidos. Las secuelas de las responsabilidades de todo orden y los procesos legales que originó aquella desgracia reforzaron el peso social de la institución jurídico-social del seguro en Santander.
En ese ambiente también se estaba produciendo el apogeo de la minería, con aumento de los cargamentos que suponía implicaciones que afectaban a la seguridad de los trabajadores y sus accidentes laborales. Un grupo de doce hombres de negocios mineros decidieron crear el 11 de noviembre de 1905 una mutualidad para protegerse de esos riesgos. Nació así la Sociedad de Seguros Mutuos de Santander sobre Accidentes de Trabajo que tuvo como primer presidente al abogado que había sido alcalde de Santander durante la explosión del Machichaco, Fernando Lavín Casalís.
Con unos inicios modestos, los asociados eran mineros y consignatarios del puerto que aportaban el 5 por ciento de la nómina de los jornales de un mes. Poco después se incorporarían las empresas portuarias, que al igual que las mineras empleaban abundante mano de obra. La promulgación de una nueva Ley de Accidentes de Trabajo (1922), más generosa en las indemnizaciones, obligó a reconsiderar los planteamientos y crear una Federación Nacional de Mutuas de Accidentes de Trabajo a la que se incorporó la Mutua Montañesa.
Las tensiones sociales entre empresarios y trabajadores, el aumento de la inseguridad pública y la desconfianza, colocaron a la Mutua en una incómoda y peligrosa situación que se agravó con la II República (1931). La entrada en vigor de la nueva Ley de Accidentes de Trabajo (1933) obligó a la Mutua a adaptarse, fusionándose con la Federación Patronal Montañesa y creando la Mutua Patronal Montañesa, cuyo objeto era el seguro colectivo contra los accidentes de trabajo, siendo sus miembros asociaciones, empresas, comerciantes o industriales. Esta unión supuso para la Mutua un nuevo vigor y la posibilidad de sanear su economía, hasta que la guerra del 36 interrumpió su desarrollo. Terminado el conflicto bélico, dejó de ser Mutua Patronal Montañesa para transformarse en Mutua Montañesa de Seguros.
El gran siniestro de 1941
El fuego, avivado por un huracán, barrió de un plumazo la vieja puebla de madera de Santander en 1941. Desaparecieron 376 edificios del corazón de la ciudad. La catástrofe excedía del condicionado de las pólizas de seguros de incendios al excluirse por vientos huracanados. Pero el Gobierno promulgó una ley que obligó a pagar a las compañías aseguradoras unas compensaciones que en total sumaron 64,6 millones de pesetas, cuando el valor estimado de los inmuebles era de 115 millones. Para eso se creó un Consorcio de Compensación de Riesgos Catastróficos que asumió el 60 por ciento de las indemnizaciones, mientras que las compañías pagaron el 40 por ciento restante. De esta manera, Santander se convirtió en promotora involuntaria de esta técnica aseguradora que humaniza la figura jurídica del contrato de seguros. La Mutua, en su nuevo ramo de incendios que había creado el año anterior, tuvo 26 siniestros, que sumaron una indemnización total de 721.500 pesetas, de las que 695.554 fueron asumidas por la Compañía Nacional de Reaseguros. La Mutua pasó de esta forma su prueba de fuego con un soportable quebranto de 25.946 pesetas.
En 1943, la Mutua estableció nuevos ramos de seguros, el agrícola y el de buques. Este último surgió como necesidad de los armadores de las embarcaciones de pesca. El relativo a la actividad agrícola se orientó a los accidentes y a la enfermedad. Pero el hecho principal de ese año es que rompió las limitaciones provinciales para dar el salto al territorio nacional. En 1945 se aprobó el nuevo ramo de Invalidez, Vejez y Muerte, que va a constituirse en mutualidad filial de previsión social con el nombre de Montepío Patronal Montañés.
En 1955, medio siglo después de su creación, la Mutua mantenía su auge económico y contaba con los tres ramos clásicos de seguros (accidentes, incendios y buques) y dos mutualidades de previsión autónomas y filiales, el Ramo de Enfermedad y Previsión y el Montepío Patronal Montañés de Previsión Social. Este mismo año se puso en marcha el ramo de Ganados.
En los años sesenta, como consecuencia del impulso del Gobierno a la Seguridad Social, la Mutua se desdobla en dos entidades independientes. Una se integra en la seguridad social como colaboradora de los organismos oficiales con el nombre de Mutua Montañesa Patronal de Accidentes de Trabajo, y la otra se llamará Mutua Montañesa de Seguros.
Al empezar 1967 la Mutua Patronal contaba con 3.712 empresas y 68.757 obreros, con dispensarios en Santander, Barcelona y Torrelavega, y en unión con otras mutuas catalanas abrió un Centro Regional de Rehabilitación en Barcelona que también quiso crear en Santander. Para ello adquirió unos terrenos en la Carretera del Faro donde en 1972 levantó el Centro de Previsión y Rehabilitación 'Ramón Negrete', culminando así su obra más emblemática que hoy es el Hospital Mutua Montañesa, con un centenar de trabajadores sanitarios que desarrollan terapias punteras de rehabilitación.
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